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Después de un día lleno de emociones, todos los nobles resultaron ilesos. El banquete fue magnífico, y ahora mismo los invitados están celebrando, aunque no se encuentran las novias. Según la tradición del reino de Xijang, cuando una pareja se casa, todos celebran en su honor. Mientras tanto, los recién casados se retiran para darse un baño juntos y descansar, marcando así el inicio de su vida matrimonial.
Hua Cheng lleva puesta una bata de color blanco, al igual que Xie Lian. Ninguna de ellas se ha metido todavía en la tina. El agua de la tina, probablemente fría, está llena de fragancias y tiene un tono rosado por los pétalos de color rosa que flotan en la superficie.
Ninguna de ellas ha cruzado palabras desde que estuvieron en la iglesia; el silencio es tan incómodo que, al mirarse, desvían la mirada. Hua Cheng piensa que no debería sentirse así. Después de todo, es mayor y no debería avergonzarse. Sin embargo, su lado infantil no le permite actuar como una mujer segura, recordando que en sus vidas pasadas nadie la ha visto desnuda, excepto sus sirvientes, pero nunca alguien de esta manera.
-Su Majestad... -empezó a hablar Xie Lian-. Creo que sería mejor pedirles a las sirvientas que calienten de nuevo el agua. Seguro ya está lo suficientemente fría.
-Tiene razón, Baro... -se corrigió rápidamente-. Su Majestad.
Ahora ambas se sienten aún más incomodas después de cómo se acaban de llamar. Ya no pueden dirigirse la una a la otra como baronesa o majestad. Ahora ambas son reinas, deben llamarse así. Xie Lian se levantó de su asiento para avisar a las sirvientas que, si es posible, calienten de nuevo el agua y añadan más fragancias.
Las sirvientas obedecieron la orden, pero no pudieron evitar sentir ternura al ver a dos niñas tan avergonzadas de meterse a bañar juntas.
Xie Lian, por su parte, intentaba comportarse como la mayor, ya que tiene siete años más que Hua Cheng. Sin embargo, le preocupa que su pequeña reina vea las cicatrices que marcan su cuerpo.
Las sirvientas volvieron a llenar la tina con agua caliente y fragancias, pero esta vez les advirtieron a ambas que el agua estaba hirviendo, por lo que debían esperar a que se entibiara o, si lo preferían, podían añadir agua fría. Las dos asintieron en silencio.
Xie Lian se sentó nuevamente al lado de Hua Cheng. El baño pronto se llenó de vapor, creando un calor tan intenso que ambas niñas sintieron la tentación de quitarse las batas, pero rápidamente recordaron que no estaban solas y se contuvieron.
Hua Cheng negó con la cabeza, reprendiéndose mentalmente. Necesitaba dejar de comportarse como una niña de siete años y empezar a actuar como la adulta que era.
-Xie Lian, ¿hay algo que quieras decir? -preguntó Hua Cheng de repente, rompiendo el incómodo silencio.
Xie Lian se sorprendió al escuchar su nombre de labios de Hua Cheng, pero al mismo tiempo lo comprendió. Ambas habían evitado llamarse "Su Majestad" porque esa formalidad solo había creado más incomodidad entre ellas.Después de un breve silencio, Xie Lian finalmente respondió.
-...Tengo cicatrices.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, mezclándose con el vapor que envolvía la habitación.
Nunca pensó que a Xie Lian le preocuparan tanto sus cicatrices o que se sintiera incómoda con la idea de que alguien pudiera verlas. Jamás imaginó que Xie Lian tendría este tipo de pensamientos.
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