Objetivos

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—Ya, ya no quiero nada, olvídalo— Max frustrado le pidió a la chica sobre él. Extrañada, ella se levantó, viéndolo preocupada. 

—¿Te pasa algo, Max? Estás actuando raro desde hace días y todos lo han notado— le dijo. Max comenzó a ponerse la camisa y los zapatos. Era verdad, llevaba días actuando diferente. Era al menos la tercera vez en la que intentaba tener sexo y volver a sus actividades normales y fallaba en mantener una mísera erección. ¿Qué mierda le pasaba? 

Ah, claro, hace una semana el maldito de Sergio Michel Pérez Mendoza se había dado el lujo de rechazarlo en aquella fiesta de inicio de semestre. Desde entonces Max no podía vivir dos horas de su vida sin pensar en la rabia y enojo que sentía contra el mexicano. Nadie, nunca se había atrevido a insultarlo y humillarlo de esa manera. ¿Acaso Sergio pensaba que era demasiado para Max? Maldito hijo de puta. Era solamente una cucaracha al lado de él, como si unos malditos trofeos y ser considerado uno de los hombres más inteligentes del mundo fueran suficientes para creerse más que Max. Ahora no solo vivía pensando más en el tipo de lo que ya solía hacerlo, sino que también su presencia constante en su mente le impedía seguir con su vida de manera regular. 

—No, no tengo nada, solo estoy cansado— le respondió a la chica, para luego abandonar el cuarto de esta en la residencia del campus. 

Mientras salía del edificio, se encontró con un guardia, que lo miró con desaprobación al estar prohibida la presencia masculina en los edificios de residencia femenina. Max le sonrió altanero y subió sus hombros, restándole importancia. El guardia negó y rodó los ojos, eran tantas las veces en la que lo habían encontrado ahí, que ya se daban por vencidos y Max se mofaba de ellos cada vez que tenía la oportunidad. Se dispuso a caminar hasta el estacionamiento en búsqueda de su auto, pues tenía clase al otro lado del campus. Clase a la que no planeaba asistir, pero ya que había fallado estrepitosamente en su actividad íntima, pues al menos iría a ver a Charles y al resto de inútiles que se hacían llamar sus amigos. 

Lógicamente, su clase era en la facultad de ingeniería, pues por alguna maldita razón sacada del culo del diablo, él necesitaba tomar estadística para graduarse. Max no podía hacer sumas aun si su vida dependiera de ello, pero lo mandaban a tomar estadística, supernecesario. Llegó al edificio y tomó el ascensor hacia el quinto piso, a mitad del pasillo enfrente del salón en el que iba a ser su clase, se encontraban varios de sus amigos jugando naipes y vapeando. La mayoría de ellos podían ser igual de desastrosos y adictos que Max, pero al menos eran responsables de llagar a clase, aun si fuera con resaca, drogados o con una ITS, pero siempre presentes. 

Charles se encontraba revisándole el pelo a Lando, regañándolo por no bañarse bien. —Tenías que ser inglés, mocoso. Estás todo lleno de gel, quédate quieto, necesito arreglarte este cabello— le llamaba la atención mientras el menor del grupo se retorcía incómodo por el jaloneo de cabello. 

—¡Ah, Max! ¡Miren quién se dignó a aparecer!— gritó Daniel tan pronto lo notó ahí parado. Todos los demás chicos dirigieron su vista hacia él y empezaron a vitorear, pues ver al gran Max Verstappen temprano para las clases era un evento que podía significar que el fin de los tiempos se acercaba. Charles le sonrió y lo instó a sentarse a su lado mientras quitaba a Lando de su regazo.

—Maldito seas, Max. Ya viniste a acaparar a nuestro hombre— se quejó el inglés mientras todos los demás lo respaldaban. 

—Váyanse al carajo todos, yo ya era su favorito antes de que ustedes tan siquiera lo conocieran—les dijo mientras sacaba el dedo del medio. Charles rio y lo atrajo amistosamente hacía él para contarle los chismes que se había perdido esa semana gracias a su crisis existencial. Max, mientras escuchaba atentamente el boletín de esa semana, metió una mano en el bolsillo de George, en busca de un cigarro y un encendedor. Los encontró y George lo vio molesto, pues era el último que le quedaba, a Max poco le importó y lo encendió para sí mismo. El inglés más alto le hizo una seña ofensiva y regresó su atención al juego de naipes que tenía enfrente.

Immersion | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora