LLegada (+18)

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Eran las 3 A.M. en Quantico, estabas dormida y llevabas sin ver a tu novio 10 días y 15 horas. Esto era bastante habitual, su trabajo hacia que tuviese que salir de viaje para resolver casos y, con suerte, solo eran unos días.

La cuestión es que se había complicado soportar esas separaciones ocasionales. Habíais recurrido a los mensajes de texto, a las charla nocturnas, videollamadas... pero nada era comparable a teneros uno frente al otro.

Esta noche, el llegó en un vuelo nocturno y tu habías intentado aguantar despierta pero el sueño te venció antes de tiempo. Spencer intentó no hacer ruido al entrar. Dejó la maleta en el salón, se quitó los zapatos, los pantalones, la corbata, la camisa y los calcetines. Lo dejó todo perfectamente doblado sobre la mesa. Estaba bastante cansado, aun así se moría por verte, pero no iba a despertarte por satisfacer su propio egoísmo, no siendo las 3 de la madrugada, aunque por un momento se lo replanteó...

Abrió la puerta despacio para no molestarte, la ventana estaba abierta, entraba brisa y la suficiente luz como para ver tu figura. Cuando su vista se acostumbró al entorno algo se le cruzó por la cabeza, la mente se le nubló por completo. Estabas boca abajo con tan solo una camiseta de tirantes y bragas, eso le volvió loco y la reacción de su cuerpo fue más que evidente.

Sin ser del todo consciente ya se encontraba a tu lado acariciando tu muslo derecho y hundiendo la cabeza en tu cuello. No podía ni pensar con lógica, el deseo había tomado posesión de cada una de sus neuronas y la mano que antes usaba para acariciarte la estaba usando para bajar tus bragas como podía dejándose llevar por la desesperación mientras su respiración se aceleraba entrecortadamente. Le había bastado bajar tu ropa interior hasta medio muslo para bajar la suya y comenzar a satisfacer su deseo animal de forma completamente brusca. "Jod..er.." —Gimió en un susurro.

Estaba prácticamente sobre ti agarrándote el muslo para poder moverse con facilidad y claro que eso te despertó, no pudiste más que gritar, fue doloroso al principio. "Ah! M-mierda!" Lo sentiste antes de poder procesarlo. El dolor se mezclaba con la sorpresa y el aturdimiento de haber sido arrancada del sueño tan abruptamente. Giraste la cabeza, tratando de ubicarte, pero lo primero que te encontró fue el peso de Spencer sobre ti, su respiración errática junto a tu oído, sus manos aferradas a tu muslo y cadera, inmovilizándote con una necesidad casi primitiva.

"Spencer...", lograste murmurar, tu voz ronca, quebrada entre el dolor y la confusión. No era como él, no era su forma de ser. Siempre era cuidadoso, tierno, atento a cada uno de tus deseos. Esto era diferente, crudo, desenfrenado, como si la ausencia y el deseo lo hubieran despojado de toda razón, de todo control.

Pero no podías negar que, a pesar del dolor inicial, tu cuerpo comenzaba a reaccionar a su toque. El roce de su piel contra la tuya, el calor de su cuerpo, la forma en que sus caderas se movían de manera instintiva, buscando satisfacción en ti, despertaba algo profundo y, de igual manera, primitivo en tu interior.

"Spencer", repetiste, esta vez con más fuerza, tratando de capturar su atención, de devolverlo a ti, a la realidad. Él se detuvo un momento, como si de repente volviera en sí, y su respiración se volvió aún más irregular. Lo sentiste tensarse, y por un segundo, pensaste que podría alejarse, que podría detenerse y dejarte procesar lo que estaba pasando.

Pero en lugar de eso, Spencer se inclinó más cerca, susurrando tu nombre contra tu piel, con un tono que combinaba desesperación y necesidad. "Lo siento... te necesito... tanto", murmuró, su voz un susurro tembloroso.

Con ese murmullo, sentiste un cambio en él, en la forma en que te tocaba. Su agarre se volvió menos brusco, más firme pero no menos apasionado. Sus movimientos, aunque aún urgentes, comenzaron a buscar también tu placer, no solo el suyo. El dolor inicial fue reemplazado por una sensación más profunda, una conexión entre los dos que trascendía las palabras.

De alguna manera, este momento tan impulsivo, tan cargado de emociones contenidas durante días, se transformó en algo más íntimo, más compartido. Spencer, aún en su estado de deseo descontrolado, empezó a preocuparse por ti, buscando tu reacción, escuchando tus suspiros y los pequeños sonidos que escapaban de tus labios.

Su mano libre comenzó a explorar tu cuerpo, reconociendo cada curva, cada punto sensible que sabía que te haría temblar. Se inclinó hacia ti, presionando besos suaves y húmedos a lo largo de tu cuello, tu hombro, como si intentara compensar con ternura lo que había comenzado con tanta urgencia.

A pesar de la intensidad del momento, empezaste a relajarte bajo su toque, dejándote llevar por las sensaciones, por el calor de su cuerpo, por la forma en que él estaba intentando asegurarse de que estuvieras bien, de que estuvieras con él en esto.

Sentiste que tu respiración se acompasaba con la suya, que tu cuerpo respondía al suyo de una manera tan natural, tan instintiva. Lo que había comenzado con dolor y confusión se transformaba lentamente en algo profundo, en una expresión física de cuánto se habían extrañado, de cuánto necesitaban este contacto, esta conexión.

Y cuando finalmente los dos alcanzaron ese clímax, no fue solo un alivio físico, sino una liberación emocional de toda la tensión acumulada, de toda la distancia y el anhelo que los había separado durante esos días.

Spencer se desplomó a tu lado, aún respirando con dificultad, y te rodeó con sus brazos, atrayéndote hacia él. No necesitabas palabras en ese momento. Simplemente te acurrucaste contra su pecho, escuchando el latido de su corazón, sintiendo su respiración comenzar a calmarse junto a la tuya.

Esa noche, el cansancio y la pasión se combinaron, permitiéndoles quedarse dormidos juntos, envueltos en el calor del otro.

One Shots || Spencer ReidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora