6.- SABER

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-¿Irnos?

-A la brevedad, de preferencia -apenas y había podido incorporarse fuera de la cama, y ya debía subir a un caballo nuevamente.

-Sabe que por lo general accedo a cualquier cosa que se me pida, pero no creo que mi costillar agradezca montarme a un caballo de buenas a primeras -estiró sus brazos engarrotados por la rigidez de la cama, notando la mirada de Lecter una vez más sobre su persona.

En ese punto ya no sabía si encontrarla invasiva, fastidiosa o simplemente insistente.

-Yo también estoy de acuerdo con él -al menos compensaba la incomodidad con darle la razón.

-No era una sugerencia -Jack volvió el gesto severo a ambos desde el otro extremo de la habitación; haciéndoles acallar la respiración unos instantes.

-Es una contraindicación médica, Jack -trató de dialogar Hannibal, siendo aseverado inmediatamente.

-Es una orden del shogunato, doctor Lecter -su título fue magullado con simpleza, dejándole sin voz ni voto en un instante.

Si él, siendo él no podía hacer nada; qué iba siendo una mota de polvo como se sentía Will.
Aún así no pudo evitar arrugar el seño, ofuscado por la total ignorancia a su estado actual.

-Además, iremos en carruaje-. Eso no precisamente atenuó las dudas de ellos, pero nada había que exigir- El viaje no debe ser tan pesado, pero sí más extenso.

-Entonces, volvamos a los hábitos de siempre -Will se levantó quejándose un poco por el dolor, más ignorando la sorpresa de ambos hombres.

Uno con una curiosidad alebrestada, otro con una duda algo indignada; si hubo alguna reacción ante ese comentario ácido, se perdió tras la silueta del más joven al salir en busca de su ropa.

-Lamento mi impertinencia, Shōgun -inclinó la cabeza en señal de disculpa.

-Debe sentir que tiene a alguien de su lado, qué bueno que seas tú -la luz se volvió fría dentro de la habitación. Las nubes anunciaban la llegada de una lluvia nueva.

Jack bufó fastidiado, encontrando que ni Will ni la bondad del clima aportarían a un viaje tranquilo.

-Nos prepararemos entonces -reverenció Hannibal antes de salir de la estancia también. Bajó las escaleras con calma, sabiendo que sus baúles ya estaban siendo acomodados por Chiyo.

El relincho de un caballo cortó el bullicio de la casa, alzó la mirada hacia el patio encontrando a los sirvientes de un lado a otro preparando el viaje. Arrugó la nariz reconociendo Jack no había siquiera pensado en queja sobre su viaje.

El olor a forraje le llenó las fosas nasales, curiosamente sumado al aroma del mar que apoyaba a la cacofonía del día con un oleaje bravo.

-¡Abran la puerta, por favor! -otro relincho, más cabrío. Los cascos comenzaron a tronar contra el empedrado y la figura de Will montando se desvaneció en rapidez frente a sus ojos, habiendo esperado a que las pesadas maderas de la entrada fueran dispuestas para que saliera hecho un rayo en su caballo.

Sonrió contrariado; ni el chiquillo ni el padre hacían caso a sus recomendaciones médicas tras esa pequeña pelea. Parecían no darse cuenta de la naturaleza tan rara de su relación; pero él bien podía aprovechar esa inconsciencia.

Retrocedió en sus pasos, dirigiéndose a su habitación; la imagen de los rizos de Will rebotando por la montura le recordó a algo que no pudo vislumbrar en su mente, solo una cálida sensación se asentó en su pecho.
Sonrió para sí mismo al recordar también cómo las prendas que llevaba no eran adecuadas para el cabalgar, siendo que pudo perderse un poco en su pantorrilla blanca y fuerte contrastando contra el pelaje marrón brillante del caballo.

Sobre la sangre [Hannigram]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora