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El Sacrificio Silencioso

La oscuridad pareció intensificarse cuando Rosinante extendió la mano hacia la esfera. Buggy se mantenía en silencio, observando con una mezcla de tensión y preocupación. El aura de la esfera parecía absorber la luz a su alrededor, y con cada segundo que pasaba, la sensación de peligro se hacía más palpable.

Cuando los dedos de Rosinante finalmente rozaron la superficie de la esfera, una oleada de energía recorrió su cuerpo, como si estuviera conectando con una fuerza mucho mayor de lo que había imaginado. La voz profunda resonó una vez más, esta vez dentro de su mente.

—Has elegido enfrentarte al poder de las sombras. Ahora, elige lo que más valoras y entrégalo.

Rosinante retrocedió un paso, sintiendo un peso insoportable sobre sus hombros. Sabía exactamente lo que la voz le pedía, pero no estaba seguro de estar dispuesto a pagar ese precio.

—¿Qué… qué es lo que más valoras? —preguntó Buggy con cautela, acercándose.

Rosinante lo miró, la intensidad de sus emociones era evidente en sus ojos. Buggy, siempre sarcástico y despreocupado, parecía más vulnerable que nunca en ese momento, como si intuyera que algo importante estaba a punto de cambiar para siempre.

—No es el poder lo que más deseo —susurró Rosinante, apenas audible—. Lo que más valoro… eres tú.

Buggy se congeló, su habitual actitud bromista desapareciendo al instante. Las palabras de Rosinante lo golpearon como una ola imparable. Nunca había imaginado que significara tanto para él, al menos no de esa manera.

—¿Qué estás diciendo, Rosi? —preguntó Buggy, su voz temblorosa—. No me digas que…

Pero antes de que Buggy pudiera terminar, la voz resonó de nuevo.

—Si entregas lo que más valoras, obtendrás el poder. Pero debes hacerlo voluntariamente, sabiendo lo que perderás.

Rosinante sabía lo que significaba. Si seguía adelante, perdería a Buggy, no en el sentido físico, sino en algo mucho más profundo. El vínculo que habían formado, la amistad, las risas compartidas, todo eso desaparecería. Buggy lo olvidaría por completo, como si nunca hubiera existido.

El silencio en la cueva era abrumador. Buggy lo miraba, esperando una respuesta. Rosinante sintió un nudo en la garganta. ¿Estaba dispuesto a sacrificar todo lo que habían construido por un poder que ni siquiera entendía del todo?

—Rosi, piénsalo bien —dijo Buggy, dando un paso adelante—. No vale la pena. No necesitas hacer esto.

Rosinante apretó los dientes. La verdad era que no lo necesitaba. Pero algo más profundo lo impulsaba, una necesidad de proteger a Buggy y a todos aquellos que amaba. Si este poder podía hacerlo más fuerte, tal vez podría evitar que algo malo le sucediera a Buggy en el futuro. Pero el precio era alto, demasiado alto.

Finalmente, con la mano temblorosa, Rosinante dejó caer la esfera de nuevo en el pedestal.

—No —dijo con firmeza—. No puedo hacerlo.

Buggy soltó un suspiro de alivio, y antes de que Rosinante pudiera reaccionar, lo abrazó, apretándolo con fuerza.

—¡Gracias a las estrellas! —exclamó Buggy, su voz llena de emoción—. Sabía que no serías tan tonto como para elegir ese maldito poder sobre mí.

Rosinante sonrió ligeramente, devolviéndole el abrazo.

—Nunca podría perderte, Buggy —dijo en voz baja.

Se quedaron así por unos segundos, en silencio, hasta que la voz resonó una vez más, esta vez con una nota diferente, más suave, casi complacida.

—Has pasado la prueba. El poder no siempre se obtiene con sacrificio. A veces, la mayor fortaleza es saber lo que realmente importa.

La esfera se desvaneció, dejando solo una suave luz que llenaba la cueva. Buggy y Rosinante se miraron, sabiendo que habían hecho la elección correcta. Aunque el poder les había sido ofrecido, su vínculo había demostrado ser más valioso.

Mientras salían de la cueva, Buggy no pudo evitar bromear una vez más.

—¿Sabes, Rosi? Si me valoras tanto, tal vez deberías empezar a tratarme como un rey.

Rosinante se rió, sacudiendo la cabeza.

—No cuentes con ello.

Y así, caminando juntos bajo el cielo estrellado, sabían que, aunque su aventura aún no había terminado, habían salido más fuertes, no por el poder que habían rechazado, sino por el vínculo que habían elegido conservar.

Más allá de las risas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora