07 y 08

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Hoy íbamos hacia nuestro destino, por lo que me levanté temprano para prepararnos. Me cambié y preparé las maletas para emprender el viaje.

Todos ya estaban despiertos, excepto Adri, que se quedó hasta tarde editando el video de ayer. Plex tuvo la grandiosa idea de hacerle una broma a Adri, así que encendió la cámara y comenzó a grabar, como siempre.

—Son las 7:41 de la mañana y tenemos que estar en el aeropuerto a las 9, vamos un poco tarde, como siempre. Todos estamos listos, menos Adri, que se quedó dormido, y le vamos a hacer una broma —dijo Plex a la cámara.

Aparecí yo segundos más tarde.

—¿Qué haces? Tenemos que estar en el aeropuerto —le dije.

—Hay que despertar a Adri —me dijo, mirándome directamente a los ojos.

No me di cuenta de la mirada que tenía; me transmitía una sensación de paz y tranquilidad. Él tenía unos ojos tan bellos en ese momento...

—Me apunto —le respondí.

Nos pusimos manos a la obra con la broma. Colocamos la cámara en un lugar escondido de la habitación donde Adri estaba durmiendo y luego salimos.

—¡Hey! ¿Dónde estás? —le dije—. Ya estamos afuera esperándote para irnos al aeropuerto.

—Sí, y habéis dejado todo aquí —dijo él con voz ronca.

—Bajamos a desayunar y ahora subimos a por nuestras cosas. Vete cambiándote para irnos ya —le respondí.

Él se levantó medio confundido y nosotros fuimos a por la cámara. Le dijimos que era una broma, pero que ya era tarde y que nuestro vuelo salía pronto hacia el siguiente destino.

Nos despedimos y nos dirigimos al aeropuerto. Nos recogió un autobús con más personas y nos dejó a todos en el mismo lugar. Hicimos todo el trámite del aeropuerto y por fin llegamos al avión. El viaje era largo, así que tomé una pastilla que me dio Borja para dormir mejor, ya que en esos días no había descansado bien. Entre los ruidos y la mano del muchacho, no podía dormir en paz.

Mal hice en tomar esa pastilla, ¡qué estúpida fui!

Dormí bien, pero el viaje no era tan largo; duraba solo dos horas y media. Y para colmo, andaba como drogada por culpa de la pastilla. El vuelo terminó y aterrizamos en Madagascar. Terminé con dolor de cabeza, pero se me pasó rápido gracias a un paracetamol que tomé y a una siesta que hice cuando estábamos en el coche.

A mitad de camino, tuvimos que parar porque teníamos hambre, así que nos detuvimos en un supermercado típico de ahí. Fui con ellos, compré un par de cosas para comer, pagué y salí antes que todos. Había un niño mirándome fijamente, y decidí acercarme.

—Hey, how are you? —le dije.

El muchacho no respondió, así que le hice otra pregunta.

—Do you want something to eat? —le dije mientras sacaba un par de cosas para dárselas.

El muchacho tomó lo que le di y me lo agradeció. Me despedí de él y me fui al coche con un par de lágrimas en los ojos, ya que me había tocado el corazón, y mi sensibilidad no lo soportaba. Los chicos llegaron y cada uno se sentó en su lugar para continuar el camino hacia el hotel donde íbamos a pasar la noche. No estaba cerca; el hotel se encontraba en un parque natural, donde la mano del hombre no había intervenido.

Condujimos un rato hasta que nos encontramos con una fila de coches. Se esperaba un tráfico increíble y no teníamos nada mejor que hacer que hacerle la vida imposible a Chiri, nuestro conductor.

𝟖𝟎 𝐃Í𝐀𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora