Antecedentes

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—Por tanto, es lógico pensar que la radiación electromagnética está envuelta en este proceso y, blablablablabla, blablablablabla—Charles estaba haciendo su mejor intento para no dormirse. Sergio le caía super bien, de verdad, pero que mierda más aburrida. No entendía un carajo. Esa era la razón por la que había optado por una carrera donde con ser extrovertido, guapo y tener conexiones bastaba. Aun así, ahí estaba. En una maldita conferencia de astrofísica oyendo dar una presentación al novio de su mejor amigo.

Todavía se escuchaba raro pensarlo.

Max Verstappen tenía una pareja. Una pareja oficial. Max tenía novio. Por meses ya, wow. No se lo creía.

A su lado, su amigo se encontraba sentado y escuchando atento, a pesar de que ambos sabían que él tampoco entendía ni pío. Eso no era impedimento para que Max estuviera dando el 110% de su atención a las cosas que decía su novio. La expresión en su cara completamente ridícula. Mejillas sonrojadas, una sonrisa de oreja a oreja, los ojos brillando de adoración y suspirando como colegiala enamorada.

Joder, eso había sido rápido.

Fue raro de por sí, el haberse enterado de la naturaleza de los sentimientos que su amigo tenía por el mayor. Aquel día, donde Max tuvo una sobredosis, Charles mientras lo llevaba a la sala de emergencias como ya muchas veces lo había hecho en el pasado, no podía dar crédito a tener a Max, agonizando, al borde de un colapso y llamando el nombre del mexicano. Fue cuando entendió lo que estaba pasando, incluso cuando ni el mismo Max se había dado cuenta. Había caído en su propio juego.

Y Charles conocía la regla. El que se enamora de último, se enamora más fuerte. Pero no sabía quién de los dos se había enamorado primero, pues Sergio era una persona cuando menos singular. Primero hizo esperar a su amigo meses enteros para pedirle ser su novio. Cuando Max aceptó, lo había hecho estando seguro de que por fin podrían tener sexo de una vez. Llevaban meses de pareja oficial. Y aún nada.

El monegasco no sabía si eso era símbolo de que Sergio todavía no estaba lo suficientemente enamorado, o simplemente el tipo era extraño. Le apostaba más a la segunda. Sergio se desvivía por Max. Max siempre había sido un berrinchudo, mandón, exigente y malcriado, pero con Sergio como novio... demonios, ya ni siquiera el ultra complaciente Charles podía aguantarle el ritmo.

Si Max quería algo. Sergio se lo daba. Lo que fuera. Cuando fuera. ¿Max quería tacos a las tres de la mañana un lunes? Lo tenía.

¿Max quería ir a una sala de juegos al otro lado de Mónaco? Lo tenía.

¿Max quería atención y cariño las veinticuatro horas, siete días de la semana? Lo tenía.

¿Max quería una sesión de sexo brutal, húmeda y violenta? Ahí es donde Sergio Pérez dibujaba su límite.

Charles a veces creía que debía ser virgen. Era la única razón por la que podría actuar así de conservador. Pero al mismo tiempo, seamos sinceros, ¿A sus casi veintiséis años? ¿Con ese appeal todo extraño que la gente le veía? No era posible. Quizá simplemente así era él, y le gustaba antojar y no dar a probar. Era extraño, porque sentimentalmente hablando, ambos habían avanzado a la velocidad de la luz. Estar en ese estado de trance con el otro en tan sólo cinco meses es muy apresurado si le preguntan. Pero físicamente, estaban estancados en los besos, abrazos y quizá algún intento de toqueteo de parte de Max que Sergio no dejaba continuar. El castaño no sabía si era bueno o malo, pero sea como sea. Max estaba mejor, ambos se veían bien y compatibles. Así que los dejaría ser.

No es que tuviera mucha influencia sobre Max, de todas formas.

—La siguiente dirección que el proyecto tomará será de la mano de la colaboración con el Instituto de Astrofísica e Investigación Espacial del MIT. Muchas gracias por su atención— terminó su presentación. Los cientos de personas en el anfiteatro se levantaron a ovacionarlo de pie, aplaudiendo. Max saltó de su asiento a vitorear y chiflar como loco, animando y celebrando la que pareció ser otra exitosa conferencia de parte de su novio. De nuevo, Max no se había visto así de emocionado desde que Lewis Hamilton ganó el campeonato de 2018 en la última vuelta del Gran Premio de Abu Dabi, luego de una temporada desastrosa y accidentada. El neerlandés había llorado por horas, declarándole su amor infinito al piloto inglés. Y ahora estaba ahí, gritando y celebrando con la misma fuerza que en aquel momento solamente porque su novio había terminado una conferencia. Era extraño, enserio. Pero era lindo, y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa.

Immersion | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora