Capítulo 5: Sentir comodidad.

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El repentino ingreso de la madre de Selina cortó de golpe el momento que compartíamos. Apenas tuvimos tiempo de soltarnos antes de dar un paso atrás, pero la tensión en el aire era palpable, como si lo que había ocurrido entre nosotros quedara flotando en la habitación.

—Perdón por interrumpir, pero necesito tu ayuda en la cocina —dijo la madre de Luna. Su mirada penetrante sugería que había más detrás de sus palabras—. Selina, ya sabes lo que siempre te digo: no todo es lo que parece, hay muchos lobos disfrazados de cordero.

Un nudo se me formó en el estómago. No quería ser imprudente al reaccionar, así que fingí no haber escuchado el comentario.

—Está bien, mamá. Voy enseguida —respondió Selina sin más.

Salimos de inmediato, justo a tiempo para ver llegar a alguien más. Era un chico de apariencia sencilla, con anteojos que le daban un aire de inteligencia.

Su postura era bastante relajada y su vestimenta impecable. Pero sabía que las apariencias podían engañar.

Luna lo saludó con entusiasmo, y él le devolvió con la misma energía, como si compartieran una familiaridad que me hizo sentir un poco fuera de lugar.

—Nathan, él es Thomas, es un buen amigo de mi infancia —dijo con una sonrisa, mientras hacía un gesto hacia él.

Aunque la idea de que tuviera un conocido tan cercano me incomodaba un poco, decidí no dejar que se notara y reservé mis juicios.

—Es él, ¿recuerdas? El chico de la fuente del que te conté —continuó Luna.

A Thomas se le escapó una breve carcajada, como si recordara algo que solo ellos entendían. Luego, se sentó en el sofá frente a mí, cruzando una pierna sobre la otra, con un aire relajado pero atento.

—No me lo puedo creer, Selina. Parece que ocurrió un milagro —respondió, mientras me observaba con una curiosidad apenas disimulada.

—Los dejo para que se conozcan. Debo ayudar a mamá —anunció Luna.

Me acomodé en el sofá, sintiendo que el ambiente se volvía un poco más tenso. A lo lejos, noté cómo Camilo se reía despreocupado, charlando con las hermanas de Luna.

—Entonces, tú debes ser el famoso Nathan del que Selina siempre me habla —comentó Thomas mientras se rascaba el cuello—. Sabes, no se lo he dicho, pero me resulta un poco molesto cómo siempre me habla de ti, preguntándose si algún día te encontraría.

—Bueno, no sé muy bien qué decir ante eso, pareces... bastante sincero—respondí.

—Es broma, tranquilo —dijo, y sin previo aviso, puso su mano sobre mi hombro.

Sentí la presión de sus dedos y, en un gesto natural, la quité con un leve movimiento.

—Y... ¿Hace cuánto se conocen? —inicié, queriendo saber un poco más.

—Me gusta esa pregunta. La conozco desde que teníamos seis años. Es bastante tiempo, ¿no crees? —Se quitó los anteojos con lentitud, frotando el puente de su nariz

—Sí, es un largo periodo. —Puse los codos sobre mis rodillas—. De seguro la conoces muy bien.

—Por supuesto que sí. Pero cambiando de tema —dijo, mirándome fijamente a los ojos, casi sin parpadear—. Esas heridas... Selina me contó lo que hiciste. Eres muy valiente, eso me agrada me pregunto qué sentiste ante ese enfrentamiento.

—Estoy bien, no fue para tanto. No quiero hablar de eso. —Me puse de pie.

—Lo entiendo, no era mi intención incomodarte. —Levantó las manos en señal de disculpa—. De todas formas, quiero aconsejarte algo. No encariñarte tanto con Selina, terminarás arrepintiéndote.

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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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