La noche había caído suavemente sobre la ciudad cuando Diana y yo llegamos a casa. No parábamos de bromear sobre la cara de Manson, pero sobretodo sobre la cara de la chica que le acompañaba. Era preciosa, parecía una modelo. Ahora, visto desde fuera nos parecía tan irónico que el pudiese aspirar hacia tan alto...
Ya solo quedaban un par de horas para partir hacia el aeropuerto, que estaba a unas dos horas en coche desde nuestra pequeña ciudad. Después de hacer juntas nuestras maletas, nos acomodamos en mi cama, listas para una maratón de películas, un ritual que siempre había sido nuestro refugio y que nos permitía desconectar del mundo exterior. La anticipación por nuestra inminente escapada a Italia mantenían mi felicidad dentro del caos que me había atormentado durante estos días, pero había un eco perturbador que amenazaba con empañar mi felicidad: los constantes mensajes de Manson.
A medida que las películas avanzaban, las risas y las conversaciones sobre nuestros planes nos mantenían animadas y llenas de energía. Diana me miró con una sonrisa amplia y preguntó, curiosa:
—¿Cuál es el primer lugar que quieres visitar en Palermo?
—Definitivamente Mondello —respondí, sintiendo que la emoción crecía en mi pecho—. Desde que mi hermana me enseñó las fotos de aquella playa caí perdidamente enamorada de ese lugar. Es que puedo vernos a las dos bañándonos en ese mar cristalino, en completa paz. — Suspiré como si se tratase de un sueño lúcido.
—¡Y no olvides la pasta! —exclamó Diana, riendo de manera contagiosa—. Quiero comer tanta carbonara que me convierta en un espagueti. ¡Imagínate! Dios, estoy tan acostumbrada a los paquetes de pasta a la carbonara precocinada del supermercado que probar la de allí seguro será como un orgasmo gastronómico. —Soltó de forma pícara.
Sin embargo, en medio de nuestra alegría, el sonido del teléfono rompió nuestra burbuja de felicidad, como un trueno inesperado en un día soleado.
—¿Qué ocurre? —preguntó Diana, notando de inmediato el cambio en mi expresión.
—Es... Manson —respondí, sintiendo cómo la frustración comenzaba a apoderarse de mí.
—Olvídalo, Gianna. No dejes que eso te perturbe, especialmente ahora que se supone que estamos en el momento de centrarnos en nosotras, en nuestra paz mental y nuestra felicidad.
Intenté seguir su consejo, pero la curiosidad me ganó. Abrí la conversación y, para mi desánimo, una lluvia de mensajes comenzó a llegar en cascada.
"Siempre voy a quererte. No puedo imaginar mi vida sin ti."
"Tal vez deberíamos hablar antes de que te vayas."
Diana se inclinó hacia mí, frunciendo el ceño al leer las palabras de Manson, su expresión cada vez más indignada.
—¿Qué te parece eso? —preguntó, claramente molesta—. ¿Está tratando de manipularte? No puedes permitir que te haga dudar.
—Lo sé, pero... —empecé, sintiendo el nudo en mi pecho—. A veces pienso que todavía hay algo entre nosotros. Un vínculo especial.
—Gianna, eso es solo su forma de mantenerte atada. No puedes dejar que sus palabras te hagan tambalear en tu decisión —dijo Diana, con una firmeza que me llenó de valor.
—¿Y si realmente tengo que hablar con él? —pregunté, sintiéndome vulnerable y ansiosa—. ¿Y si se da cuenta de su error y de que realmente me quiere?
Diana tomó un respiro profundo, mirándome con una mezcla de compasión y determinación que me reconfortaba.
—Escúchame bien. Lo que él quiere no es lo que tú necesitas. Te está manipulando porque sabe que eres fuerte, pero también que puede hacerte dudar. Tienes que pensar en ti misma. Mañana estarás en Italia, sin rastro de Manson y sus gilipolleces, eso es lo que realmente importa.
Con cada palabra, la claridad comenzaba a abrirse paso en mi mente.
—Tienes razón —respondí, sintiendo que las palabras de Diana resonaban en mí como un mantra—. No puedo dejar que esto me afecte. Estoy lista para dejarlo atrás.
Diana sonrió, como si una luz se hubiera encendido en su interior.
—Exacto. Y ahora, ¿qué tal si hacemos una lista de todas las cosas que vamos a hacer en Palermo? Me encantaría que planifiquemos cada detalle.
—¡Exacto! Y ni hablemos del gelato. Quiero probar todos los sabores, desde el clásico de pistacho hasta algo más exótico como el de ricotta con higos. —Dije, mientras me dejaba llevar por la fantasía de lo que sería ese viaje.
—Tienes un plan muy ambicioso, Gianna. Pero, ¿sabes qué? —dijo Diana, inclinándose un poco hacia mí con una sonrisa traviesa—. Sería genial que nos encontráramos con algunos italianos guapos por allí, ¿no crees?
Me reí, aunque la idea provocó un pequeño cosquilleo en mi estómago.
—¿Un romance italiano? —pregunté, atravesada por la posibilidad—. No sé, podría ser divertido. Imagínate la escena: tú y yo, en una terraza, con un vino tinto en la mano, y un apuesto italiano tratando de conquistarnos con su acento.
—¡Eso suena como una película romántica! —dijo Diana, emocionada—. Pero, en serio, ¿te imaginas? Sería como vivir en un sueño. Podríamos tener una aventura loca y sin preocupaciones.
—Eso suena tentador —respondí, aunque una parte de mí se sentía insegura—. Pero no quiero que eso me distraiga de lo que realmente vine a hacer. Necesito dejar atrás a Manson, y no sé si un romance sería lo mejor en este momento.
—Entiendo lo que dices —asintió Diana, viéndome con comprensión—. Pero no tienes que tomarlo tan en serio. Solo piensa en ello como una experiencia divertida. Un coqueteo ligero, sin ataduras.
—Quizás tienes razón —reflexioné en voz alta—. Sería agradable sentirme deseada de nuevo.
—¡Exacto! Y además, ¿quién puede resistirse a un italiano con una buena pinta y una sonrisa encantadora? —dijo, haciendo un gesto exagerado de un chico guapo que coquetea—. Solo piensa en ello como una forma de empoderarte.
Mientras continuábamos hablando de las posibilidades, el teléfono vibró de nuevo, interrumpiendo nuestra conversación. Era otro mensaje de Manson.
—Mira esto —dije, reticente, mientras le mostraba el mensaje a Diana—. Está insistiendo en que hablemos antes de que me vaya.
—Olvídalo. ¡No le des más poder! —exclamó Diana, con determinación—. La última cosa que necesitas es a Manson en tu cabeza.
—Tienes razón —dije, sintiendo que mi resolución se fortalecía—. A partir de mañana, me enfocaré en disfrutar de mi viaje. Y si surge un romance con un italiano, ¡bienvenido sea!
Diana sonrió, satisfecha con mi respuesta.
Tantas ideas revoloteando por mi cabeza hicieron que me empezase a entrar el sueño. Diana y no nos tumbamos en la cama con intención de dormir, pero yo no paraba de darle vueltas a todo. Sabía que era algo inofensivo pero me daba miedo que alguien se fijase en mí, es más, lo veía completamente imposible. Me da miedo sentir algo por alguien de nuevo. Ahí fue cuando me di cuenta de como alguien te puede destrozar el corazón al completo.
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Allá Donde Estés
Teen FictionGianna, una joven con el corazón roto tras una ruptura, decide sanar viajando a Palermo, Italia, durante tres meses con su mejor amiga, Diana. Mientras exploran la ciudad y su cultura, Gianna comienza a dejar atrás su dolor. En una de sus aventuras...