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La lluvia caía de manera constante, creando una atmósfera acogedora y tranquila en el apartamento de Rodan. Sin embargo, el confort del hogar no era suficiente para mitigar el malestar que Rodan sentía. La fiebre alta y el cansancio lo habían mantenido en la cama durante el día, y ahora, mientras el cielo se oscurecía, Rodan se encontraba acurrucado bajo las mantas, con el rostro pálido y la respiración entrecortada.

El timbre de la puerta sonó suavemente, y Ghidorah entró en la habitación con una expresión de preocupación. Había llegado apresuradamente, trayendo consigo una bolsa llena de medicamentos, una caja de remedios caseros y una olla de sopa casera que había preparado con mucho cuidado. Al ver a Rodan en la cama, su corazón se llenó de ternura y ansiedad.

—Rodan, cariño —dijo Ghidorah, acercándose rápidamente—. ¿Cómo te sientes?

Rodan levantó la vista, sus ojos nublados por la fiebre. Una débil sonrisa apareció en sus labios al ver a Ghidorah, y susurró con voz temblorosa:

—Hola, Ghidorah. Gracias por venir.

Ghidorah se inclinó hacia él, colocando una mano en la frente de Rodan y sintiendo el calor de la fiebre. Con un suspiro preocupado, comenzó a preparar la sopa y a organizar los medicamentos, siempre con un ojo en Rodan para asegurarse de que estuviera lo más cómodo posible.

—Voy a cuidarte —dijo Ghidorah, mientras le ofrecía un cuenco de sopa—. Bebe esto, te ayudará a sentirte mejor.

Rodan tomó la sopa con manos temblorosas, y aunque la fiebre seguía ardiente en su cuerpo, el gesto atento de Ghidorah le ofrecía un consuelo indescriptible. Después de que Rodan bebiera la sopa, Ghidorah le pasó un paño fresco para ayudar a reducir la fiebre, y se sentó en la cama a su lado, tomando la mano de Rodan entre las suyas.

—Estoy aquí contigo —murmuró Ghidorah—. No tienes que preocuparte por nada.

Rodan lo miró con gratitud, sintiendo el alivio en sus palabras y en su toque. La calidez de la mano de Ghidorah le daba una sensación de seguridad que contrastaba con la frialdad de su propio cuerpo. Ghidorah estaba decidido a asegurarse de que Rodan se sintiera lo mejor posible, y su preocupación y cariño eran palpables.

A medida que la noche avanzaba, la fiebre de Rodan comenzó a bajar lentamente, y él se sintió un poco más capaz de relajarse. Ghidorah se acomodó junto a él en la cama, manteniéndolo cálido y cómodo mientras lo observaba con una mezcla de preocupación y amor.

Finalmente, cuando Rodan parecía estar un poco más recuperado, Ghidorah se inclinó hacia él, sus ojos reflejando una profunda emoción. Sin mediar palabras, se inclinó y le dio un beso suave en los labios. El beso fue un gesto lleno de ternura y amor, un consuelo que iba más allá de las palabras.

Rodan respondió al beso con una suavidad igual, sus labios encontrándose con los de Ghidorah en un contacto lleno de cariño y gratitud. El gesto fue un alivio para ambos, una confirmación silenciosa de su amor y compromiso mutuo.

—Gracias por estar aquí —murmuró Rodan, su voz apenas un susurro—. No sé qué haría sin ti.

—Nunca tendrás que averiguarlo —respondió Ghidorah, acariciando suavemente la mejilla de Rodan—. Siempre estaré a tu lado.

Con el corazón reconfortado y la fiebre en declive, Rodan cerró los ojos, sintiendo el abrazo de Ghidorah como una manta de seguridad y amor. El beso había sido un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, el amor y el cuidado de Ghidorah eran constantes y profundos.

La lluvia seguía cayendo suavemente, creando una melodía tranquila en el fondo, mientras Rodan y Ghidorah se acurrucaban juntos en la cama. La noche avanzaba, y con cada respiración compartida y cada caricia tierna, el vínculo entre ellos se fortalecía aún más.

I hate (Love)  you!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora