𝟎𝟓

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El sol se encontraba en su punto más alto, bañando el palacio con una luz brillante que reflejaba en las blancas paredes de mármol y en los jardines florecientes

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El sol se encontraba en su punto más alto, bañando el palacio con una luz brillante que reflejaba en las blancas paredes de mármol y en los jardines florecientes. En el harén, la atmósfera estaba cargada de una expectación palpable. Desde que Douma había recibido el poema de Akaza, los rumores y la envidia se habían multiplicado entre las concubinas, quienes veían con resentimiento cómo él ascendía cada vez más en el favor del príncipe.

Douma, sin embargo, mantenía su compostura habitual, una mezcla perfecta de gracia y misterio que lo hacía destacar aún más. Sabía que cada gesto, cada mirada, era observado de cerca por aquellos que lo rodeaban, pero se había acostumbrado a ser el centro de atención. Lo que le importaba en ese momento era algo mucho más profundo: las señales de afecto cada vez más evidentes que Akaza le mostraba.

Esa tarde, mientras Douma se encontraba en sus aposentos, disfrutando de la tranquilidad que rara vez se encontraba en el harén, fue interrumpido por una suave llamada a la puerta. La encargada del harén, Lady Kanae, apareció en el umbral con una sonrisa enigmática.

─ Douma, el príncipe Akaza ha enviado un presente para ti, ─ dijo con su tono habitual de cortesía, pero Douma notó una chispa de curiosidad en sus ojos.

Douma levantó una ceja con interés y se acercó a Lady Kanae, quien sostenía en sus manos una pequeña caja de madera oscura, delicadamente tallada con intrincados diseños. Con un gesto elegante, Lady Kanae le entregó la caja, y Douma la aceptó con un ligero asentimiento.

─ Muchas gracias, Lady Kanae, ─ respondió Douma con suavidad, observando la caja con creciente curiosidad.

Cuando Lady Kanae se retiró, Douma se sentó en su sofá, colocando la caja sobre la mesa frente a él. Su corazón latía un poco más rápido de lo habitual mientras sus dedos deslizaban la tapa de la caja. Dentro, sobre un fondo de suave terciopelo negro, descansaba un collar de esmeraldas. La joya principal era una esmeralda grande y perfectamente tallada, que brillaba con una intensidad que reflejaba la luz de la habitación en tonos verdes profundos. Alrededor de la esmeralda, pequeños diamantes acentuaban el diseño, realzando aún más la belleza del collar.

Douma se quedó en silencio, contemplando el regalo con una mezcla de asombro y algo más profundo que no pudo identificar de inmediato. Akaza había elegido esta joya con cuidado, y el significado detrás de este gesto no se le escapaba. Las esmeraldas, con su color verde vibrante, eran un símbolo de poder, sabiduría y amor eterno en muchas culturas. Para Akaza, regalarle una joya tan significativa a Douma era una declaración, no solo de afecto, sino de la importancia que él tenía en su vida.

Sin poder evitarlo, Douma sonrió. Había recibido muchos regalos a lo largo de su vida, pero ninguno como este. Había algo en la forma en que Akaza lo trataba, en la manera en que lo miraba, que hacía que Douma se sintiera... especial. Era un sentimiento nuevo y desconcertante para él, acostumbrado a ver a los demás como simples piezas en su juego. Pero Akaza era diferente. Con cada gesto, con cada palabra, lograba traspasar las defensas que Douma había construido a lo largo de los años.

𝐃𝐨𝐮𝐦𝐚, 𝐄𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚 𝐚𝐥 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐢𝐩𝐞 [𝘿𝙤𝙪𝘼𝙠𝙖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora