capítulo 5: aceptación

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Debía tener cuidado. La madre de Lyon parecía estar al tanto de mi relación con Lyon.

A pesar de todo, había momentos en los que sentía que nuestra conexión era más fuerte que las adversidades. Lyon y yo compartíamos risas, secretos y sueños.

Me encantaba verla pintar, aunque su madre no la quiso apoyar. Yo trataba de ser su apoyo incondicional, pero había días en los que la carga se sentía demasiado pesada. Las peleas eran frecuentes, y aunque intentaba cambiar por ella, a veces la frustración me superaba.

Una tarde, decidí llevarla a un lugar especial. Quería recordarle lo feliz que éramos juntas antes de que todo se complicara. Mientras estábamos allí, le hablé de mis sueños y de cómo quería construir un futuro con ella, lejos de las sombras de nuestras familias y de las expectativas ajenas. Pero en ese momento, también sentí el peso de la realidad: la presión de ocultar nuestra relación, el miedo a perderla y la inseguridad que me consumía.

Lyon me miró con tristeza y me dijo que a veces sentía que nuestras luchas eran demasiado grandes. Me confesó que había días en los que deseaba poder gritar al mundo lo que éramos, pero el miedo la paralizaba. En ese instante, entendí que no solo luchábamos contra nuestros propios demonios, sino también contra un entorno que no aceptaba nuestra felicidad.

Decidí que no podía seguir así. Tenía que hablar con mis padres nuevamente, hacerles entender que mi amor por Lyon no era algo por lo cual debería avergonzarme, sino una parte de quién soy. Pero el miedo a su reacción me detenía. Sin embargo, sabía que si quería ser feliz, tenía que enfrentar esas verdades.

Con el tiempo, nuestra relación se volvió un vaivén de emociones: momentos de ternura seguidos de discusiones acaloradas. En ocasiones, Lyon parecía perder la paciencia conmigo, y yo me sentía impotente al ver cómo nuestro amor se veía amenazado por factores externos. Pero a pesar de todo, había algo en su mirada que me decía que valía la pena luchar.

Así fue como decidí dar un paso adelante y hablar con mis padres. Preparé un discurso en mi mente, ensayando cómo les diría que Lyon era mi pareja y que su amor no merecía ser ocultado. Pero cuando llegó el momento, las palabras se me atascaron en la garganta.

Al final, decidí ser honesta y abrirme completamente. Les conté sobre mis sentimientos y sobre lo feliz que me hacía estar con Lyon. Sus reacciones fueron mixtas; mi madre mostró indiferencia aunque ya lo sabía y mi padre se mostró molesto pero preocupado. Aunque no fue fácil, sentí un alivio al haber compartido mi verdad.

Después de esa conversación, las cosas empezaron a cambiar lentamente. Aunque aún había desafíos por delante, sentí que había dado un paso importante hacia la aceptación y la libertad de amar a quien quisiera sin miedo. Ahora solo quedaba esperar a ver cómo evolucionaría nuestra relación en medio de todo este caos.

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