Charles sentía que su vida se le escapaba de sus propias manos, casi como si para él ya estuvieran todas sus decisiones escritas. Bajo un traje completamente negro y unos ojos perdidos en una copa de champaña, escuchaba cada una de las conversaciones que se estaban teniendo en el comedor espantosamente grande en la residencia de una persona de apellido ridículo. El príncipe Alberto, de mirada cálida y cabello rubio, estaba sentado de su lado izquierdo mientras a su derecha yacía Saint Mleux, la mujer de complexión delgada y sonrisa dulce que estaba ligada al mismo y futuro matrimonio, buscando su mano por encima del mantel blanco con grabados dorados.
—Esta semana iré a diseñar mi SF90 Spider —decía un hombre de bigote bien cortado, el cual no recordaba su nombre. Tenía la mirada clavada en la carne de su platillo mientras la trazaba con un fino cuchillo de plata—. Por supuesto, es de sistema híbrido y tiene un hermoso motor V8. El motor de combustión interna está integrado con dos motores eléctricos en la parte delantera, compuesto por trabajos aerodinámicos y elementos que derivan de la Fórmula 1.
—Hablando de la Fórmula 1, es una pena que estas últimas carreras Charles haya terminado en un final tan... lamentable —dijo una mujer de vestido azul claro, la cual tampoco recordaba su nombre, pero no era la primera vez que la veía sentada en esa misma mesa cuando hacían ceremonias o reuniones—. Es probable que los patrocinadores duden acerca de su futuro apoyo hacia él.
—¿Por qué tendrían que dudar acerca de ello? —preguntó el príncipe, intentando no mostrar emociones en su rostro. Aún seguía manteniéndose diferente en un lugar infestado por la vanidad—. Es notorio que no ha sido un buen inicio de temporada para Charles, pero no tardará en mostrarnos que es un piloto excepcional. No está en el equipo italiano solamente por tener una cara bonita.
—A mí me parece que sí —respondió nuevamente el bigotón. Apenas con cabello y con muchas ganas de opinar de temas ajenos—. Ahora es la cara principal de Ferrari, por lo cual ya no es únicamente importante su rendimiento en las carreras.
La siguiente en hablar fue la princesa Sylvia, la hermana del príncipe. Al contrario de la conducta amigable y protectora de su hermano, ella solía utilizar palabras más rudas, tajantes, filosas como el cuchillo que envolvía su mano derecha.
—Debe de mejorar, y lo mejor es que sea rápido. Sería vergonzoso compartir las ceremonias con un piloto que nunca alcanzó el éxito en su carrera.
—Paris una vez me confesó que su hijo deseaba convertirse en un pianista reconocido. —De nuevo la mujer de vestido azul—. Cabe la posibilidad que le sea más sencillo mover las manos en el instrumento que en el volante.
Charles notó cómo Alexandra se esforzaba en poner su mejor sonrisa, porque realmente no podía ser capaz de soltar un comentario ofensivo hacia las princesas o los príncipes que se situaban en el comedor. Leclerc volteó a verla y le susurró una disculpa en francés. Ella tampoco tenía la opción de elegir, porque su familia ya había hecho una promesa con los Leclerc, la cual solamente estaba en proceso a volverse un contrato oficial y sin retorno. Sin embargo, dejó la servilleta de tela sobre la mesa y se puso de pie.
—Disculpen.
Charles se tomó un segundo, replanteándose la idea de irse con ella. Tan pronto como vio a la mujer de vestido azul abrir la boca para soltar las palabras más insignificantes en toda la historia, se puso de pie y fue tras Alexandra, quien ya estaba en la recepción de la zona del restaurante a punto de salir.
—Alex, espera.
La mujer se detuvo sobre sus tacones hasta que Charles se ubicó a su lado.
—No comprendo porqué eres capaz de escuchar la clase de comentarios que sueltan sobre ti sin defensa propia. Muy a pesar de la buena relación y la indiscutible imagen que debes de tener frente a ellos, no deberías de aceptar que hablen así de tu persona.
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LA MALDICIÓN DE FERRARI | Charlos
FanfictionCarlos ha descubierto que la maldición de Ferrari lleva el nombre de un joven piloto, quien es su compañero de equipo y probablemente el tipo más detestable del universo: Charles Leclerc.