Planteamiento

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Las luces parpadeantes y el sonido desordenado que salía de los parlantes de la limusina en la que iba con el grupo de gente estaban haciendo un gran trabajo, ayudando a que la cocaína que había inhalado hace unas horas se disipara más rápidamente. Dio un ligero vistazo a sus alrededores, caras conocidas, haciendo cada uno lo suyo con polvos de diferentes colores y procedencias, sus amigos de la universidad y otro montón de personas que francamente no conocía y le importaba un carajo conocer. Al único que consideraba un amigo verdadero era a Charles, pero por supuesto, no podía simplemente dejar en evidencia que realmente no confiaba en ninguno de esos imbéciles, y tampoco esperaba que confiaran en él. 

Esa noche era una gran fiesta, tanto como cualquier idiota de veintiún años de su clase puede esperar. En otras circunstancias, él se encontraría llegando acompañado de su mejor amigo, pero al idiota de Charles sus padres lo habían arrastrado con ellos en un viaje de negocios hace unas semanas. Max planeaba no asistir a la fiesta, pues milagrosamente esa noche no planeaba tener un revolcón casual y despertar con resaca y medio drogado en una habitación aleatoria. No obstante, había recibido un mensaje del monegasco temprano esa mañana, advirtiéndole que no se le ocurriera faltar, pues planeaba llegar a tiempo para encontrarse en el club y no perderse del reventón. Cabía destacar qué, además de estar emocionado por ver a su amigo después de tantos días, este también le había comentado que le tenía una sorpresa especial recién traída desde Alemania. Max no podía esperar, se le hacía agua la boca de tan solo pensar en que podía ser. Charles tenía unos gustos particulares, y realmente era una persona impredecible, podía ser cualquier cosa. Quizás alguna clase de droga nueva y exótica, o nuevas piezas para adornar su auto, una obra de arte de contrabando. Podían ser tantas cosas, nunca se sabía con Charles.

Tan pronto la limusina llegó al lugar, una ola de jóvenes descendió de esta, yendo en estampida directamente hacia el interior del club. Fue arrastrado por el maremoto de gente emocionada, ganándose un par de manos traviesas tocándolo donde no debían, claramente no les dio importancia, solía pasar una que otra vez. No era nada raro que incluso los hombres se le acercaran deseando tener algo con él, era el gran y hermoso Max Verstappen, podría tener a quien él quiera, cuando quisiera y como quisiera. 

Con.

Solo.

Chasquear.

Los.

Dedos.

Así que ignoró todo lo demás mientras su grupo se dirigía hacia las mesas que típicamente se encontraban reservadas para ellos al ser clientes frecuentes de ese lugar. Tan pronto llegaron, Daniel y Pierre comenzaron a hacer caza de su conquista de esa noche, mientras tanto George, Alex y los demás se dispersaron entre diferentes actividades, tales como sacar bolsas de drogas y empezar a prepararlas sobre la mesa. Max bufó y se sentó a fumar un cigarrillo a esperar a Charles. La línea de cocaína que había tomado más temprano estaba perdiendo su efecto, pero la sobriedad temporal sería suficiente para mantenerlo alerta y atento hasta que Charles llegara y él se pudiera dedicar a hacer el desastre que lo caracterizaba. Sabía que si había algo que le molestara a Charles más que el que Max se drogara tanto, era que lo hiciera sin él cerca para cuidar que no tuviera una sobredosis. 

Estaba escaneando el lugar con sus ojos, notando miradas curiosas y llenas de deseo venir de un par de mesas. Era mejor que pensara en con quién se divertiría esa noche, pues al parecer había bastantes platillos en el menú de ese día. Max sonrió torcido, mofándose de ser quien era y tener a quien quisiera a sus pies. De pronto, alguien le besó la mejilla y Max chilló del susto, dispuesto a maldecir a quien sea que se hubiera atrevido a hacer tal cosa. Una cosa era manosearlo, pero ¡¿besarlo?! Esa persona quería morir.

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