1-Ego

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Desde siempre ir a Italia había sido mi sueño, pero tenerlo tan cercano me hacía verlo tan...¿Subrealista? Estaba a punto de cumplirlo, de cumplir ese sueño , pero por culpa del capullo de Manson solo sentía vacío. Por alguna razón le gustaba saber que sufría, le gustaba hacerme sufrir más de lo que ya estaba sufriendo bombardeándome con mensajes diciendo que siempre iba a quererme pero que nunca podríamos estar juntos porque bla, bla, bla... Pero en fin, en tres días me iba a Italia, ¿Quién podría imaginarlo? di

En tres días me iba a Italia.

Mierda. En tres días me iba a Italia y ni si quiera se lo había propuesto a Diana. ¿Cómo iba a aceptarlo? Sabía perfectamente que ella tiene la misma obsesión que yo con aquel país pero, ¿Cómo iba a decirme que si con tan poco tiempo de antelación?

Busqué su chat y comencé a escribir. Me sentía algo tonta, no sabía de que forma iba a tomárselo pero necesitaba convencerla.

Gianna: Oye Lerda.

No pasaron ni diez segundos hasta que recibí su respuesta.

Diana: ¿Qué quieres ahora, eh?

Pude nota su tono sarcástico sin siquiera escucharla Decidí hacerlo más arriesgado de lo que ya sería. Quizás no debería tomártelo tan a la ligera pero en mi cabeza parecía divertido.

Gianna: ¿Qué dirías si te propusiese irnos a italia durante tres meses cogiendo el vuelo en  tres días?

El corazón me iba a mil por hora. Por el simple hecho de que mi hermana mencionase la posibilidad de incluir a Diana en el viaje no me podía imaginarme haciéndolo sin ella.

Diana: ¿ESTÁS LOCA? ¡Por su puesto que si! Dime cuánto cuesta el vuelo, supongo que al ser tan pronto es porque será más barato.

Diana y yo nos pusimos de acuerdo con vernos tan solo una hora después para irnos de compras y poder hacer una maleta en condiciones para nuestro improvisado viaje.

Mientras me movía entre las coloridas y variadas prendas de la tienda, la emoción por el inminente viaje a Italia burbujeaba en mi interior como un champán efervescente. Sin embargo, en el instante en que mis ojos se cruzaron con los de Manson, el mundo que me rodeaba se desvaneció en un segundo. Allí estaba él, riéndose despreocupadamente y compartiendo momentos con otra chica, y de inmediato, un nudo pesado se formó en mi estómago. Era como si una mezcla de nostalgia y resentimiento se agolpara en mi pecho, recordándome lo que una vez habíamos tenido y lo que había perdido.

Diana, siempre atenta a mis cambios de ánimo y a mis silencios, lo percibió de inmediato. La vi posicionarse entre Manson y yo, como si estuviera levantando un escudo protector, lista para enfrentar cualquier situación incómoda. Su energía era inquebrantable, y su mirada desafiante parecía decirme que no tenía por qué lidiar con esto sola.

—Gianna, ¡qué sorpresa verte! —dijo él, intentando sonar casual, pero su sonrisa ya no tenía el mismo efecto en mí. Era una sombra de lo que había sido, un recuerdo que quería enterrar.

Antes de que pudiera articular alguna respuesta que pudiera sonar convincente, Diana tomó la iniciativa con una confianza renovada que me sorprendió.

—Nos vamos a Italia en tres días —anunció, como si esa simple declaración pudiera poner fin a cualquier tipo de conversación que él quisiera iniciar.

La expresión de Manson cambió drásticamente; la sorpresa y la confusión se dibujaron en su rostro. Sus ojos, antes llenos de arrogancia, ahora buscaban en mí una reacción, una señal de que aún había algo entre nosotros.

—¿Italia? —repitió, como si intentara procesar la información, como si las palabras tuvieran un peso que no podía soportar.

Ese fue el momento perfecto para dejar claro que estaba decidida a avanzar. La voz de Diana resonaba en mi mente, llevándome hacia una decisión que sabía que debía tomar con valentía y firmeza.

—Sí, eso es —respondí, sintiendo una extraña fuerza en mis palabras que no sabía que poseía—. Es hora de dejar atrás todo lo que hemos vivido y seguir adelante con nuestras vidas.

Observé cómo su expresión se tornaba más grave, y, sorprendentemente, una parte de mí se regocijaba en su desconcierto. Había sufrido lo suficiente por su culpa, y ahora que la oportunidad de Italia estaba tan cerca y palpable, no iba a permitir que su presencia me arrastrara de nuevo a un lugar de tristeza y desilusión.

—Así que, si no tienes nada más que decir... —comenzó Diana, y sentí que el aire a nuestro alrededor se volvía más ligero y fresco—. Debemos irnos.

En ese instante, tomé la decisión de que ya no quería mirar hacia atrás. Con una determinación renovada, nos dimos la vuelta y comenzamos a alejarnos, dejando atrás a Manson y la imagen de un pasado que tanto me había atormentado. Los murmullos de la tienda se convirtieron en un suave murmullo que apenas alcanzaba mis oídos, mientras me adentraba en un nuevo capítulo de mi vida.

En tres días me iría a Italia. Esa era la única verdad que necesitaba abrazar con todas mis fuerzas y convicción. Estaba lista para cerrar el libro de mi pasado, para dejarlo atrás, y abrirme a un futuro lleno de oportunidades y sueños por cumplir. La adrenalina y la esperanza invadían cada fibra de mi ser mientras caminaba junto a Diana, sintiendo que cada paso que daba me acercaba más a la libertad que tanto anhelaba. En ese momento, por primera vez en mucho tiempo, sentí que realmente estaba recuperando el control de mi vida y que, finalmente, me sentía verdaderamente libre.

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