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Tormenta en el Corazón

El barco avanzaba a toda vela, dejando atrás el lugar donde habían sido atacados. La tripulación trabajaba en silencio, consciente de la tensión que pesaba sobre ellos. Rosinante no podía dejar de notar cómo Buggy evitaba cruzar miradas con él, como si la confianza que habían construido se hubiera roto de alguna manera irreparable.

El sol se escondía detrás de un horizonte de nubes negras, presagio de una tormenta inminente. Rosinante se apoyó en la barandilla del barco, observando el cielo oscuro y sintiendo el peso de la incertidumbre en su pecho. No solo estaba lidiando con el peligro de la Marina y los piratas, sino también con la posibilidad de perder a Buggy, no solo como aliado, sino como algo más.

Mientras el viento comenzaba a arremolinarse con fuerza, Buggy apareció a su lado, con una expresión seria en su rostro. Por un momento, ambos se quedaron en silencio, escuchando el sonido del mar enfurecido.

—Viene una tormenta —comentó Buggy, rompiendo el silencio.

Rosinante asintió, sin apartar la vista del horizonte.

—Sí. Y no solo en el clima.

Buggy se giró hacia él, frunciendo el ceño.

—¿Qué quieres decir con eso?

Rosinante suspiró, finalmente enfrentando el tema que había estado evitando.

—Sé que lo que descubrimos en esas cartas te hizo dudar de mí, Buggy. Y lo entiendo. Pero quiero que sepas que nunca tuve la intención de traicionarte. No sabía lo que la Marina estaba planeando. Si lo hubiera sabido, nunca te habría metido en esto.

Buggy permaneció en silencio por un momento, procesando las palabras de Rosinante. Finalmente, habló, su voz cargada de una mezcla de emociones.

—Quiero creer en ti, Rosi. De verdad lo quiero. Pero esto es más complicado de lo que pensaba. No soy alguien que confíe fácilmente, y tú… tú te has convertido en alguien importante para mí. Pero estas dudas… no puedo simplemente ignorarlas.

Rosinante sintió un nudo en la garganta. Sabía que las palabras de Buggy eran sinceras, y eso lo hacía sentir aún peor. Había arrastrado a Buggy a un mundo lleno de peligros, y ahora ambos estaban pagando el precio.

—Buggy, lo último que quiero es hacerte daño. Pero entiendo si necesitas tiempo para procesar todo esto. Solo te pido que no me cierres completamente. No podemos enfrentar esto solos.

Buggy lo miró, su expresión suavizándose un poco.

—No quiero perderte, Rosi. No después de todo lo que hemos pasado. Pero necesito estar seguro de que no me estoy equivocando contigo.

Rosinante asintió, agradecido por la honestidad de Buggy.

—Lo entiendo. Y haré todo lo que esté en mi poder para demostrarte que puedes confiar en mí.

Antes de que Buggy pudiera responder, el barco se sacudió violentamente cuando las primeras ráfagas de la tormenta los alcanzaron. El cielo se oscureció rápidamente, y el mar comenzó a golpear el casco con furia. Buggy gritó órdenes a la tripulación, que se apresuró a asegurar las velas y preparar el barco para la tormenta.

Rosinante se unió a la tripulación, ayudando a asegurar las cuerdas y mantener el barco estable. Pero mientras luchaban contra la furia de la naturaleza, no podían evitar sentir que la verdadera tormenta se libraba en sus corazones.

Las horas pasaron en un caos de lluvia torrencial, viento cortante y olas amenazantes. El barco crujía bajo la presión, y cada miembro de la tripulación luchaba con todas sus fuerzas para mantener el control. Rosinante, empapado y exhausto, se mantuvo firme junto a Buggy, ambos trabajando en perfecta sincronía para guiar el barco a través de la tormenta.

Finalmente, después de lo que parecieron horas interminables, la tormenta comenzó a amainar. Las nubes negras se dispersaron gradualmente, y el mar se calmó, dejando un silencio inquietante en su lugar. La tripulación, agotada pero aliviada, comenzó a recuperar el aliento y a evaluar los daños.

Buggy, con su habitual actitud resurgiendo después del peligro, se dejó caer en la cubierta, riendo con alivio.

—¡Eso estuvo cerca! —exclamó, mirando a Rosinante con una sonrisa de satisfacción.

Rosinante, aunque también aliviado, no pudo evitar sentir que la tormenta había sido una metáfora demasiado perfecta para la situación en la que se encontraban. Se sentó junto a Buggy, permitiéndose por fin un momento de descanso.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó Rosinante, su voz un poco más tranquila después de la tormenta.

Buggy lo miró, su sonrisa disminuyendo un poco.

—Seguiremos adelante, como siempre. Pero hay algo que quiero que sepas, Rosi. Pase lo que pase con la Marina, con estos piratas o con cualquier otra cosa… No dejaré que nada ni nadie se interponga entre nosotros. Si vamos a salir de esta, lo haremos juntos.

Las palabras de Buggy, aunque simples, significaron mucho para Rosinante. A pesar de todo lo que había pasado, Buggy seguía dispuesto a confiar en él, a pelear a su lado. Y eso le dio la fuerza que necesitaba para seguir adelante.

—Tienes razón, Buggy. Juntos, podemos con cualquier cosa.

La luz del sol comenzó a filtrarse a través de las nubes, iluminando el barco y a su tripulación. Parecía un nuevo comienzo, una promesa de que, a pesar de las dificultades, aún había esperanza.

Mientras el barco continuaba su camino, Rosinante se sintió más seguro en su decisión de seguir adelante. Sabía que el camino sería difícil, pero con Buggy a su lado, estaba dispuesto a enfrentarlo todo.

Y así, bajo el cielo despejado, la tripulación de Buggy zarpó hacia lo desconocido, con la certeza de que, pase lo que pase, su vínculo sería lo que les daría la fuerza para enfrentar cualquier desafío.

Más allá de las risas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora