Cada cuerpo es arte

7 1 4
                                    

Si alguien me pregunta, diré que soy muy previsora y que por eso estoy seis horas antes de que mi barco salga del puerto. Para nada aceptaré la derrota de que no tengo un lugar donde dormir, necesito un poco de dignidad después del drama digno de uno de esos programas que mi tía ve en la televisión.

He tenido que volver a pillar un taxi para llegar hasta el puerto, pero al menos hay luna llena y puedo ver algo. El problema es la batería de mi teléfono, como no hay lugar donde conectarlo, no puedo arriesgarme a usarlo. Así que estoy sentada en el bordillo del puerto, donde se encuentra la última caseta para comprar los billetes del barco en el que me tendré que subir para ir a mi destino.

No, no me quedo en Atenas. Este viaje, o mejor dicho, experiencia para reconectar con mi alma artística, no ocurrirá en la capital de Grecia. Y ahora mismo agradezco mucho no quedarme, menos riesgo a toparme con Cora y Basil. Ojalá poder estar feliz por ellos, pues parece que les va bien si llevan dos años juntos, pero ahora mismo se me hace imposible. El dolor es demasiado reciente.

Me entretengo mirando mi reflejo en el agua, la luz de la luna ilumina mi cara. Me sonrío a mí misma. ¿Me duele haber averiguado todo lo de antes? Definitivamente sí. ¿Me ha recordado lo orgullosa estoy de mí misma por la forma en la que he crecido? Por supuesto.

En la sociedad en la que vivimos, en la que todo el mundo se cree con el poder de criticar lo que quiera o dar su opinión sin miramientos, hay ciertos comentarios que pueden destruirte.

No voy a suavizarlo, porque en su momento nadie fue suave o dulce conmigo. Muchos me han hecho sentir pequeña por mi cuerpo, indeseable, fea. Hasta que me harté, me harté de oír comentarios, de oír opiniones que no deberían importarme una mierda. Estaba cansada de compararme con cualquier otra persona. Yo soy yo. Y yo soy Alessia, con mi pelo colorido, mis vestidos de flores, mis cárdigans de colores pastel. Soy la Alessia que ya no se fija en si a otra chica le queda mejor un bikini, soy la Alessia que si le gusta algo, se lo compra. Soy la Alessia que ya se ha cansado de la sociedad y de centrarse en los cuerpos normativos como si fueran lo ideal. Todo cuerpo es ideal y punto.

En Bellas Artes aprendí tanto a amarme, y todo gracias a las clases de pintura al natural. Todos aquellos modelos que venían para que nosotros los estudiáramos, al principio todos estábamos nerviosos, un tanto avergonzados de mirarlos y dibujarlos, analizarlos. Hasta que esa mirada crítica se convirtió en una que admiraba la belleza del ser humano. Salía de cada clase con más ganas de percibirme a mí misma de la manera en la que percibía a esas modelos.

Cada cuerpo es arte.

Así que sonrío mi reflejo en el agua y me recuerdo que aunque haya gente de mierda, no dejaré que me pisoteen —aunque me permito sentir esa decepción que no se ha terminado de evaporar—. Al subirme a ese avión, había dudado sobre mi decisión, sobre si realmente esta experiencia me haría crecer. No ha pasado ni un día, y ya me está demostrando que lo hará. Por lo tanto, aceptaré todas las bofetadas que me encuentre y lucharé contra estas.

Levanto la mirada hacia la luna, cómo brilla con tanta intensidad. La calma del puerto me hace sentir un cosquilleo en las puntas de los dedos, no voy a evitar la llamada; agarro la tableta de dibujo y abro un nuevo proyecto. Vuelvo a mirar el paisaje delante de mí, pero cuando volteo dos veces el lápiz en mi mano esa llamada parece haber desaparecido.

Tiempo al tiempo, me recuerdo. Hay que ser paciente, aunque duela, aunque arda. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Santuario Berenice: Un verano gatunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora