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Sombras del Pasado

Los días transcurrieron con una calma extraña tras la tormenta. El sol brillaba sobre el océano, y la tripulación de Buggy retomaba sus rutinas con una renovada sensación de normalidad. Pero a pesar de la aparente tranquilidad, Rosinante no podía deshacerse del peso en su pecho. Sabía que los problemas con la Marina no habían terminado y que solo era cuestión de tiempo antes de que los encontraran de nuevo.

Durante las noches, mientras todos dormían, Rosinante se encontraba a sí mismo vagando por la cubierta, incapaz de descansar. Las palabras de Buggy aún resonaban en su mente. A pesar de la promesa de confianza que Buggy había hecho, Rosinante sentía que algo oscuro estaba por venir, algo que amenazaba con destruir todo lo que habían logrado.

Una noche en particular, cuando el mar estaba más sereno que nunca, Rosinante vio algo que lo inquietó profundamente. Un barco a lo lejos, apenas visible bajo la luz de la luna. Al principio pensó que solo era otro barco pirata o un mercante, pero algo en su interior le dijo que ese barco no era cualquiera. Su instinto le susurraba una advertencia.

Rosinante observó detenidamente el barco, tratando de identificarlo, cuando escuchó pasos detrás de él. Girándose rápidamente, se encontró con Buggy, quien lo miraba con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿No puedes dormir otra vez? —preguntó Buggy, cruzando los brazos.

Rosinante asintió, pero señaló hacia el horizonte.

—Mira eso. ¿Ves ese barco?

Buggy entrecerró los ojos, enfocándose en la silueta distante. Después de un momento, frunció el ceño.

—Es extraño. No se está moviendo hacia nosotros, pero parece estar siguiéndonos a la distancia.

Rosinante asintió.

—Tengo un mal presentimiento sobre eso. No sé si es la Marina o algún otro enemigo, pero no me gusta.

Buggy miró fijamente el barco por unos segundos antes de volverse hacia Rosinante.

—Si es un problema, lo resolveremos como siempre. No dejes que esto te consuma, Rosi.

Rosinante intentó relajarse, pero el mal presentimiento no desapareció.

—Aun así, debemos estar atentos. No quiero que nos tomen por sorpresa.

Buggy asintió lentamente, entendiendo que Rosinante estaba profundamente preocupado. Le dio una palmada en el hombro y luego lo dejó solo, dirigiéndose a su camarote para descansar.

Horas después, al amanecer, el barco misterioso ya no era visible. Sin embargo, Rosinante seguía inquieto, y Buggy notó su tensión mientras desayunaban.

—¿Todavía preocupado por ese barco? —preguntó Buggy, con una ceja levantada.

Rosinante suspiró y asintió.

—No puedo evitarlo. Algo en mi interior me dice que el pasado está a punto de alcanzarnos.

Justo en ese momento, uno de los vigías corrió hacia Buggy y Rosinante, con la cara pálida y el aliento entrecortado.

—¡Capitán! ¡Hay un barco acercándose rápido! ¡Es la Marina!

El corazón de Rosinante dio un vuelco. Sabía que este momento llegaría, pero no esperaba que fuera tan pronto. Buggy se levantó de un salto, sus ojos brillando con determinación y rabia.

—¡A todos los puestos! —ordenó con voz fuerte—. ¡Preparen las armas y aseguren el barco! ¡No dejaremos que esos malditos nos atrapen!

La tripulación de Buggy se movilizó de inmediato, corriendo de un lado a otro mientras preparaban cañones, aseguraban las velas y se posicionaban para la batalla. Rosinante, por su parte, observó el barco de la Marina acercándose rápidamente. Sabía que no podían enfrentarse a ellos en una batalla frontal, no sin sufrir grandes pérdidas.

Mientras las tensiones aumentaban, Rosinante se acercó a Buggy, su mente trabajando rápidamente para idear un plan.

—No podemos luchar contra ellos directamente, Buggy. No tenemos la fuerza suficiente para enfrentarlos.

Buggy lo miró, sorprendido.

—¿Qué sugieres entonces? ¿Huir?

Rosinante negó con la cabeza.

—Huir sería inútil. Pero tal vez podamos engañarlos. Sabes que la Marina siempre sigue procedimientos estrictos. Si podemos distraerlos o crear una confusión, podríamos tener la oportunidad de escapar sin un enfrentamiento directo.

Buggy frunció el ceño, claramente no entusiasmado con la idea de evitar la batalla, pero también sabiendo que Rosinante tenía razón.

—¿Y cómo se supone que los distraigamos?

Rosinante lo pensó por un momento antes de sonreír con picardía.

—Déjame eso a mí. Confía en mí esta vez.

Aunque Buggy aún tenía sus reservas, asintió, dándole la oportunidad de ejecutar su plan.

Rosinante se dirigió a uno de los almacenes del barco, donde guardaban varias banderas y disfraces. Comenzó a buscar entre los objetos hasta que encontró lo que necesitaba: una bandera pirata de una tripulación completamente diferente y un conjunto de cañones antiguos que parecían más inofensivos de lo que eran.

Con la ayuda de algunos miembros de la tripulación, izaron la bandera pirata de la tripulación rival y colocaron los cañones en la cubierta, apuntando hacia la Marina. El truco era simple pero efectivo: si los marinos pensaban que estaban enfrentándose a otra tripulación, probablemente se tomarían el tiempo para evaluar la situación antes de atacar.

Cuando el barco de la Marina estuvo lo suficientemente cerca, comenzaron a gritar órdenes desde su barco, exigiendo la rendición inmediata. Rosinante, con un disfraz improvisado, subió a la cubierta con la bandera rival ondeando detrás de él.

—¡Aquí no hay nada que les interese! —gritó Rosinante, imitando la voz áspera de un capitán pirata—. ¡Si se acercan más, los volaremos por los aires!

Desde la distancia, los marinos observaron la escena con confusión. La táctica de Rosinante estaba funcionando: la tripulación de la Marina, acostumbrada a enfrentar piratas poderosos, estaba desconcertada al no reconocer la bandera o al "capitán" que se les presentaba.

Mientras la Marina debatía sus próximos pasos, Buggy, escondido junto con su tripulación, miraba la escena con una mezcla de asombro y admiración.

—Ese Rosi siempre tiene un truco bajo la manga —murmuró Buggy para sí mismo, sonriendo.

Finalmente, la Marina decidió no arriesgarse y optó por retirarse para reevaluar la situación. Buggy y su tripulación dejaron escapar un suspiro de alivio mientras veían cómo el barco de la Marina se alejaba, al menos por el momento.

Cuando todo terminó, Rosinante se quitó el disfraz y se acercó a Buggy, con una sonrisa divertida en su rostro.

—Te dije que funcionaría.

Buggy lo miró con una mezcla de diversión y gratitud.

—No sé si debería estar molesto por no haber peleado o impresionado porque nos salvaste el pellejo.

Rosinante se encogió de hombros.

—Supongo que podrías estar un poco de ambos.

Buggy soltó una carcajada, golpeando a Rosinante en el hombro con camaradería.

—Eres un genio, Rosi. Un maldito genio.

Mientras el barco se alejaba, Rosinante miró el horizonte, sabiendo que, aunque habían ganado algo de tiempo, la amenaza de la Marina aún estaba presente. Pero al menos, por ahora, estaban juntos y eso era lo único que importaba.

Más allá de las risas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora