Anika - Septiembre 2024

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Anika lleva viviendo en aquella espantosa ciudad desde hace tres semanas y todavía no se ha habituado al ruido, a los olores y a estar rodeada de hombres allá donde vaya. Se remueve incómoda en el jergón de paja en casa de Tía Abike, suspira y se pone en pie procurando no despertar al resto de miembros del hogar.

Está tan acostumbrada a levantarse horas antes del amanecer, que es incapaz de permanecer en la cama durante más tiempo. Desde que llegó a la capital, su labor ha sido ayudar a Tía Abike en el mercado, prepara las sopas de tomate, semillas de melón o cacahuete que venderán durante la mañana junto al puré de ñame. También corta y sala piezas de plátano macho para freírlos luego en abundante aceite. Cada mañana cumple la misma rutina: Se levanta temprano, practica la lucha con una vara de madera en el patio trasero de la casa y toma un baño con agua fría antes de matar un par de gallinas, desplumarlas y hervir el fuego para el té.

Esta mañana, sin embargo, no está sola cuando sale al patio. Wale, el hijo de Tía Abike, está apoyado en el muro del extremo opuesto con los brazos cruzados y observándola con una sonrisa pícara dibujada en los labios. Anika intenta disimular su incomodidad irguiendo su postura y toma la vara en silencio. Se coloca en el centro del patio, respira profundo, se coloca en posición de ataque y lanza el primer golpe al aire. Tras unos minutos donde solo se escucha el silbido del aire al paso del arma, la voz de Wale rompe el silencio:

—Tu postura es demasiado rígida.

—¿Qué sabrá un chico criado en la ciudad cómo tú? —murmura Anika sin detenerse.

—Deberías flexionar más las piernas y cuidar tu costado, en una batalla real serías la primera en morir.

Anika gruñe, se detiene y le lanza una mirada cargada de ira al joven que se separa de la pared y se aproxima a ella, que retrocede y se coloca en posición de ataque.

—Si tanto sabes, demuéstralo. Lucha, Wale, hijo de Abike.

Wale resopla divertido por la nariz, mira a su alrededor en busca de un arma aceptable y toma una rama seca del iroko que descansa en el extremo del patio donde se sientan por las tardes a contar historias sobre las Asanni. Al contrario que Anika, su postura es relajada, descuidada incluso, como si aquello no fuese más que un juego de niños.

Anika ataca la primera golpeando en dirección a su cabeza, pero Wale se desplaza hacia un lado con un simple movimiento de pies. Anika gruñe y gira sobre sí misma. Busca sus pies y él vuelve a evitarla con un salto. La furia de Anika la hace golpear con más rapidez intercalando ataques por arriba con intentos de desestabilizarle por abajo, procura alcanzar su costado, pero cada una de las veces se encuentra con la rama que la detiene. Ni siquiera se da cuenta que lo tiene detrás cuando Wale coloca la rama sobre su cuello, como si de una daga se tratase y la pega a su cuerpo firme antes de susurrarle al oído:

—Para ser una Asanni, te mueves como si hubieras aprendido a luchar en la calle.

—¿Qué sabrás tú?—pregunta Anika jadeante—. Un niño de la capital...

—Mi madre es tan Asanni como tú, Anika. Y si algo he aprendido de ella es a escuchar a mi cuerpo, observar a mi oponente y no dejar que mis sentimientos me dominen. —Wale la libera y se coloca en posición de ataque. La sonrisa ha desaparecido—. Otra vez.

Siguen practicando más allá del amanecer. Ni siquiera Tía Abike se atreve a interrumpirlos. No se detienen hasta que el sol ha bajado lo suficiente para que las sombras del patio sean más largas y la luz más suave. Anika sonríe con triunfo mientras su propia vara apunta al pecho de Wale que inclina la cabeza en señal de reconocimiento antes de apartarla con suavidad y acercarse a ella, obligándola a alzar el rostro para mirarlo a los ojos.

—Nos vemos mañana a la misma hora, Anika—susurra y ella reprime un estremecimiento que le recorre la espalda mientras lo ve alejarse y desaparecer en el interior de la casa.

En alguna parte de su ser sabe que si vuelve a cruzar su arma con la de él, ya nunca más podrán volver a separarse y, por extraño que parezca, ya no está segura de querer que eso ocurra.


¿Qué pasaría si Anika decide no volver a entrenar con él?

Érase una vez... EbonmereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora