¿Cuándo me pareció una buena idea?

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Pues parece ser que sí que me voy a Grecia.

¿Qué cómo he terminado en el aeropuerto? Muy buena pregunta. Ni yo lo sé.

Tengo el vago recuerdo de llegar a casa hace un par de días y comentarle a mis padres la idea tan asombrosa de Carlota. Notese el sarcasmo, por favor. Y supe que estaban todos compinchados cuando mis padres se miraron entre ellos. Esa miradita de una conversación insonora que muchos comparten. La misma mirada que mi prima y yo compartíamos de pequeñas cuando queríamos tener una fiesta de pijamas.

Pues no van y me empiezan a intentar introducir el tema de mi Erasmus, a pedirme sutilmente experiencias y sentimientos. Tonta de mí, no lo vi claro al principio. Fue demasiado tarde cuando lo logré ver.

—Mucha gente se toma un año sabático para decidir qué rumbo tomar en su vida. No tienes que poner tanta presión sobre tus hombros —soltó mamá mientras intentaba dar con un tomate cherry. Se le escapó del plato.

—Y eres joven —añadió papá.

Señoras y señores, ahí estaban Amador y Rosa López con sus charlas motivacionales.

—Y ya casi ha pasado un año des de que me gradué. Así que este podría considerarse mi año sabático.

Me levanté y cogí con un papelito el tomate volador. Lo tiré en la basura de la estrecha cocina. Comíamos ahí mismo, en una mesa plegable de madera y unos taburetes que definitivamente no habían estado pensados para usarse mucho rato. Terminaba con el pompis dolorido.

—He buscado en internet... —Mamá sacó el móvil y se puso las gafas de ver de cerca.

—No tienes que creerte tooodo lo que ves ahí.

—Deja que termine tu madre —me cortó papá.

Eso había estado planeado seguro, de normal se quejaría del uso del teléfono en la mesa. Diciendo que se debía pasar tiempo en familia. Que no lo hiciera fue lo que hizo preparar el botón para la alarma.

—El año sabático principalmente puede enfocarse al redescubrimiento de uno mismo, a la práctica de una pasión o a dar un salto hacia una aventura. Muchos jóvenes optan por vivir experiencias en otros países, viajando y trabajando como voluntarios.

Y ahí estaba. Irse del país.

—Podrías volver a Grecia —soltó como si nada, como si fuese una idea repentina—, seguro hay islas preciosas que no pudiste visitar. Siempre estabas muy metida en tu arte...

Miré con los ojos entrecerrados a mis padres. Sabían que sabía lo que estaban haciendo en el momento en el que compartieron esa misma mirada.

—¡Lo sabía! ¡Carlota os ha comido la cabeza! —dejé de comer al instante.

—¡Pero es que es muy buena idea! —decía mi madre con un trozo de pollo en el tenedor.

—Y al ser un voluntariado no tendrías que preocuparte de nada —alzó ambas cejas mi padre—, te dan ellos alojamiento y comida.

—Ah, que encima ya dais por supuesto que haré un voluntariado.

—Bueno, a ver, yo he investigado un poco —se encogió de hombros mi madre—. Pensaba que habías visto la carpeta en el escritorio.

¿Era eso?¿Una carpeta llena de información sobre voluntariados? Se les había ido la cabeza.

—¿Sabéis lo que cuesta un billete a Grecia?

—¡Claro que lo sabemos! ¡Te pagamos nosotros el vuelo cuando te fuiste! —rio papá.

No quería que gastaran más dinero.

Santuario Berenice: Un verano gatunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora