7 . Kenny

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Me encontraba recorriendo el pasillo que llevaba al cuarto de Kuchel cuando ví a un hombre aparecer de repente de la esquina. Rápidamente, me escondí detrás de una puerta, y observé que el hombre se dirigía a la recepción del prostíbulo. En cuanto vi su rostro me pareció muy sospechoso.

Era un hombre alto, de pelo negro y complexión física musculosa. Llevaba una gran gabardina color beige sucia sobre lo que parecía una camisa blanca, también sucia. Aparte se eso, llevaba un sombrero negro con una cinta blanca que le cubría la cabeza y le daba un aspecto serio y extraño. Por último, llevaba consigo un maletín negro, sujetándolo de la mano. Desde el primer momento, me di cuenta de que el hombre no era nada parecido a los hombres que pasaban por allí. De hecho, no tenía ninguna pinta de desear los servicios de una prostituta.

Este hombre oculta algo, ¿qué será?

El hombre extraño se dirigió al hombre rechoncho y gordo de la recepción, y escuché lo que le preguntaba:

―¿Está aquí Kuchel Ackerman?

―¿Kuchel? Ah, sí te refieres a Olympia... hace bastante tiempo que enfermó, así que ya no está disponible ―El hombre gordo rio, y sentí que un odio inhumano inundaba todo mi ser. El otro hombre ni se inmutó. Simplemente fue por el primer pasillo de las habitaciones. Yo también salí de mi escondite y le seguí lo más silenciosamente que pude por detrás, para ver qué tratamaba aquel hombre.

Sin embargo, el hombre se giró tan rápidamente que no me dio tiempo ni a pestañear siquiera. Me inmobilizó contra la pared con una fuerza asombrosa, y, con una sonrisa algo macabra, me susurró con voz áspera y gruñona:

―¿Quién eres, pequeña?

Pemsé en si debía contestar con sinceridad.

―Me llamo Evelyn.

―¿Dónde está tu mamá?

―Muerta, señor.

El hombre pareció quedarse sin habla durante unos segundos; se le borró la sonrisa de la cara.

―¿Por qué me sigues, niñita?

―No me parecía el típico hombre que viene a un burdel, ¿me equivoco?

Otra vez el hombre calló. No sabía si había hecho lo correcto al hablar. ¿Sería ese hombre capaz de delatarla a los dueños del prostíbulo?

El hombre sonrió otra vez.

―Eres astuta, niñita. Es cierto, no vengo aquí a tener sexo. Vengo a ver Kuchel.

―¿Por qué?

―¡Ey! El que hace las preguntas aquí soy yo, no tú, niñita, así que permanece callada si sabes lo que es bueno para ti. Ahora vete a tu cuarto, si es que vives aquí, y no me molestes más.

El hombre la soltó y siguió su camino, solo para darse la vuelta otra vez, viendo que yo todavía lo seguía.

―Ya déjame en paz, ¿no? ―me espetó algo molesto.

―Yo conozco a Kuchel.

―¿Y a mi qué? ¿No tienes nada mejor que hacer?

―Me da igual lo que me diga, le seguiré igualmente.

El hombre entrecerró los ojos.

Tiene los mismos ojos grises de Levi, ¿serán familia?

―¿Eso signifca que vas a estar dándome por culo todo el tiempo?

―Sí, esa es otra forma de decirlo.

El hombre no dijo nada más y abrió la puerta de la habitación de Kuchel y Levi.

Dentro, contemplé una escena un poco extraña, y también muy triste.

Kuchel estaba tumbada en la cama, tapada hasta el cuello con las sábanas, y tenía el rostro peor que nunca. La cara pálida, con ojeras tremendas y demasiado delgada para seguir con vida.

¿Kuchel también...? Me quedé en estado de shock.

El hombre se dirigió a la cama y susurró:

―Eh, oye. Estás muy delgada, ¿no, Kuchel?

―Está muerta ―balbuceó una voz, desde el otro extremo de la habitación.

Pegado a la pared y sentado en cuclillas, Levi se encontraba con una cara también horrible y un aspecto deprimente. Se notaba que había estado días sin moverse de allí, y sin comer ni beber.

Yo sólo entré a la habitación, y me senté también contra la pared, al lado de Levi. Sin poder evitarlo, se me saltaron las lágrimas. ¿Qué demonios había pasado? ¿Qué ibamos a hacer yo y Levi sin Kuchel ni Mayra?

―¿Y tú? ¿Estás vivo? ―oí que el hombre preguntaba.

Levi no respondió.

―Eh, dame un respiro. ¿Es que no me entiendes? ¿Cómo te llamas?

Al fin el niño respondió:

―Levi. Sólo Levi.

El hombre extraño se sentó contra la pared, al igual que nosotros, mientras decía como para sí:

―Vaya, Kuchel. Ya entiendo ―y, dirigiéndose a Levi y a mi, dijo ―No vale la pena que les diga mi nombre entero. Soy Kenny. Solo Kenny. Kuchel... era una conocida mía. Encantado.

Y así nos quedamos los tres un buen rato más, Levi llorando y yo también, mientras que Kenny parecía pensar en algo.

Después de un rato, nos dijo que se encargaría de sacarnos de allí.

―Tienen que salir de este prostíbulo asqueroso. Si se quedasen aquí, sería peligroso, demasiado peligroso. Se vendrán conmigo, pero ojo con lo que hacen, mocosos ―avisó.

Kenny se levantó y salió por la puerta, y nos quedamos Levi y yo solos.

Me levanté también y le extendí a Levi la mano.

―Vamos, Levi.

―Evelyn...

Levi agarró la mano de su amiga y los dos salimos de la habitación. Ya nunca más volveríamos a aquel horrible burdel.

Gracias por leer!!

Pinky Promise || Levi Ackerman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora