Día 5

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AU - El Príncipe y su Caballero

Ser el hijo del Rey no era tan increíble como la mayoría en el pueblo lo pensaba; no tomas baños entre joyas, no pasas todo el día haciendo lo que quieres, no puedes decir que es lo que quieres para tu futuro, porque ya está escrito y no puedes contraponerte a ello. Apenas tiene catorce años, hay muchas cosas que no comprende, pero se limita a guardar silencio cuando llegaba la hora de juzgar a los presos por sus crímenes y decidir su castigo, sentado en su pequeño trono mientras su madre y su padre se sientan en los más grandes, obteniendo toda la atención.

Nunca intervino en el juicio de ningún criminal, pero le llama la atención que un preso sea llevado ante ellos de sorpresa, interrumpiendo el juicio del que ya se encuentra de rodillas ante ellos, apartado de inmediato para que el recién llegado pudiera tener la completa atención de las figuras reales. No obstante, el criminal no era más que un niño, cuyo pequeño cuerpo fue empujado hacia adelante, tropezando debido a los grilletes y cayendo de cara al suelo, sin tener posibilidad de reincorporarse hasta que su cabello es sujetado con fuerza y obligado a alzar su rostro para verlos, chillando adolorido cuando una de sus orejas de oso es sujetada de igual forma.

Roier nunca se compadeció de este asqueroso lado de la humanidad, fue criado para velar por el bien de su pueblo y castigar a todo aquel que amenace con corromper la paz por la que todos los reyes han luchado para mantener; sin embargo, frente suya tiene un niño probablemente de su edad, con ropajes rotos y sucios debido al tiempo, con algunos raspones en su cuerpo y algo delgado, siendo preocupante su estado. El niño tiene sangre en sus manos, despertando la curiosidad en su persona.

Entró a la habitación del príncipe y quiso robar todas sus joyas, los oficiales que vigilaban se encontraron gravemente heridos.

Su padre ni siquiera lo piensa.

Decapítenlo.

Y el criminal abre sus ojos con temor, con su cuerpo temblando mientras es sujetado para que lo arrastren fuera de la habitación; el chico patalea, rogando por poder explicarse, pero nadie lo escucha, nadie escucharía a alguien que perturbó la paz. Sin embargo, Roier carraspea, el sonido hace eco por la habitación y toda la atención cae en su persona mientras se coloca de pie. Baja con cuidado las escaleras, haciendo una seña a los guardias y con el asentimiento del Rey, el cachorro de oso es traído de regreso, ahora soltado a sus pies.

¿Por qué intentaste robarme? — su mirada no es ruda como la del rey, suavizando el tono de su voz para así tranquilizar al híbrido, pero mantiene su postura firme y lo observa desde arriba, sin bajar la guardia en caso de que el criminal no termine siendo nada más que eso.

Mis hermanos... — el pelinegro tartamudea un poco antes de tragar y llenarse de valor — Mis hermanos necesitan comer, en el pueblo nadie le da empleo a un niño como yo — tiene un acento extraño en su voz, pero es perfectamente entendible y no detecta alguna mentira en sus palabras; no era sorpresa que el reino tiene una parte pobre que si bien no es tan grande, recibe mucha denigración por parte del resto — Sólo quería lo suficiente para que ellos pudieran comer.

Joven Príncipe — su mirada severa cae en el guardia que mantiene al pelinegro encadenado — Casi asesina a dos de los nuestros.

¿Y qué no se supone que la guardia real debería estar capacitada para evitar este tipo de actos? — alzó su voz para que todos en la corte pudieran escucharlo, mirando a su padre, quien luce sorprendido desde su trono — ¿Cómo es posible que un niño de mi edad pudiera colarse al castillo y llegar a mi habitación sin que nadie lo notara? ¿No habla eso de la efectividad de la guardia real?

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