Nathan
«¡Arriba, muchacho!», escuché decir a las personas que vinieron a ayudar. Por un momento, la conciencia pareció abandonarme y una sensación de alivio me invadió al darme cuenta de que el peligro había pasado. Todo se volvió borroso, y un zumbido en mi oído me dificultaba escuchar con claridad. Mi corazón latía con fuerza, como si intentara romper mi pecho para escapar. Aun así, logré reaccionar.
—¿Estás bien, chico? —una mujer de cabello rubio y mirada preocupada se arrodilló a mi lado, colocando de forma sutil su mano en mi hombro para mantenerme estable—. Ya se acabó, lo hiciste bien.
Asentí, agradecido. Luego con esfuerzo, me puse de pie, tratando de sacudir la confusión de mi cabeza. Sentí la presencia de más personas alrededor, lo que me llenaba de bastante alivio.
Mientras observaba a los policías esposar al criminal, noté cómo la multitud crecía, llenándose de rostros curiosos y móviles levantados para capturar el momento. Sin embargo, mis ojos se fijaron en el delincuente, cuya mirada llena de odio parecía perforarme, como si me tratara de decirme que esto estaba lejos de terminar.
Aun así, decidí ignorarlo y me dejé llevar por mis pensamientos. Reflexioné sobre cómo todo el entrenamiento que había realizado no solo me servía en el ring, sino también en situaciones donde la vida te pone a prueba sin previo aviso.
De pronto, una voz desconocida me susurró al oído, tan cerca que me hizo estremecer.
—Te lo advertí.
El sonido era tan real, que casi pude sentir el aliento en mi oreja. Giré la cabeza rápidamente, buscando al dueño de esa voz, pero no había nadie ahí.
Una sensación extraña se apoderó de mí, y no podía decir si era real o si mi mente me estaba jugando una mala pasada, quizás solo fruto de mi imaginación, entre los murmullos y el bullicio de la gente a mi alrededor.
Alcancé a ver una ambulancia llegando al lugar. Aunque mi cuerpo estaba adolorido y me sentía mareado, decidí no acercarme. No quería preocupar a mis padres yéndome a ver en un hospital.
Los agentes no tardaron en encontrarme para hacerme unas cuantas preguntas sobre el acontecimiento. Opté por explicar la situación de manera breve, sin querer involucrarme más ni correr el riesgo de ser interrogado a fondo.
—Soy el oficial Martínez —se presentó, extendiendo una mano firme—. ¿Puedo hacerte unas preguntas?
—Claro, estoy dispuesto a colaborar en lo que necesiten —respondí mientras tomaba asiento en una de las bancas del parque.
Martínez se sentó a mi lado, sacando su bloc de notas.
—¿Puedes contarnos qué sucedió aquí esta noche? ¿Cómo te involucraste en la situación?
—Estaba dando un paseo por el parque cuando escuché a alguien gritar pidiendo ayuda. No lo pensé mucho y me acerqué. Vi al ladrón amenazando a una chica, así que decidí intervenir.
El agente tomó nota de mis palabras, sin dejar de mirarme con una expresión que mezclaba interés y preocupación.
—Entiendo tu deseo de ayudar, y es admirable —dijo, haciendo una pausa antes de continuar, su voz se tornó más grave—. Pero debes recordar que intervenir en situaciones así es demasiado arriesgado. Puede que actuar por tu cuenta no haya sido la elección más segura.
—Lo sé, pero en ese momento no había muchas opciones, y el tiempo corría en contra —expliqué, intentando justificar mi acción.
Martínez suspiró, guardando su bloc por un momento. Su mirada se suavizó, aunque su tono seguía siendo serio.
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Hasta que nos descubrimos
RomanceNathan Blackwood ha sido un joven de mundos propios. En una tarde de su infancia, su vida cambia para siempre cuando se encuentra con una curiosa niña en un parque de Madrid con la cual decide compartir. Su encuentro, deja una marca en su memoria...