Una vez en mi cuarto, comenzó nuestra conversación. Les refresqué la memoria aclarando que Selina era esa chica de la que alguna vez les hablé.
—¡Espera un momento, Nate! ¿En serio? Es difícil de creer que se hayan reencontrado de esta manera —exclamó Samantha, con los ojos brillantes de asombro.
—Sam, baja la voz —le susurré, llevando un dedo a mis labios—. Siempre tuve la fe de volver a verla después de todo este tiempo, pero no esperaba que fuera así.
—Así que, por eso te despediste diciéndole «Luna». Genial, casi parece sacado de una película romántica —comentó Sofía, sonriendo de forma pícara.
—Sí, pero me dijo que sus amigos también la llaman así a veces. —Me recosté en la silla del escritorio—. ¿Creen que a alguien más se le ocurrió?
—No lo sé, pero lo importante es que se trata de la misma persona. Eso está claro —dijo James, apoyándose contra la pared y cruzando los brazos, observando la habitación con la mirada pensativa.
—Bueno... a todas estas, ¿por qué no la llamamos? Tenemos su número —opinó Sofía, mientras jugaba con un adorno de mi escritorio, examinándolo con cuidado.
—Supongo que eso tendrá que esperar —susurré al escuchar los pasos de mi madre acercándose por el pasillo.
Luego de eso, salí de la habitación dirigiéndome a la sala para explicarle lo sucedido.
—¡Santo cielo, Nate! —exclamó mi mamá al ver mis heridas, sus ojos llenos de preocupación.
—Puedo explicarlo si me das un momento —dije rápidamente, intentando calmar su reacción.
Procedí a relatarle lo ocurrido. Aunque mi madre entendió lo que había pasado, no pudo evitar enojarse conmigo.
—Me sorprende lo que hiciste hijo. No puedo creer que te hayas arriesgado así. Siempre has sido sensato —dijo, con una mezcla de frustración y alivio en su voz—. Aunque si te soy honesta me alegra que esa muchacha esté a salvo.
A pesar de su preocupación, logré tranquilizarla, también le aseguré que el criminal estaba bajo custodia y que el peligro había pasado.
—Entonces, ¿tus amigos están en tu cuarto? —preguntó.
—Sí, mamá, preferí que vinieran conmigo —respondí, sintiéndome un poco más relajado.
—Está bien, ahora solo falta una cosa: explicárselo a tu padre y esperar que lo tome con calma.
—¿Dónde está él? —Bajé la mirada.
—Descansando. Tuvo un día muy ajetreado en el trabajo —respondió, masajeándose la sien como si recordara las propias tensiones del día.
—Me imagino. Eso de ser carpintero todavía me parece complicado —comenté con una leve sonrisa—. En fin, mamá, ¿podrías hablar con él por la mañana? No sé si tenga fuerzas para otra explicación ahora.
—Está bien, yo le diré lo sucedido, pero aun así no escaparas de la plática que querrá tener contigo —accedió, su tono de voz era más suave.
Mis amigos salieron y saludaron, conversamos un poco mientras cenábamos, yo aún procesaba todo lo que había ocurrido. Mi madre insistió en llevarme al médico al día siguiente, a lo que claro, no podría negarme.
Después, nos preparamos para descansar. Nos acomodamos en las camas de mi cuarto: Sofía y Samantha compartieron una, mientras que James y yo nos tumbamos en la otra. El silencio se apoderó del ambiente por un momento, hasta decidí romperlo.
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Hasta que nos descubrimos
RomanceNathan Blackwood ha sido un joven de mundos propios. En una tarde de su infancia, su vida cambia para siempre cuando se encuentra con una curiosa niña en un parque de Madrid con la cual decide compartir. Su encuentro, deja una marca en su memoria...