Capítulo VIII. Competencia en Austria

323 40 14
                                    

Cerca de una localidad al norte y rodeado de polígonos industriales, se encontraba el circuito de Barcelona-Cataluña. Se trataba de una pista más larga que Mónaco, pero seguía siendo una de las más cortas del calendario.

Lo único que deseaba Carlos, era que su compañero de equipo no lo arruinara esta vez. Recordando que en Mónaco se estampó en el muro precozmente y en Canadá se convirtió en una estupenda descalificación, solamente pensaba:

¿Y ahora qué haría?

La carrera dio inicio cuando las luces se apagaron y con ellas dispararon los sonidos de los motores V6. Los pilotos pisaron a fondo alcanzando los doscientos kilómetros por hora en solo pocos segundos.

La recta principal era larga y a partir de la línea de salida la primera frenada estaba a unos cien metros. La tercera posición era la más importante en el circuito de Barcelona, ya que lo principal de la pista era la forma en la que se iniciaba.

Por esfuerzo y un poco de suerte, Carlos obtuvo la tercera posición tras la clasificación, lo que le brindaba el rebufo de dos coches y la zona completamente limpia. El monoplaza de Leclerc intentó entrar por el interior para hacer un rebase sobre Max, quien arrinconó a la derecha sobre la primera frenada sin dejarle oportunidad de robar su posición y obligando a Charles a poner dos ruedas sobre el pasto; para ser consciente demasiado tarde que por fuera de la curva otro Ferrari cruzaba a velocidad.

En cuanto Carlos escaló y obtuvo la primera posición, el público estalló en vítores cubiertos por la euforia de presenciar ese ágil movimiento en la primera recta, la más importante de todas.

El circuito se componía en catorce curvas. Ocho derechas y seis izquierdas. Aunque era una cantidad balanceada, la velocidad que se requería en cada curva era muy lenta o muy veloz, lo que provocaba un desequilibrio muy elevado en la degradación de los neumáticos. El delantero izquierdo era el que más se degradaba porque la mayoría de curvas rápidas giraban a la derecha. Sin embargo, existían frenadas fuertes como lo eran en la curva 1 y curva 10. Por lo cual requería mucha precisión a la hora de cuidar los neumáticos.

Max era un piloto fenomenal al volante, intimidando a través del retrovisor a cualquier otro que estuviese al frente suyo. Por ello solamente se requería un mínimo error para ser rebasado con facilidad.

—Carlos, iremos por el Plan A —sonó en la radio su ingeniero de pista, a lo cual respondió con un sencillo: «Copiado».

Max realizó su parada en pits para el décimo octavo giro, volviendo a la carrera en el quinto puesto después de haber perdido bastante tiempo con neumáticos gastados, pero con una diferencia potencial para más adelante en el Gran Premio.

Leclerc hizo lo mismo una vuelta después para cambiar a neumáticos blandos, lo que permitió a Sainz a volver al liderato con un segundo de diferencia arriba del neerlandés, mientras que Lando era tercero tras un arriesgado adelantamiento sobre Charles, con un ligero contacto compartido después que el español lo superara durante sus paradas en boxes. Sergio aprovechó el error directo del británico cuando salió a la grava para la vigésima sexta curva, haciendo un adelantamiento limpio respecto al McLaren.

Para los últimos giros, los neumáticos del español estaban tan desgastados que le impedían realizar una tracción rápida y fija. El monoplaza se deslizaba bruscamente sobre las ruedas traseras y era cuestión de microsegundos lo que debía gastar para tener el control antes que Verstappen atacara a la primera oportunidad.

El público se mostraba en completo nerviosismo mientras notaban, con cada nuevo giro, la distancia entre Verstappen y Sainz se acortaba poco a poco. Solo faltaban unas mínimas vueltas más antes de que tuviera esas décimas y obtuviera el liderato de la carrera.

LA MALDICIÓN DE FERRARI  |  CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora