8 . ¿Qué pasará?

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Kenny nos llevó afuera del burdel, y nos dijo que nos llevaría a comer algo.

No sé por qué, pero hasta aquel momento no me había dado cuenta de la cantidad de gente (entre ellos niños) que yacía moribunda por las calles de la ciudad. No sabría decir dónde se acumulaba más suciedad, si en el burdel o afuera, en la calle.

Llegamos a una taberna que había por allí cerca. Por fuera más bien parecía una casa abandonada, pero cuando entrabas por la gran puerta desgastada, veías que te equivocabas, porque de pronto te encontrabas en una sala grande con mesas largas y sillas de madera, todo lleno de hombres charlando sobre sus asuntos.

Al entrar, sentí como todas las miradas se pasaban en nosotros tres, sobre todo en Levi y en mi. Supuse que no solían pasar por allí demasiados niños.

Kenny, haciendo caso omiso de los que nos miraban (y que más tarde aprendía que le daba exactamente igual lo que pensasen los demás) nos indicó que nos sentásemos mientras él iba a por comida.

Elegía una mesa en un rincón, apartada de todas las demás. Me dio algo de asco sentarme en una silla que probablemente no habían limpiado jamás, pero, de todas formas, eso era mejor que el burdel, así que me senté, con Levi a mi lado. Le miré de reojo. Tenía muy, muy pero que muy mal aspecto, parecía en parte un cadáver, y me pregunté si yo también estaba como él. El pobre Levi acababa de perder a su madre, así que no me extrañaba nada que estuviera demasiado conmocionado como para hablar siquiera. De hecho, yo tenía ganas de simplemente llorar varios días seguidos y arrancarme las entrañas.

Al poco rato llegó Kenny con comida, como había prometido. Ni Levi ni yo nos habíamos dado cuenta antes de lo hambrientos que estábamos, hasta que empezamos a comer. ¿Cómo podía estar aquello tan buenísimo? Me parecía no haber comido en mi vida.

—Tenían hambre, ¿eh? —Kenny se había sentado enfrente nuestra, y bebía lo que parecía ser una jarra de cerveza. Al notar que miraba su bebida, la señaló y preguntó —¿quieres?

Negé con la cabeza, pues tenía la boca demasiado llena para hablar.

—Pues tú te lo pierdes.

Me encogí de hombros. A mi lado, Levi también devoraba la comida con ansias.

Me fijé mejor en el lugar en el que estábamos. Tenía los techos muy altos, con lámparas colgadas de ahí arriba. Había muchas mesas, algunas largar y otras algo más pequeñas, todas abarrotadas hasta los topes de hombres. ¿De qué hablarían? ¿Y por qué no había ninguna mujer? Si todas trabajan de prostitutas en el subterráneo, no tenía muchas posibilidades yo tampoco de hacer cualquier otra cosa.

Mucha gente se levantaba y se iba, pero había algunos que no parecían querer irse, y me pregunté si los echarían o les dejarían quedarse hasta las tantas. En realidad, en la ciudad subterránea no había absolutamente ningún cambio entre la noche en la mañana, siempre estaba oscuro, y eso le afectaba mucho a la gente. ¿Quién querría vivir sin sol?

En ese momento un hombre calvo se levantó de su asiento y con para donde estábamos nosotros tres, alguien que me habría pasado totalmente desapercibido si no hubiese llegado a nuestra mesa. Le pegó una palmada a Kenny en la espalda para llamar su atención, haciendo que este se girarse. Por la forma en que se trataban ambos, parecían ser bastante amigos. Hablaban y hablaban, aunque no me molesté en escuchar su conversación, que sería probablemente de lo más aburrida. Se fueron afuera a seguir hablando, y Kenny parecía haberse olvidado por completo de nosotros.

—Evelyn... —oí que Levi me llamaba por fin —¿Cómo estás?

¿Cómo estaba? Ni yo misma lo sabía. Estaba todavía en estado de shock por lo de Mayra y Kuchel, y no me lo creía del todo. No sabía qué responder. Mi vida había dado un giro totalmente inesperado, para mal por ahora, pero no sabía si mejoraría. Salimos del prostíbulo, al menos, porque ya estaba harta de aquel horrendo lugar, pero, ¿qué pasaría de ahora en adelante?

—No lo sé.

Era lo único que podía responderle a mi amigo, al menos por ahora. Lev también estaba mal, muy mal, y yo lo sabía, pero no tenía nada para consolarlo, pues no quería mentirle. ¿Era nuestra vida una mierda? Sí. ¿Mejoraría alguna vez? Eso no lo sabía, pero al menos no creía que fuese a peor. ¿O sí?

Sentí cómo las lágrimas corrían por mis mejillas. No quería que Levi se diese cuenta, pero es demasiado observador, y claro, lo notó. Se acercó a mi y agarró mi mano fuerte mente, mientras me abrazaba. Él también lloraba. Al fin y al cabo, solo éramos niños, ¿verdad?

¿Qué nos deparará la vida?


Pinky Promise || Levi Ackerman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora