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La gala real era el evento del año, y el gran salón del palacio estaba adornado con lujosos candelabros y decoraciones opulentas. Los invitados se movían con elegancia en sus trajes y vestidos formales, disfrutando de una noche de música, baile y sofisticación. Entre los asistentes se encontraba Rodan, vestido con un impecable traje de gala, pero con una expresión de desánimo que contrastaba con el esplendor que lo rodeaba.

Rodan había sido invitado como representante de su familia, y aunque había asistido con la esperanza de disfrutar de la noche, pronto se dio cuenta de que se encontraba en una esquina del salón, observando a los demás bailar y disfrutar sin ser invitado a unirse. Su corazón se hundía cada vez que veía a parejas danzando juntas, riendo y compartiendo momentos de alegría.

Rodan trató de mantenerse animado, pero no podía evitar sentirse cada vez más aislado. La música sonaba suave y melodiosa, pero para él, solo parecía resaltar su soledad. Cada vez que intentaba acercarse a un grupo, se encontraba con sonrisas educadas pero vacías, y nadie parecía dispuesto a invitarlo a la pista de baile.

Con el tiempo, Rodan se apoyó en una columna, sintiendo que el peso de la tristeza comenzaba a abrumarlo. Miró a su alrededor, deseando que alguien notara su presencia y le ofreciera un baile, pero la noche parecía avanzar sin cambiar.

Fue entonces cuando escuchó una voz familiar y cálida que cortó el ruido de la multitud y la música de fondo. Era una voz que conocía muy bien, y el tono le resultaba inconfundible. Alzó la vista y vio a Ghidorah, con su elegante traje y su porte distinguido, atravesando la pista de baile con determinación.

Ghidorah se acercó a Rodan con una sonrisa que iluminaba su rostro, y sin esperar más, extendió una mano hacia él. La multitud parecía desvanecerse mientras el mundo se reducía a ese instante.

—¿Puedo tener este baile? —preguntó Ghidorah, su voz suave y llena de cariño.

Rodan se quedó sorprendido, sus ojos se llenaron de brillo al mirar a Ghidorah. La tristeza en su corazón comenzó a desvanecerse, reemplazada por una oleada de felicidad y esperanza.

—¿De verdad? —preguntó Rodan, su voz apenas un susurro.

—De verdad —confirmó Ghidorah, tomando la mano de Rodan con firmeza y conduciéndolo hacia el centro de la pista de baile.

Rodan se sintió aliviado y emocionado al mismo tiempo, y aceptó la invitación con una sonrisa radiante. Cuando Ghidorah lo envolvió en un abrazo cálido y protector, Rodan se sintió como si toda la tristeza de la noche se hubiera disuelto en el aire.

La música comenzó a sonar de nuevo, y Ghidorah guió a Rodan en un elegante baile que era a la vez romántico y lleno de gracia. Rodan se sintió ligero y alegre, sus movimientos fluyendo con los de Ghidorah de manera perfecta. La pista de baile se llenó de una nueva energía mientras la pareja se movía en armonía, y la tristeza de Rodan se convirtió en una sensación de euforia.

—Gracias —dijo Rodan, mirando a Ghidorah con ternura—. No sé qué habría hecho si no hubieras venido a buscarme.

—Siempre estaré aquí para ti —respondió Ghidorah, sus ojos brillando con sinceridad—. Y esta noche, te prometo que no tienes que sentirte solo. Estoy aquí para hacer que tu noche sea especial.

Rodan se apoyó en el hombro de Ghidorah, disfrutando de la calidez y el amor que transmitía. El resto de la noche pasó en un encantador y mágico momento compartido entre ellos, y mientras la música continuaba, Rodan supo que, con Ghidorah a su lado, no había lugar para la tristeza.

Así, bajo las luces resplandecientes del gran salón, Rodan y Ghidorah bailaron juntos, llenando el aire con una conexión profunda y un amor que hacía que cada paso y cada giro fueran un testimonio de la felicidad y la compañía que se habían encontrado.

I hate (Love)  you!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora