Día 4

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Padres

Han hecho muchas pijamadas antes, largas noches donde dividen el tiempo para jugar videojuegos, dibujar un poco e incluso chismear sobre algunos estudiantes del instituto. Son amigos desde hace mucho, pero la mayoría de pijamadas siempre se hicieron en la casa del menor, nunca en la del contrario, por ende, es normal que su curiosidad se despierte un día.

¿Y si está vez me quedo en tu casa? — Roier deja de lado su pincel, apartando su mirada de su pintura para tomarse un momento para admirar el lienzo ajeno e insultar el talento de su mejor amigo, a quien sin duda le iba mucho mejor el arte.

¿En mi casa? — Spreen parece un poco sorprendido de que el menor estuviera interesado en ir a su hogar — ¿Seguro? Vos sabés que mis viejos son re estrictos... — se asegura de recordarle en un vago intento porque cambie de opinión; no luce muy cómodo con la idea.

Pero sus padres entran a la habitación, interrumpiendo su charla.

¡Pa! ¿Puedo quedarme en casa de Spreen mañana? — y antes de que el híbrido de oso pudiera refutar, ya Roier estaba pidiendo permiso cuando ni siquiera él tiene el permiso de sus padres para llevar a un amigo a casa, callando sus quejas para jugar un poco con el pincel mientras observaba al Señor Luzu y al Señor Quackity.

¿Y qué van a hacer? ¡Eh! — Quackity se cruza de brazos y adquiere una postura firme para simular ser alguien estricto, pero por la forma divertida en que su pareja le mira, sabe que no debe tomarlo en serio — ¿Acaso se van a ir de fiesta a nuestras espaldas? ¡Eh! ¿Van a buscar chicas y se van a drogar?

Roier tiene que aguantar un poco la risa cuando mira a su amigo y percibe la mueca de asco de su rostro, no sabe si por la mención de "las minitas" o por las sustancias que definitivamente no deben consumir. Lo único que sabe es que su otro papá ha ido al rescate y ha apaciguado la demencia del híbrido de pato, quien suelta un "Sé lo que hacen los jóvenes de su edad" antes de ser apartado de la escena; Luzu termina por darle el permiso de poder quedarse en la casa de su amigo siempre y cuando lo mantenga informado por mensajes.

Así que ahí se encuentran, con Spreen tocando el timbre de su hogar mientras por su parte siente que su quijada va al suelo ante el gran castillo que se alza ante sus ojos.

¡Puta madre, Spreen! — si su padre Luzu le hubiera escuchado, probablemente hubiera sido castigado por algo respecto a la monetización, no entiende de eso, pero de momento no hay ningún adulto responsable presente — ¿¡Por qué no me dijiste que vives en un pinche castillo!?

De hecho es una casa provisional — explica con normalidad, como si fuera un hecho común.

¿¡QUÉ!?

Antes de que pueda decir cualquier cosa, las puertas del castillo son abiertas y de ella, se muestra un adulto con orejas de oso que se camuflan con su cabello castaño, con grandes ojos verdes que se abren con sorpresa al ver a ambos niños.

¿Chiqui? ¿Quién es tu amigo? — pero aunque el adulto es un híbrido de oso pardo, con grandes colmillos y de altura intimidante, este sonríe dulcemente, soltando un apodo cariñoso del cual Roier piensa burlarse más tarde sólo para avergonzar y molestar a su amigo.

Un boludo que me encontré, pa — y sonríe con gracia antes de que su oreja sea tirada como regaño, apartado de su amigo por un momento para que así su padre pudiera regañarlo a gusto.

Roier se mantiene de pie en su sitio, balanceándose un poco con sus pies de atrás hacia adelante, esperando pacientemente el permiso para poder entrar a casa. De momento se divierte observando a su amigo pelear con su padre, parece una discusión de niños, con el más joven respondiendo sonriente mientras el mayor se exaltaba ofendido; una extraña dinámica a su parecer, pero le parece entrañable.

No es hasta unos minutos después que alguien más llega a interrumpir la escena, con voz calmada y separando a su pareja de su hijo, reprendiéndolos por su actitud, con ellos cruzándose de brazos y gruñendo molestos, justo como niños pequeños... al menos uno de ellos lo era en parte.

Tú debes ser Roier, un gusto — finalmente es invitado a entrar por un pelinegro de ojos violetas, bastante semejante a los ojos y cabello de su amigo; ni siquiera necesitaba que dijera quien era, parecía bastante obvio que se trataba del otro "viejo" de Spreen, quien le extiende la mano — Vegetta — y no duda en estrecharla con nerviosismo — El tontito de allá es Rubius.

¡Pero Vegettita...!

Eres bienvenido a quedarte cuántas veces quieras — su mano es soltada y Spreen prontamente se sitúa a su lado — Si eres amigo de Spreen, entonces eres parte de la familia.

Ya, ya, si, obvio, ¿Podemos ir a mi habitación? — el pelinegro híbrido de oso prácticamente gruñe la pregunta, ya empujándole para que pudieran encaminarse a su habitación sin el permiso siquiera; no obstante este no tarda en llegar y por tanto, ambos pueden huir de la escena rápidamente, con el mayor guiando el camino puesto que el menor podría perderse fácilmente por el castillo.

¡¿Por qué no me dijiste que tus padres eran así?! ¡Debí venir más formal! — Roier está prácticamente gritando entre susurros, tomando de los hombros a su amigo para sacudirlo una vez llegan a su habitación; cabe destacar que su cuarto es del mismo tamaño que su casa — ¿Y si les caí mal?

Tranqui amigo — aparta de inmediato al castaño, buscando mantener su espacio personal — Mis viejos te adoran, aparte... ¡Vos quisiste venir! Así que no me podés echar la culpa — Spreen se cruza de brazos, escuchando un "No mames, si es cierto" de parte del menor.

Él había pedido eso, y pensándolo mejor no había sido tan malo, los padres del pelinegro no parecen malas personas, de hecho, ahora puede venir cuántas veces quiera a visitar a su mejor amigo y molestarlo durante horas.

¿Querés jugar algo? — y cuando Roier alza su mirada para ver lo que señala su amigo, puede ver todas las consolas de videojuegos que existen hasta la fecha, no conteniendo en absoluto el grito de sorpresa que escapó de su garganta.

Claro, los padres de su amigo son millonarios.

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