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—Buenos días —me dijo, apenas abrí los ojos, con su cámara en mano, listo para empezar a grabar.

Ya no se me hacía tan extraño; llevo 12 días con ellos y es la mejor casualidad que me ha pasado. No sé cómo acabé aquí, pero le doy gracias a Dios por poner a estos chicos en mi camino.

—Good morning —le respondí sonriente.

Minutos más tarde volví a cerrar los ojos, y él comenzó a hablarle a su cámara, dando las buenas vibras de siempre. Lo amo. No quiero nada amoroso con él aún, o eso creo, pero mi corazón dice lo contrario. ¿Y si él siente lo mismo por mí? ¿Debería decírselo o guardarme mis sentimientos y no decir absolutamente nada?

Mi cabeza daba vueltas sin razón aparente, así que decidí levantarme y elegir el desayuno del día, ya que íbamos de nuevo al aeropuerto. Esto de ir de un aeropuerto a otro es agotador. Lo único bueno son los países.

Hice lo mío y fui directamente a la ducha.

—Sal ya, que me quiero duchar —le dije.

—Si la puerta está abierta —me respondió.

Me estaba tomando el pelo, pensé. La puerta estaba cerrada con seguro, así que decidí esperar. No tardó mucho en salir.

—Viste que no era para tanto —me dijo riendo.

Lo miré de arriba abajo, sin disimular. Creo que él lo notó.

—¿Tengo monos en la cara? —me preguntó riendo.

—Puede ser —le dije, mientras me levantaba para ir a la ducha.

Él solo negó con la cabeza y siguió riendo. Cerré la puerta y me metí a la ducha, pero no tardaron en abrirla de nuevo.

—¡Coño! —grité.

—Ah, ¿estás ahí? —me dijo.

—Sí, pásame la toalla —le pedí.

Me la pasó y me envolví en ella como una persona normal, supongo. Salí de la ducha y fui a cepillarme los dientes, donde encontré a Daniel haciendo lo mismo. Él terminó antes que yo.

—Date prisa, anda —me susurró, mientras me daba un beso en la mejilla.

Lo miré, con ganas de decirle lo que sentía por él, pero el miedo me detuvo. Decidí esperar al momento indicado.

Fuimos al aeropuerto para ir a nuestro nuevo destino. Hicimos lo de siempre, y Daniel estuvo dando tips para manejarse en los aeropuertos, contando cómo su madre siempre iba con 5 horas de anticipación, mientras que él con solo 1 hora tenía tiempo de sobra. Terminamos todo y abordamos el avión. Dormí como un bebé con mis auriculares, sin que nadie me molestara. A la media hora me desperté, comencé a ver una película, y luego volví a dormir escuchando música. Cuando desperté, habíamos aterrizado en nuestro nuevo destino: Jordania.

Salimos del aeropuerto y fuimos en busca de nuestro conductor, o sea, Daniel, porque yo aún estaba en el quinto sueño. Finalmente lo encontramos y nos dirigimos hacia el hotel, aunque no era un hotel como los de siempre...

Nos quedamos dormidos hasta que hicimos la primera parada en un supermercado, porque nuestro conductor necesitaba romper el ayuno del Ramadán. Después de comer algo, continuamos hacia el hotel. Cuatro horas después, llegamos a nuestro nuevo destino, que básicamente parecía otro planeta.

Nos encontramos con unos perritos, pero Adrian los asustó de inmediato.

—¿Por qué los asustaste? ¡Quería sacarles una foto! —le dije.

Él solo se rio. Sacamos los tickets para entrar al lugar, y de repente escuché unos gritos.

—¿Qué me he perdido? —pregunté curiosa.

Solo era que Plex había llegado a los 10 millones de suscriptores. Estaban saltando de alegría porque su amigo había alcanzado su meta. Los amo demasiado, y qué mejor manera de celebrarlo que con ellos.

Minutos antes de irnos, a mi queridísimo amigo se le ocurrió la maravillosa idea de ir a comprar champán.

—Acompáñame —me dijo.

—¿A dónde ahora? —le pregunté.

—A comprar una cosa —respondió.

No tardó ni medio segundo en cogerme de la mano y llevarme a la tienda.

—¡Loco, me haces daño! —me quejé.

—No seas quejica —dijo, burlándose de mí.

Debo decir en mi defensa que me apretó fuerte la muñeca.

Entramos a la tienda y lo primero que preguntó fue:

—Do you have champagne?

—¿Champán para qué? —le pregunté extrañada.

—Para celebrar —me contestó.

El hombre negó con la cabeza; no tenía lo que buscábamos. Pero no tardó mucho en conseguir algo en la humilde tienda del señor. Compró varias cervezas y seguimos adelante.

Entre risas y celebraciones, el viaje se pasó volando. Al fin llegamos al Valle de la Luna, donde nos íbamos a quedar. No habían pasado ni dos minutos cuando Jopalux tuvo un percance: había perdido su mochila.

—¡Hermano, ayúdame a buscarla! —dijo el pobre muchacho con desesperación.

Todos sabíamos que no la había perdido, sino que alguien la había escondido, pero como no soy chivata, no diré quién fue.

Nos quedamos ahí un rato hasta que escuché a Daniel hablando con la cámara. Al principio se me hacía raro, pero ya me había acostumbrado. Esta vez hablaba sobre el gobierno de Jordania y Tiktok, preguntándose por qué lo habrían prohibido.

Caminamos un rato hasta llegar a la cabaña. Esta vez decidimos dormir todos juntos para pasar una noche entre juegos y risas. Yo nunca lo había hecho con ellos, así que decidí apuntarme. Salí con Plex para despedir el video, y luego volvimos a la cabaña.

—Espera —me dijo—. ¿Te quieres quedar un rato? No quiero entrar aún.

—Nos están esperando, vamos —le respondí.

No pude resistirme a sus ojos de cachorro, así que acepté.

—¿De qué quieres hablar? —me preguntó.

—Fuiste tú quien me dijo que me quedara, supongo que tú tendrás tema de conversación —le respondí.

Empezó a contarme su vida, literalmente. Me gustó bastante, la verdad, y también era interesante.

En una de esas, pasó su brazo por mi cuello, acercándome a él.

—¿Y tú? ¿Tienes algo que contar? —me preguntó.

—No soy muy de palabras, la verdad. Cuando hablo, me trabo —le dije.

—No importa, hay tiempo —respondió con tranquilidad.

Se me abrieron los ojos cuando dijo eso.

—Bueno, había un chico. Lo dejamos hace varios meses. No quiero hablar mucho de ello, porque aún no lo he superado del todo. Me dolió lo que me hizo —hice una pausa antes de continuar—. Antes de que preguntes, me puso los cuernos con mi ex mejor amiga.

Él solo me miraba a los ojos y escuchaba. No habló mucho, pero supe que no me estaba ignorando. Lo único que hizo fue abrazarme y decirme:

—Me tienes aquí para lo que sea, que lo sepas. Puedes contarme el peor chiste de tu vida o tu peor trauma, pero siempre estaré aquí para apoyarte.

Después de eso, me miró a los ojos, y pasó lo que tenía que pasar.

—Oye, ¿tú crees que los demás sospechan que estamos escondiendo esto? —le pregunté seria.

—Supongo que no —me respondió.

Me ayudó a levantarme para irnos a la cabaña, pero antes de eso... volvió a suceder. ¿Hola? ¿Lo bien que besa este chico? Afortunadas fueron las que lo besaron antes.

Al llegar, lo primero que hice fue irme a dormir, agotada como estaba.

𝟖𝟎 𝐃Í𝐀𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora