Me quedé mirando mi teléfono durante minutos eternos. De verdad, ¿Un puto mensaje? A pesar de que el hecho de dejarme por un ridículo mensaje le haga la persona más cobarde de este planeta yo sentía como el mundo se caía bajo mis pies. Me había dejado completamente vacía. Lo cierto es que sí, le llamé mil veces seguidas después de ese mensaje, le rogué poder hablarlo, le rogué que no me dejase, le rogué. Perdoné cada insulto que salió por su boca en cualquier momento, también perdoné cuando tonteó con otras chicas mientras él me prometía ser el amor de su vida, y si, también ignoré tantas de las veces que me dijeron que no era la única en esa relación.
Me había convencido completamente de que si no estaba con él, nunca sabría que es el amor, que nunca nadie me podría amar. Yo le creí.
Mientras él ignoraba mis mensajes y llamadas yo me quedaba sin aire y agotaba todas las lágrimas que mi cuerpo podía generar. Hasta que recibí un mensaje de él, diciéndome que fuese a su casa, pero solamente con la intención de verme una última vez y acabar con esa relación en persona. Tuve la sensación de que de alguna forma podría aprovechar esa oportunidad para arreglarlo, para convencerle de que debíamos de seguir juntos, por lo cual acepté. Me vestí tan rápido como pude, baje de casa corriendo y sin aflojar mi ritmo fui hacia la parada de bus que quedaba más cercana a mi casa. Al llegar me temblaban las piernas y las lagrimas ya empezaron a caer por mis mejillas. Todo en mi interior se estaba desmoronando.
Abrió la puerta y sin decir nada, hizo un pequeño espacio para que pudiese pasar. Justo cuando quise entrar, se puso frente a mí.
-¿Puedo abrazarte?- Cuando esas palabras salieron de su boca sentí tanta desesperación, odio, añoranza, ira... Nunca seré capaz de conseguir describirlo.
Obviamente, como no, acepté.
Fue él quien me soltó.
-Pasa.- Se sentó en las escaleras que daban a su piscina.- Siéntate aquí. - Y como un perrito, obedecí.
Mantuve mi silencio. Miraba al suelo, a mis manos mientras jugaba con ellas, pero no podía si quiera acercar mi mirada hacia él.
-Mira, no funcionamos juntos. Siento que somos muy diferentes, no tenemos apenas nada en común y bueno. Yo soy una persona muy... Activa, sabes a lo que me refiero. En cambio tú... Tú apenas quieres...
-Lo se, lo siento mucho. Solo se que no quiero perderte. Por favor, sigamos intentándolo .- Le pedí una última vez más sin fuerzas.
-Lo siento Gianna, he conocido a alguien más.
Esas palabras fueron como una punzada en el pecho que me agujereaba y me dejaba vacía. Me humillé al echarme a llorar y rogarle que por favor fuese yo con la que siguiese, que por favor me quisiese a mí, pero al final acabé con la cara empapada en el bus de vuelta a casa.
Llegué desolada, vacía, destruida. Él era para mí mi primer amor. Nada más abrí la puerta mi madre me vio y supo perfectamente que pasaba.
-Gianna, te lo he dicho un millón de veces, es un inútil y no me hace falta que me expliques por qué estás así para saber que él es el puto motivo de esto.
Solo lloré más. Los sollozos se me escapaban. Aunque me daba algo de vergüenza llorar delante de mi madre, dolía tanto que era imposible evitarlo
Mientras las lágrimas seguían cayendo, mi madre me abrazó con ternura, como si intentara transferirme un poco de su fortaleza. En medio de mi desconsuelo, mi mente se aferraba a un recuerdo: Rak, mi hermana , quien estaba en Italia. Había estado allí durante meses, explorando cada rincón de Palermo, disfrutando del sol y la vida. Echaba de menos tenerle cerca y más en momentos como este. Su risa siempre había sido un bálsamo en mis días oscuros. En ese instante, sentí que la distancia entre nosotras se volvía insoportable.
Mi madre, notando mi melancolía, me miró con una expresión que parecía entender mis pensamientos.
—Gianna, ¿has pensado en llamar a Rak? Quizás un cambio de aires te vendría bien.
La idea se instaló en mi mente como un rayo de esperanza. "¿Y si Rak me invitara a pasar el verano con ella?" La perspectiva de escapar, aunque solo fuera por un tiempo, llenó mi corazón de un leve atisbo de alegría.
—Mamá, ¿crees que debería hablar con ella?
—Por supuesto, cariño. A veces, un cambio de escenario puede ayudarte a ver las cosas desde otra perspectiva.
Sin pensarlo dos veces, tomé mi teléfono. Con manos temblorosas, busqué el número de Rak. Sabía que no podía quedarme atrapada en este dolor por más tiempo. Marcando, sentí un hormigueo en el estómago, como si estuviera a punto de saltar al vacío.
—¡Gianna! —su voz alegre resonó al otro lado de la línea, llenando el aire con una chispa que no había sentido en días—. ¡Te extrañé tanto! ¿Cómo estás?
—No muy bien, la verdad... —empecé, pero antes de que pudiera desahogar mi tristeza, Rak interrumpió.
—¿Por qué no vienes a Italia? Te prometo que aquí te sentirás mejor. Hay tanto por explorar y, además, tengo un par de amigos que te encantarían.
Por su reacción sabía que mi madre ya se había encargado de informarle de casa pelea que tenía con el estúpido que había decidido tener como novio y se esperaba que finalmente hubiésemos roto, pero aún así, su entusiasmo era contagioso.
—¿De verdad crees que me ayudaría?
—¡Claro! Te necesito aquí. Piensa en todas las aventuras que podríamos tener, puedes pasar aquí el verano. Y no te preocupes, te haré olvidar a ese inútil. Además, tengo espacio de sobra. Aunque viva con mis compis, las casas aquí son enormes. Fliparías si lo vieses.
La idea de un verano en Italia, lejos del dolor y junto a mi hermana que siempre había estado a mi lado, comenzó a tomar forma en mi mente.
—Rak, me encantaría.
—Entonces, ¡haz las maletas! Te enviaré los detalles del vuelo, y te prometo que te mostraré lo mejor de Sicilia. Desde la comida hasta las playas... y, por supuesto, aquí estarás más que acompañada, todo mi grupo de amigos viven conmigo y no te dejaremos ni un segundo sola.
La emoción me invadió, por primera vez en días sintiendo que había una salida a mi tristeza.
—Gracias, Rak. No sé qué haría sin ti.
—Sólo cuídate y ven. ¡Ah! y puedes avisar a Diana, me encantaría tener su chispa también por aquí...- Noté una risilla de la otra parte de la línea.
A medida que colgaba, la luz del día parecía más brillante. La tristeza seguía ahí, pero ahora había una salida, una esperanza. Podía sentir cómo la calidez de Italia me estaba esperando. En mi interior, decidí que era hora de dejar atrás el pasado y volver a encontrarme. Y quizás, solo quizás, podría volver a ser la Gianna que alguna vez fui.
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Allá Donde Estés
أدب المراهقينGianna, una joven con el corazón roto tras una ruptura, decide sanar viajando a Palermo, Italia, durante tres meses con su mejor amiga, Diana. Mientras exploran la ciudad y su cultura, Gianna comienza a dejar atrás su dolor. En una de sus aventuras...