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Rodan había tenido un día agotador. Desde que el sol había salido, no había tenido un momento de descanso. Entre sus deberes y el incesante movimiento de todos a su alrededor, apenas había tenido tiempo para sí mismo. La noche había caído finalmente, y con ella, un silencio que invitaba al descanso. Sin embargo, su mente seguía corriendo a mil por hora, incapaz de detenerse.

Ghidorah, por su parte, observaba a Rodan desde la distancia. Había notado el cansancio en su expresión, en la manera en que sus hombros caían un poco más con cada paso. No sabía exactamente por qué, pero sentía una extraña necesidad de ofrecerle un momento de paz.

—Rodan —llamó Ghidorah con suavidad, acercándose a él.

Rodan levantó la mirada, sorprendido. No esperaba que Ghidorah se le acercara tan tarde, y menos con esa expresión en su rostro, casi preocupada.

—¿Sí? —respondió Rodan, intentando sonar más alerta de lo que realmente estaba.

—Pareces cansado —comentó Ghidorah, deteniéndose frente a él—. ¿Por qué no tomas un descanso?

Rodan suspiró, sin fuerzas para negar lo evidente. Sabía que su cuerpo le estaba pasando factura, pero aún había tanto por hacer. Sin embargo, algo en la voz de Ghidorah le hizo reconsiderar. Tal vez un breve descanso no estaría mal.

—Supongo que podría descansar un poco —admitió Rodan, aunque sin mucho convencimiento.

Ghidorah le hizo un gesto para que se acercara, y sin pensarlo demasiado, Rodan se dejó guiar. Ambos se sentaron en un rincón tranquilo, donde el murmullo del viento parecía una suave melodía que arrullaba. Ghidorah, siempre tan imponente y distante, se permitió un gesto de cercanía poco habitual: colocó un brazo alrededor de Rodan, atrayéndolo hacia sí.

Rodan se sorprendió por el contacto, pero no pudo evitar sentir una calidez reconfortante en ese gesto. Cerró los ojos por un momento, intentando relajarse. El suave ritmo de la respiración de Ghidorah junto al sonido del viento comenzó a arrullarlo más de lo que había imaginado. Su cuerpo, exhausto, empezó a ceder al sueño.

Ghidorah no dijo nada cuando sintió que el peso de Rodan se hacía más evidente contra su cuerpo. Bajó la mirada y lo vio, con los ojos cerrados, respirando profundamente. Rodan se había quedado dormido, completamente rendido, en sus brazos.

Por un momento, Ghidorah se quedó inmóvil, sin saber qué hacer. No era algo que hubiera esperado, y mucho menos algo que había planeado. Pero al observar la expresión serena de Rodan, la tensión en su rostro finalmente desaparecida, Ghidorah no pudo evitar sentir una especie de satisfacción.

Rodan había confiado en él, aunque fuera de manera inconsciente. Se había permitido bajar la guardia y descansar en sus brazos. Ghidorah sintió una calidez inesperada, una sensación que no sabía cómo describir. Decidió no moverse, no quería perturbar ese momento.

La noche avanzaba lentamente, y el silencio entre ellos se hizo más profundo, más íntimo. Ghidorah observó a Rodan, memorizando cada detalle de su rostro relajado, cada mechón de cabello desordenado. En ese instante, algo en él cambió. Ya no veía a Rodan solo como un aliado o un rival, sino como alguien a quien quería proteger, alguien en quien había encontrado una inesperada conexión.

Y mientras Rodan soñaba tranquilo, Ghidorah, por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba exactamente donde debía estar.

I hate (Love)  you!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora