Secretos y mensajes

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Era un día cualquiera en la cafetería de la facultad, y las cuatro amigas habían decidido tomar un descanso después de una mañana de clases agotadoras. Estaban sentadas en su mesa habitual, riendo y conversando, cuando, por cuestiones del destino, Antonio apareció en la fila para pedir su comida. Valentina, al verlo, sintió un repentino nerviosismo y bajó la mirada, intentando no parecer demasiado obvia.

Antonio también la había visto, pero al notar que no estaba sola, dudó en acercarse. Valentina intentaba concentrarse en la conversación de sus amigas, pero su mirada seguía desviándose hacia Antonio. Sus amigas, al darse cuenta de la situación, no tardaron en aprovechar la oportunidad para bromear.

—Mira quién está por ahí, ¿no es Antonio? —comentó Jossi con una sonrisa traviesa, dándole un codazo a Valentina.

Valentina trató de restarle importancia, pero su nerviosismo era evidente.

—Vamos, Valentina, háblale de algo. ¿Qué tal si le preguntas si los maestros también tienen vida social? —añadió Mariel, riendo junto con Jossi.

Pero fue Nani quien lanzó el comentario que hizo que todas estallaran en carcajadas.

—O mejor, pregúntale si alguna vez ha encontrado su corazón perdido entre los libros antiguos de la biblioteca —dijo Nani, con su característico tono sarcástico pero divertido.

El comentario fue tan inesperado que Jossi y Mariel se rieron a carcajadas, y hasta Valentina, a pesar de su nerviosismo, no pudo evitar reírse.

—¡Nani, no puedo decirle eso! —respondió Valentina, todavía riendo pero claramente ruborizada por la situación.

—Entonces ve y pregúntale cualquier cosa, pero ve ya —dijo Jossi, empujándola suavemente hacia la fila.

Con el corazón latiendo rápido y las risas de sus amigas resonando en sus oídos, Valentina se armó de valor y se acercó a Antonio. Él la vio aproximarse y sonrió, relajando un poco su postura.

—Hola, Valentina —dijo Antonio con su tono calmado—. ¿Cómo estás?

—Bien, solo quería saludarte… y ver cómo te iba con… bueno, con todo —Valentina estaba nerviosa, pero intentaba mantener la compostura.

Antonio sonrió ante el intento de conversación. Hubo un breve silencio, pero luego decidió romperlo de la mejor manera posible.

—¿Te gustaría acompañarme a comer? Así podemos hablar con más calma —ofreció Antonio.

Valentina, sorprendida por la invitación, asintió sin pensarlo dos veces. Mientras las amigas observaban desde la mesa, Jossi y Mariel se miraron con complicidad, mientras Nani levantaba su celular para tomarles una foto cuando se descuidaran.

La comida fue agradable y ligera. Durante la conversación, Antonio y Valentina se dieron cuenta de que compartían intereses más allá de lo académico. Hablaron de libros, pero también de sus aficiones, gustos musicales y películas favoritas. Valentina estaba encantada con lo fácil que era hablar con Antonio, y a medida que avanzaba la charla, sus nervios se desvanecieron.

Cuando terminaron de comer, Antonio, con su característico tono amable, le dio un beso en la mejilla como despedida.

—Me encantó la comida. ¿Te parece si me pasas tu número? —dijo Antonio, sacando su teléfono—. Así puedo avisarte sobre... cosas importantes de la escuela.

Valentina sonrió, sabiendo que la excusa de los "avisos importantes" era solo eso, una excusa.

—Claro, no hay problema profe—respondió, sintiendo una mezcla de emoción y timidez.

Desde ese día, Antonio no perdía oportunidad para enviarle mensajes. A veces eran recordatorios académicos, pero la mayoría de las veces eran pequeños detalles: una recomendación de libro, una frase que había leído y le recordó a ella, o simplemente preguntándole cómo estaba.

Valentina sonreía cada vez que recibía un mensaje, sabiendo que, aunque la excusa era la escuela, la atención que Antonio le brindaba era sincera y personal.

***

Era una tarde soleada en la cafetería de la facultad, y las cuatro amigas habían decidido reunirse para relajarse después de un día lleno de clases y trabajos. Mientras charlaban y compartían historias, Jossi notó que Valentina estaba más callada de lo normal, sonriendo discretamente mientras miraba su teléfono.

—¿Qué traes, Val? —preguntó Jossi, con una ceja levantada—. Has estado pegada al teléfono toda la tarde.

—Debe estar hablando con alguien —agregó Mariel, dándole un codazo juguetón a Valentina.

Nani, siempre atenta a las reacciones de sus amigas, hizo su típica broma con un tono divertido.

—Apuesto a que es el mismísimo Antonio, nuestro profe favorito —dijo Nani, entre risas, haciendo que todas voltearan a ver a Valentina al unísono.

Valentina, con un rubor evidente en las mejillas, intentó evadir el tema, pero las miradas expectantes de sus amigas la hicieron suspirar y sonreír.

—Está bien, lo confieso… —dijo finalmente, mirando a cada una con una mezcla de emoción y timidez—. He estado hablando con Antonio desde la vez que fuimos a comer.

La revelación fue recibida con una mezcla de exclamaciones y risas de parte de las otras tres.

—¡Lo sabía! —gritó Jossi, entre risas—. ¿Y cómo ha sido?

—Muy atento, ¿verdad? —añadió Mariel, sonriendo ampliamente.

Nani, sin perder su toque sarcástico, comentó:

—Claro, Val, ¿y cómo va eso de los "avisos importantes"? ¿Ya te mandó la lista completa de libros para leer o va más allá de eso?

Todas estallaron en carcajadas, y hasta Valentina no pudo evitar reírse ante el comentario de Nani.

—No es lo que piensan, de verdad —dijo Valentina, tratando de mantener la calma, pero con una sonrisa en los labios—. Es cierto que a veces me manda recomendaciones de lectura, pero también hablamos de otras cosas… no sé, es como si cada mensaje tuviera algo más personal.

—¡Ay, mija! —exclamó Mariel—. ¡Te tiene bien enamorada!

Valentina no pudo negar lo evidente. Sonrió mientras jugaba con el borde de su vaso.

—Es que es tan... diferente. Es serio, pero tan atento. No sé cómo explicarlo, pero me siento bien cuando hablo con él.

—Y te hace reír, ¿verdad? —dijo Jossi, divertida.

—Sí, aunque a su manera. Es más sutil, pero... sí —admitió Valentina, recordando los pequeños mensajes y detalles de Antonio.

Nani, con una mirada cómplice, añadió:

—Bueno, pues no se diga más. La próxima vez que te mande un "aviso importante", asegúrate de invitarlo a otra comida. ¡Pero que esta vez nos cuente todo con más detalles!

Las amigas volvieron a reír, y Valentina, aunque un poco nerviosa, se sintió agradecida de poder compartir ese pequeño secreto con ellas. Las bromas y las risas continuaron, mientras la tarde pasaba, y la complicidad entre las cuatro amigas se hacía cada vez más fuerte.

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⏰ Última actualización: Sep 05 ⏰

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Felices las cuatro (Versión Filo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora