𝟎𝟔

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El amanecer llegaba suavemente al palacio, iluminando los jardines y las torres con un resplandor dorado

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El amanecer llegaba suavemente al palacio, iluminando los jardines y las torres con un resplandor dorado. En los aposentos de Akaza, los primeros rayos de sol se filtraban a través de las cortinas, bañando la habitación en una luz cálida y reconfortante. Douma despertó lentamente, sintiendo la suavidad de la seda bajo su cuerpo y la calidez del brazo de Akaza, que lo rodeaba con una sensación protectora.

A lo largo de las semanas, Akaza y Douma habían compartido varios momentos de cercanía, pero esta vez era diferente. Había un sentimiento tangible en el aire, una conexión que había crecido con cada interacción, cada palabra susurrada en la oscuridad de la noche. Ahora, mientras Douma se acomodaba en los brazos de Akaza, sintió que el lazo entre ellos se fortalecía, algo que no había previsto ni buscado, pero que se sentía inevitable.

Akaza, notando que Douma había despertado, se inclinó ligeramente hacia él, su expresión suave y llena de una ternura que contrastaba con su habitual semblante serio.

─ Buenos días, Douma, ─ susurró Akaza, su voz ronca por el sueño. ─ Espero que hayas dormido bien.

Douma sonrió, un gesto pequeño pero sincero, mientras levantaba la mano para acariciar suavemente el rostro de Akaza.

─ Mejor de lo que he dormido en mucho tiempo, ─ respondió Douma, sus ojos brillando con una luz que no podía ocultar.

Pasaron los minutos en silencio, simplemente disfrutando de la compañía mutua, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos. Finalmente, Akaza rompió el silencio, su voz baja pero cargada de significado.

─ Sabes, Douma, nunca había sentido esto por nadie antes. No sé exactamente cómo describirlo, pero cuando estoy contigo, es como si todo lo demás dejara de importar. Como si fueras lo único real en este lugar.

Douma sintió que su corazón se aceleraba ante esas palabras. Había esperado que Akaza lo quisiera, que lo favoreciera, pero no había anticipado que esas emociones serían tan profundas, tan auténticas.

─ Yo... siento lo mismo, Akaza, ─ admitió Douma, su voz temblando ligeramente. ─ Al principio, pensé que todo era parte de un juego, algo que podía controlar. Pero ahora… me doy cuenta de que es más que eso. No puedo imaginarme lejos de ti.

Akaza lo observó por un momento, como si estuviera buscando algo en los ojos de Douma. Luego, con un gesto suave, inclinó la cabeza hacia él y lo besó nuevamente, un beso suave, lleno de promesas y sentimientos no dichos.

A lo largo de los días siguientes, su relación continuó floreciendo en esos momentos de tranquilidad que compartían. A veces, se encontraban paseando por los jardines, sus manos entrelazadas mientras conversaban sobre cualquier cosa y todo. Akaza a menudo encontraba maneras de hacer sonreír a Douma, ya fuera por un comentario ingenioso o simplemente al sorprenderlo con pequeños gestos de afecto.

Una tarde, mientras descansaban en un pabellón rodeado de flores, Akaza tomó la mano de Douma y la sostuvo en la suya, sus dedos rozando la suave piel del dorso.

𝐃𝐨𝐮𝐦𝐚, 𝐄𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚 𝐚𝐥 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐢𝐩𝐞 [𝘿𝙤𝙪𝘼𝙠𝙖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora