Capítulo XI. Los Rumores

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¿CHARLES LECLERC Y ALEXANDRA SAINT MLEUX ESTÁN SALIENDO?

Carlos deslizó su pulgar en la pantalla del celular.

"En la noche de ayer, el piloto de Fórmula 1, Charles Leclerc y la mujer de raíces mexicanas, Alexandra Saint Mleux, fueron vistos saliendo de la residencia del príncipe Alberto de Mónaco tomados de la mano. La primera vez que se les vio juntos fue durante la fiesta nacional del año pasado, sin embargo se les ha encontrado notablemente cariñosos frente a los medios en constantes ocasiones.

Aunque ninguno de los dos ha confesado públicamente sobre su relación, las sospechas se han vuelto cada vez más claras tras ver esta mañana a Alexandra junto a Paris, la madre de Charles. Es posible que muy pronto estén anunciando de manera oficial su noviazgo".

Carlos dejó caer su celular sobre su abdomen y miró hacia el techo alto con foseado perimetral de su habitación en el sofá donde estaba acostado. Desde que dejaron Austria, el único recuerdo que seguía llegando sin parar a su cabeza, era el rostro de Charles cubierto por la confusión luego de preguntar acerca de Lucas.

—¿Ya lo has leído? —Carlos asintió aún sin despegar la mirada del techo blanco. Oñoro estaba sentado en su cama, viéndolo con un gesto analizador—. Creo que es ella. La chica de los rumores.

Sus cejas se elevaron con sorpresa.

—¿Los rumores de la relación por bienes que me dijiste?

—Sí. Va a ser muy difícil averiguar si es real o no, pero el viaje a Austria debió ser de ayuda, ¿no? ¿Hiciste algún avance?

Cerró los párpados y se maldijo por centésima vez tras escuchar a su primo.

—No. Lo arruiné, Caco. El enojo me ganó la última noche y después intenté arreglarlo y solamente terminé empeorándolo. De hecho..., ¿tú sabes algo acerca de un Lucas?

Su familiar se acomodó los lentes en el puente de su nariz y lo miró con sumo interés.

—¿Lucas? No lo sé. Creo que no. ¿Te contó algo importante?

—No, porque apenas mencioné su nombre y se comportó extraño. Parecía confundido, luego molesto, frustrado y al final, no lo sé, simplemente parecía que sus emociones se habían extinguido.

Alzó el brazo derecho y lo dejó caer sobre su frente, liberando un suspiro cargado de.... ¿qué se suponía que era? ¿Cansancio? ¿Molestia? ¿Desilusión? Últimamente no sabía cómo nombrar a sus emociones.

—¿Te dijo algo más?

—Dijo que no lo mencionara. Pareció asustado cuando me pidió casi suplicando que no quería que preguntara por él para que la gente no comenzara a indagar. Lucas falleció, es todo lo que sé.

Los ojos verdes y vacíos de Charles de pie en la iglesia volvieron a surcar su mente. Al menos, ese fin de semana, supo que él era el culpable luego de presenciar el bajo rendimiento de su compañero en prácticas, clasificación y carrera.

—Entonces, ya tenemos por dónde comenzar.

Un pequeño chillido se escuchó a su lado izquierdo y vio en la orilla del sofá a Oli, con sus grandes ojos redondos y su pelaje blanco despeinado. Empezó a sacudir su cola de un lado a otro en cuanto la mirada de Carlos cayó en ella. Nunca se cansaba de recibir caricias.

La tomó del pecho y la colocó en su abdomen, donde rápidamente se acomodó antes de recostarse sin dejar de contemplarlo con sus ojos brillantes detrás de su nariz pequeña.

—Me dijo que sus acciones nunca fueron hacia mí —confesó de repente, por fin volteando a mirar a su primo. Oñoro frunció el ceño y se escapó una ligera risa de sus labios.

LA MALDICIÓN DE FERRARI  |  CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora