Ma Ogechi - Julio 2024

1 2 2
                                    


Ma Ogechi agarra con fuerza la escoba de palma y se agacha con un quejido para barrer el polvo del suelo con movimientos rítmicos y fuertes. Se inclina para alcanzar el hueco entre el mueble y la pared y, sin darse cuenta, lo golpea con el codo. Un golpe seco a su espalda la hace girarse para observar el objeto polvoriento que ha caído en el suelo. Deja la escoba a un lado y alarga la mano para cogerlo esbozando una sonrisa. Pasa el dedo pulgar entre las cuerdas y con el resto de los dedos golpetea de forma rítmica su superficie provocando una suave melodía.

Hace años que no pensaba el ella.

Tenía cincuenta y cinco años cuando se embarcó en una travesía para formarse en las artes sanadoras de todos los reinos, con la intención de mejorar sus propias prácticas adaptándose a sistemas con mejores resultados. En primer lugar, se dirigió hacia Kunaama. Pensar en navegar tan lejos le provocaba un burbujeo en el estómago que le duró hasta alcanzar la costa, con sus verdes selvas salvajes adentrándose en la arena de la playa como si quisieran constatar que esa tierra les pertenecía.

Hacía calor y la humedad conseguía que su cuerpo se sintiera pegajoso y pesado. Por eso agradeció que la acompañaran a la cabaña del chamán nada más llegar. Allí fue donde conoció a Asherah.

La joven acababa de llegar de Sombraclara y se había convertido en la ayudante del chamán, por lo que la recibió en la cabaña agasajándola con todo tipo de refrigerios típicos de la zona: pollo guisado en salsa picante y especiada, masa de maíz rellena de carne y verduras y envueltas en hojas de plátano, bebidas a base de maíz, cacao, canela y flores de mayo...

En seguida conectaron. La joven era dulce y cariñosa y Ogechi enseguida intentó transmitirle sus conocimientos tal y como intentó hacer con sus propios hijos, aunque ninguno se llegó a interesar jamás. Pasaban la mañana aprendiendo del chamán y las tardes paseando por la bahía. Asherah escuchaba con suma atención cada historia, cada anécdota de Ogechi, como si pudiera embeberse de toda la sabiduría del mundo a través de las palabras. Ogechi lo agradecía desde lo más profundo de su ser porque, aunque fuese apreciada por su comunidad, nunca nadie se había interesado tanto por ella. En el fondo de su corazón, Ogechi la había empezado a llamar "hija".

Pero todo lo bueno tiene un final. Estuvo en Kunaama durante nueve meses y la despedida fue emotiva, llena de palabras cariñosas, lágrimas de tristeza y promesas de volver a verse... Algo que nunca llegó a ocurrir. Nunca volvió a ver a Asherah. Ni siquiera sabe si sigue con vida o no a pesar de haberle mandado cartas extensas durante los primeros años aunque sin haber recibido nunca respuesta.

Aquel regalo, que Asherah le otorgó entre lágrimas antes de embarcar de nuevo de vuelta a casa, es lo único que le queda de aquella época, lo único que permite que los recuerdos no desaparezcan entre la niebla de sus recuerdos.

¿Qué habría pasado si Asherah le hubiera contestado a sus cartas?

Érase una vez... EbonmereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora