"Capitulo 2"
Cuando cursaba sexto grado de primaria recibí la peor de las noticias.
Una mañana me levanté sin ganas de asistir a clases. La noche anterior me había desvelado viendo televisión. Al día siguiente mamá me llevaba a regañadientes a la escuela, estaba lloviendo y el frío calaba hasta los huesos. Era una mañana de noviembre, exactamente un Viernes 22 de noviembre. Recuerdo, que con las prisas, había olvidado tomar el impermeable y solo llevaba mi sombrilla roja, esa sombrilla que tanto amaba y que mi padre me había regalado.
Ya estaba un poco desgastada, y había perdido ese brillante color.
Mi madre estaba furiosa conmigo por hacerla perder tiempo. Y siempre tendía a dolerle la cabeza cuando se enfadaba. Así que evité hablarle durante el transcurso a la escuela. Al llegar, ya se le había pasado el mal humor y antes de bajarme del auto y correr hacia la entrada de la escuela. Mi madre tomó mis mejillas con ambas manos y beso mi frente. No se por que sentí una extraña sensación, como si se estuviera despidiendo de mí, como si fuera la ultima vez que la vería.
Extrañamente, esa fue la ultima vez que ella beso mi frente.
Estaba en clase de Matemáticas cuando la secretaria del director llegó al salón preguntando por mí. Todo el grupo guardo silencio, incluso hasta mis compañeros que solían ser muy inquietos.
La maestra me llamó y me pidió que acompañara a la secretaria a dirección. Observé a la maestra muy extrañada, sin entender nada. Al menos podría jurar que ese día me había portado bien, sin travesuras, o algo que pudiera avergonzar a mi madre.
Camine detrás de la secretaria con mucho temor, asustada de lo que pudieran decirme. Bajamos la escaleras y cruzamos el gran patio de la escuela hasta llegar a la dirección. Me sorprendí tanto cuando entre y vi al hombre sentado frente al director.
Era mi padre, lo reconocí de inmediato. Habían pasado mas de cinco años desde aquella ultima vez que lo vi. Sabia que constantemente le mandaba dinero a mi madre, pero nunca se había vuelto a parar por la casa; ni en mi cumpleaños, ni en vacaciones ni siquiera en navidad. No estaba molesta con él... lo amaba... pero sentía cierta decepción.
Lo miré sorprendida, y creo que el también se sorprendió demasiado al verme. Yo había crecido mucho, estaba mas alta, mi cuerpo estaba cambiando, ya no era la misma niñita que comía mango sentada frente al televisor. Prácticamente me estaba convirtiendo en una señorita.
- Papá - aquella palabra salió de mi boca con gran asombro.
Levantó la mirada y me observó detenidamente, tenía los ojos llorosos, y una expresión de angustia y tristeza a la vez. Me acerqué lentamente, el corazón me latía como un caballo galopando a toda velocidad. No se por qué, pero sentí una necesidad de abrazarlo, de apaciguar su tristeza cualquiera que fuera. Seguía siendo un hombre guapo, muy atractivo pero con unos mechones de canas qué adornaban su cabello. Y esas arruguitas debajo de sus ojos lo hacían lucir increíblemente bien. Como pudo esbozo una sonrisa y extendió sus brazos. No espere mas y me arroje al él. Aspire con fuerza llevando a mis fosas nasales su delicioso aroma, ese rico olor a madera endulzado.
- Paula - titubeo - mi niña, que grande te has puesto. Mírate, eres tan hermosa como tu madre.
- Papa, por que tardaste tanto... - susurre.
Hundí mi rostro en su cuello, lo extrañaba tanto. Que las lagrimas salieron de mis ojos sin previo aviso.
- Paula, hija... ha sucedido algo - dijo acariciando mi espalda.
- Los dejo un momento - interrumpió el director.
Me aparte de él, esperé a que el director saliera de la oficina y volví la mirada a mi padre quien no dejaba de llorar. Algo no estaba bien lo sabia, por que mi pecho me lo advertía a gritos.
- Paula, tu... tu madre tuvo un accidente - sentí un vuelco en el pecho, un dolor punzante que me oprimía con gran fuerza -. Ella, murió al instante.
Si me hubieran dicho que esta mañana era la ultima vez que vería a mi madre, la hubiera besado y le hubiera dicho cuanto la amaba. Pero el "hubiera" no existe y nada iba a cambiar las cosas. El dolor era tan insoportable, como una daga perforando mi pecho. Dolía en los mas profundo, incluso me costo trabajo poder respirar. Los brazos de mi padre me acogieron en un abrazo intentando calmar el dolor.
A los pocos minutos el director llegó con mi mochila en su mano y aquella sombrilla roja que nunca soltaba. Ese día no pude dejar de pensar en esas palabras que mi madre repetía una y otra vez, "Es de mala suerte abrir los paraguas dentro de la casa" entonces, ¿era mi culpa? todo lo que había pasado ¿era mi culpa? Yo había atraído la mala suerte a mi vida, a mi familia. Por caprichosa, por berrinchuda, por no obedecerla y querer jugar con ella dentro de casa. ¡El divorcio de mis padres, la muerte de mi madre eran culpa mía!
Los días siguientes fueron los mas dolorosos de mi vida. No comí, ni bebía nada, mucho menos dormía. Mi abuela apenas me obligó a beber algo, decía que si no comía, por lo menos bebiera líquidos o sino me iba a desmayar. A regañadientes lo hice y la obedecí.
La despedida fue tan dura, tan tormentosa como dolorosa. Cuando hablaba de la muerte solía verla tan lejana a mí, creía que mis padre vivirían cientos de años y que nunca los perdería. A mis once años perdí a mi madre, y mi vida cambio por completo. Ya no tendría una amiga a quien confiarle mis cosas, no tendría una madre regañona recordándome cada día que debía dormir temprano. No tendría una madre quien me aconsejara sobre relaciones, sobre amores, sobre gustos. Mi vida seria tan solitaria sin ella. Y no queria vivirla así. Me aferraba a los recuerdos para no olvidarla, para que nunca saliera de mis pensamientos y mi corazón.
Durante las noches aparecía en mis sueños, vestida de blanco, con su cabello suelto y sus labios en un tono rojizo. Llegaba a mi cuarto, acariciaba mi rostro mientras yo la observaba a detalle. Siempre me decía que me cuidara, que nunca me rindiera y que luchara por mis sueños e ideales, cualquiera que fuera. Luego me daba un beso en la frente y se marchaba. Yo despertaba con la sensación de que todo había sido tan real. Pero la realidad me abofeteaba de manera abrupta y cruel. Y de nuevo me encontraba sola en mi habitación con el corazón roto, con las lagrimas derramando hasta el suelo y con la tristeza que consumía hasta mi alma entera.
Al mes, mi padre solicito mi custodia. Y un año mas tarde ya estaba viviendo con él. Había conseguido comprar una casa en una colonia residencial. Luego unos meses después de que me mudara a su casa, hizo los trasmites para solicitar mi transferencia de secundaria. Eso fue un golpe bajo para mi, pues me había costado trabajo hacer amigos en mi primer año.
No queria ser la nueva, la chica callada, sin amigos y solitaria. Eso me angustiaba mucho. Sin embargo, desde el primer día que llegué, fui muy bien acogida por grandes amistades. Y entonces conocí a la persona que cambiaria mi mundo completamente.
Agustín ☂️
¡¡GRACIAS POR LEERME!!🥰😍🥰🥰
Hola chicas, espero sinceramente que esta historia les guste mucho. Se que no es nada parecido a lo que escribo en mi otro perfil. Pero esto es lo que me gusta, escribir historias que surgen de mi cabeza constantemente. Hare todo lo posible por que sea de su agrado. El capitulo uno y dos son prácticamente un resumen de la vida de Paula. Una chica que experimentara y tratara de vivir su vida al máximo. 💯💓😍
Recuerden que los capítulos de esta historia serán por semana y con un máximo de 2000 mil palabras para no aburrirlas.
Otra cosa, Agustín es muy similar a Yoongi 🙈🙊 pero mexicano. La historia estará ambientada en mi hermoso país México.
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"La chica de la sombrilla roja"
RomansaLa edad es solo un número - me repetí una y otra vez. Mis sentimientos por el profesor Agustín habían resurgido desde aquel encuentro. Sus ojos marrones me observaron con delicadeza, sonreí tímidamente, baje la mirada y esperé a que se acercara...