Por la tarde del martes, les dio la bienvenida la Plaza Vendôme con un montón de artistas reconocidos. Charles había abandonado la habitación antes que Rebecca y Carlos despertaran, dejando solo un mensaje para ella avisándole que los vería en el evento.
Estaba tomando asiento en una de las sillas al lado este de la columna Vendôme junto a Lewis Hamilton. A la lejanía, la cara de Carlos se transformaba por la confusión cuando se percató del británico que le acompañaba.
Charles conocía a Lewis desde que ingresó a la Fórmula 1, y habían formado una amistad parecida a lo que tenía con Max, Sergio, Lando o George, pero no para alcanzar a ser lo que tenía con Pierre; quien era su mejor amigo de la infancia y su más leal compañero.
Alzó la cabeza y divisó el vuelo de un pájaro que se trazaba por encima de la enorme columna. Desde que llegó, Lewis no paraba de hablar sobre su sueño frustrado como diseñador de modas, haciendo énfasis en que cuando dejara de ser un piloto, entregaría su corazón a ello.
Sin embargo, él no lograría ser tan optimista como lo era Hamilton. No tendría la oportunidad de elegir qué hacer en los próximos tres o cinco años, y probablemente nunca la tendría. El deseo de convertirse en un pianista reconocido había quedado olvidado como el antiguo palacio de las Tullerías, el cual se vio obligado a ser reconstruido. También le quemaron sus sueños y de ellos solamente quedaron cenizas, siendo persuadido a cambiar y cumplir con ambiciones ajenas y perdiendo con el tiempo las esperanzas de poder ser recompuesto.
Cerró los ojos y disfrutó de la música que producían las decenas de violines.
¿Alguna vez encontraría consuelo en su vida?
No.
Todo se le había sido arrebatado.
—Carlos está viendo hacia acá —anunció Lewis con su acento británico—. ¿Él ya lo sabe, Charles?
—¿Qué cosa? —su cabeza bajó al cuestionar, buscando entre los espectadores al madrileño.
—Lo de Ferrari. ¿Ya se lo dijeron?
—No. Me odiará más en cuanto lo sepa.
—Si ellos no se lo van a decir pronto, tú deberías hacerlo.
—No puedo —confesó casi frustrado—. Han sido demasiado explícitos en que no revele nada de los próximos planes de la escudería. ¿Y en qué me ayudaría decírselo? Ya me odia. No puedo echarle más leña al fuego.
—Te ayudaría en intentar salvar su relación. Culparía a Ferrari y sabría que tú no has tenido nada que ver con esa decisión.
Charles suspiró con pesadez.
—Sabes que sí tuve que ver con la decisión. Fue un momento de molestia y actué sin pensar.
Nuevamente encontró a Carlos en la primera fila del lado norte. Su rostro no mostraba señal de alegría.
—Simplemente deberías intentarlo.
El desfile de modas transcurrió con emoción. La temática deportiva fue todo un espectáculo digno a presenciar y la creatividad e historia resaltaba en cada atuendo de las marcas de lujo. Rebecca aplaudía sin cansancio y Carlos no dejaba de analizar la conversación que estaban teniendo Charles y Lewis. ¿Desde cuándo Charles se llevaba bien con alguien de la parrilla que no fuera Gasly? ¿Por qué estaba actuando con tanta felicidad cerca de Lewis, mientras que con él no era más que un malhumorado sin remedio? Y sobretodo... ¿por qué había aceptado acompañar a Rebecca, si parecía saber de antemano que Hamilton estaría en el evento?
No tenía sentido.
Las últimas horas se dispuso a pensar de sobremanera, intentando encontrar respuestas a sus propias preguntas y olvidando por completo a la mujer a su lado. Cuando el desfile terminó, Rebecca le dijo que se encontraría con otras modelos de Thunder, que se adelantara sin ella al hotel. Al principio protestó en el intento por acompañarla, pero Donaldson se negó y le dijo que se verían cuando regresara.
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LA MALDICIÓN DE FERRARI | Charlos
FanfictionCarlos ha descubierto que la maldición de Ferrari lleva el nombre de un joven piloto, quien es su compañero de equipo y probablemente el tipo más detestable del universo: Charles Leclerc.