2.- VISITA

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El viaje de Kioto a Gifu no podría decírsele fácil, mucho menos agradable; siempre un viaje era algo complicado, desde el racionamiento de la comida hasta el mantenimiento del transporte eran algo sumamente afanoso y, para suerte del viajero, algo...

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El viaje de Kioto a Gifu no podría decírsele fácil, mucho menos agradable; siempre un viaje era algo complicado, desde el racionamiento de la comida hasta el mantenimiento del transporte eran algo sumamente afanoso y, para suerte del viajero, algo de vital importancia.

La comitiva del shogun se componía de al menos siete hombres; un mensajero, que se encargaba principalmente de avisar de la llegada del shogun a cualquier poblado; el conductor, que se había instaurado junto con el transporte en carroza tirado por caballos apenas hace unos años por la influencia europea; mínimo un sirviente, que se encargaba del mantenimiento del shogun; y cuatro guardias que procuraran la seguridad del transportado y la escolta en sí; formando así un grupo de ocho personas contando al shogun, y Crawford siempre apuntaba al mínimo de personas en sus viajes excusándose en una supuesta superstición hacia aquel número y su providencia de buena suerte.

Lo cierto es que Jack buscaba no hacer demasiado alboroto con sus viajes, su intuición militar le hacía prevenir un ataque que terminaría siendo fatídico si su comitiva fuera un objetivo grande y llamativo, solía decir: “Así no caeré, no soy un elefante viejo y gordo que espera ser cazado por un ojo vago que vio su inmensidad tan solo por casualidad”, y así se llevaba a cabo, siempre buscando la bendición de los dioses y la prosperidad de los viajeros.

Nihon siempre podrá decírsele hermoso, pero los caminos podían ser cuestas extenuantes y bajadas deslavadas, con algunos lagos y ríos que favorecían el abastecimiento de agua pero que podían significar obstáculos para la ruta trazada.

Crawford pasó la mitad del viaje empapado en sudores o en fangos provocados por una lluvia pícara ajena a la temporada que le agarró casi al inicio, pero no por eso los ánimos determinados del hombre bajaron; al contrario se vieron borbotear por la idea de una encomienda destinada y justificable al desgaste de sus fuerzas y las de sus hombres.

No sabía qué iba a decir, excusándose siempre en su bien nombrado mérito militar y en su falta de carácter a las atenciones discursivas de la política, no atinaba a la idea correcta por la cual llegar a convencer a Hannibal Lecter de ser el siguiente shikken en Chūbu, y de mayor atención la condición de un matrimonio; y poniendo más peso en el clavo que sellaría su destino, un matrimonio con un hombre que en su vida había conocido y cuya implicación en aquella intrincada movida política no era conocedor.

Ese era el prometedor panorama al que se enfrentaba nuestro querido Jack, pero el flaquear no era para nada su estilo, es más podríamos llamarle la antítesis de su vida, pero el que una persona simplemente se quedara en blanco era tan solo una jugarreta de la creatividad.

¿Tentarle con el poder?, no creía poder llegar a Hannibal de esa forma, le reconocía sería demasiado vulgar proponérselo así.

¿Destino?, sabía de buena mano el interés del rubio por ese tipo de temas, pero no por ello era menos científico y juicioso.

Sobre la sangre [Hannigram]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora