𝟎𝟒

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El harén estaba inmerso en su habitual bullicio de voces y risas contenidas mientras las concubinas y concubinos se reunían para la comida del mediodía

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El harén estaba inmerso en su habitual bullicio de voces y risas contenidas mientras las concubinas y concubinos se reunían para la comida del mediodía. Douma se sentaba en su lugar habitual, su postura elegante y su rostro sereno, observando a su alrededor con una expresión que denotaba una calma calculada. A pesar de las miradas envidiosas que a menudo le dirigían los demás, Douma siempre se mantenía inmutable, seguro de su posición privilegiada.

Las charlas entre las concubinas llenaban el aire, muchas de ellas centrándose en los rumores sobre el creciente afecto de Akaza por Douma. Algunas lo miraban con recelo, otras con abierta hostilidad, pero Douma apenas les prestaba atención. Para él, todos esos murmullos eran simples ecos, sin ningún peso real en su vida. Su mente estaba ocupada con pensamientos más importantes: cómo mantener el favor de Akaza, cumplir con la misión encomendada por Muzan, y al mismo tiempo, entender los sentimientos que comenzaban a surgir dentro de él.

De repente, el murmullo en la sala disminuyó cuando Lady Kanae, la encargada del harén, entró en la habitación. Su porte elegante y la forma en que todos los ojos se posaron en ella revelaban su autoridad indiscutible. Con una sonrisa suave pero enigmática, se dirigió directamente hacia Douma, quien la observó con un leve arqueo de ceja, esperando lo que estaba por venir.

Lady Kanae se detuvo frente a Douma y, con una inclinación de cabeza, extendió un pequeño pergamino enrollado.

─ Douma, esto es para ti, de parte del príncipe Akaza, ─ dijo, su voz resonando con un tono de respeto que no pasó desapercibido para los demás.

Douma aceptó el pergamino con gracia, agradeciendo a Lady Kanae con un gesto de la cabeza. Todo el harén lo observaba con expectación mientras desenrollaba el pergamino, sus dedos moviéndose con delicadeza por el fino papel.

Las palabras escritas en el pergamino eran elegantes y cuidadas, la caligrafía de Akaza inconfundible en su precisión y arte. Douma comenzó a leer el poema en silencio, sus ojos recorriendo cada verso con creciente interés.

"En el silencio de la noche te busco,
En el susurro del viento te encuentro,
Tu voz, un eco que calma mis dudas,
Tu mirada, un faro que guía mi senda.

Cada paso que das ilumina mi camino, 
Cada sonrisa tuya, un regalo divino.
Oh, Douma, en tus manos yace mi corazón, 
Como una flor en el primer rayo del sol."

Douma sintió que un calor sutil se extendía por su pecho al leer las palabras de Akaza. El príncipe no solo le había enviado un poema, sino que le había entregado una parte de sí mismo, un destello de sus emociones más profundas. Douma no pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. El poema era hermoso, y más que eso, era sincero. Akaza estaba abriendo su corazón, exponiendo sus sentimientos de una manera que Douma no había anticipado.

Mientras continuaba leyendo, el bullicio en la sala pareció desaparecer, dejándolo solo con las palabras que tenía frente a él. Las emociones de Akaza estaban claramente reflejadas en cada verso, y Douma, aunque consciente de la importancia de mantener su misión en mente, no pudo evitar sentirse conmovido por la profundidad del afecto que el joven príncipe parecía sentir por él.

Los otros en el harén lo observaban con diferentes grados de curiosidad, envidia y resentimiento. La atención que Akaza le daba a Douma no tenía precedentes, y aunque Douma había aprendido a mantener una fachada impenetrable, esta vez fue diferente. Las palabras del poema habían tocado algo dentro de él, algo que se había esforzado por ignorar, pero que ahora, con cada gesto de Akaza, se hacía más difícil de negar.

Finalmente, Douma enrolló el pergamino con cuidado y lo guardó en su regazo. Su mente era un torbellino de pensamientos, pero su rostro no mostraba nada más que una calma absoluta. Levantó la vista y encontró a Lady Kanae todavía observándolo, esperando alguna reacción.

─ Agradezco profundamente este gesto, Lady Kanae, ─ dijo Douma con suavidad. ─ Por favor, transmita mis sentimientos de gratitud al príncipe Akaza. Este poema es un tesoro que guardaré cerca de mi corazón.

Lady Kanae asintió con una sonrisa, pareciendo satisfecha con la respuesta de Douma. Después de una última mirada a las demás concubinas, que murmuraban entre ellas, la encargada del harén se retiró.

Douma permaneció en su lugar, sintiendo todas las miradas posadas sobre él. Pero ya no le importaban. Sus pensamientos estaban en otro lugar, con las palabras del poema que Akaza le había escrito, y en lo que esas palabras realmente significaban para él.

Aunque seguía siendo consciente de su misión y de la necesidad de cumplir con las órdenes de Muzan, Douma también sabía que su relación con Akaza había llegado a un punto donde los sentimientos eran más que simples herramientas en un juego de poder. Y en ese momento, mientras el sol se ponía y la luz dorada llenaba la habitación, Douma comenzó a aceptar que tal vez, solo tal vez, estaba comenzando a sentir algo verdadero por el príncipe.

Pero, ¿qué haría con esos sentimientos? Esa era una pregunta para otro día. Por ahora, Douma decidió disfrutar del momento, de la calidez que las palabras de Akaza le habían traído, y de la suave sensación de que, en medio de todo, estaba empezando a encontrar algo que nunca había esperado: una verdadera conexión.

 Por ahora, Douma decidió disfrutar del momento, de la calidez que las palabras de Akaza le habían traído, y de la suave sensación de que, en medio de todo, estaba empezando a encontrar algo que nunca había esperado: una verdadera conexión

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𝐃𝐨𝐮𝐦𝐚, 𝐄𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚 𝐚𝐥 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐢𝐩𝐞 [𝘿𝙤𝙪𝘼𝙠𝙖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora