7.- VIAJE

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La morada de Will se hacía más grande conforme se acercaban, al igual que las nubes.

Todo parecía bullicioso, pero silenciado al tener ambos carruajes frente a la entrada principal. Los sirvientes subieron todo inmediatamente mas no había presencia de Will.

—¿Dónde está el señor Graham? —Crawford asomó la cabeza por la ventana, exigiendo lo suficientemente fuerte como para que lo escucharan hasta la playa.

—Mi señor viene en seguida, se despide de sus perros —sonrió Kats tras lo último dicho, viendo claramente la mirada fastidiada del Shōgun.

Hannibal acompañó esa sonrisa, rectificando la importancia de sus mascotas para con Will. Trayéndolo a mente, vio su andar cansado atravesar el patio y llegar hasta ellos con lentitud.

—Todo está dispuesto, Kats —se apoyó en el hombro de la mujer para tomar un respiro; entonces suspiró cansado Hannibal, pues esa rabieta con el caballo les había costado al menos un día más de recuperación.

Si calculaba bien, el viaje se extendería tres días; cuatro oliendo claramente como el ambiente comenzaba a humedecerse más.
Tres días de recuperación sumados al de retraso por la caída, más un déficit de dos días por el viaje a carruaje; un total de seis días, siendo que llegaría aún lastimado a la capital. No podría ver al emperador de esta forma.

Perdido en cuentas pero no en cortesía, el rubio bajó del carruaje para ayudar a Will a aproximarse; sorprendentemente, tal vez falto de energía, el menor no rechazó la ayuda. Se apoyó en su brazo y caminó pesadamente.
Le ayudó a subirse con paciencia, pues aunque quisiera aguantar, pequeños siseos de dolor escapaban de su boca.

Will se vio fastidiado por el montón de cosas suaves que estaban regadas dentro del coche; siendo acallada su protesta al poderse recostar en alivio sobre los almohadones.

Jack miraba atento la escena, con molestia por supuesto; pero claro estaba que por mero orgullo no preguntaría por su estado de salud. Limitándose a apaciguar su culpa con las atenciones del doctor, volvió a acomodarse en su asiento esperando la partida.

Hannibal esperó a que su compañero de viaje se acoplara también para volver con la mujer encargada de la hacienda.

—Señorita Kats, ¿Podría pedirle un almohadón y una manta extra de ser posible? —la mujer reverención y salió prisa a por el encargo.

Habiendo todo dispuesto después de un rato, la caravana salió sin más dilación.

Lo único que se escuchaba era el tronado de la tierra bajo su paso, pues estaban sumergidos en un silencio poco cómodo. En realidad, ¿Qué decir?
En la cabeza de Will solo se veían dos horizontes; el que dejaban atrás les despedía con penumbra y una muerte; el próximo traía un futuro incierto y anclado al hombre enfrente.

En su mente, además de la duda, rondaba la molestia; como una artimaña, Jack le había dejado solo con el doctor. "¿Desde cuándo Jack tenía en ser casamentero su diversión?" pensó.

La carroza repiqueteó con un nuevo camino, el que llevaba a la capital directamente. Sabiendo lo que se venía, Will intentó aferrarse a la ventana fallidamente. —Joder... —Will rezongó al pasar por un bache, abrazándose a su cuerpo intentando evitar el dolor del exabrupto.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Hannibal reincorporándose en su asiento.

—Sí, no se preocupe —su palidez y la ligera cortina de sudor en su frente decían lo contrario.

—Traje conmigo un analgésico, pero es bastante fuerte, preferiría dárselo cuando quiera conciliar el sueño —palmeó su maletín mostrándole a Will su presencia.

Sobre la sangre [Hannigram]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora