Chester se encontraba en un estado lamentable. No había salido de la cama, entregado a un dramatismo que bordeaba lo ridículo. Se había convencido a sí mismo de que nunca más se levantaría, que simplemente se desvanecería en la oscuridad de su habitación. Pero el hambre, ese instinto básico e ineludible, lo obligó a levantarse. Al llegar a la cocina, se dió cuenta de que llevaba demasiado tiempo sin comer, lo que lo hizo reflexionar, aunque solo por un instante, sobre su patética existencia.
Cuando abrió el refrigerador, la visión de las botellas de agua vacías lo dejó inmóvil. Se lamentó por ser tan estúpido. Sin molestarse en bañarse, se puso la primera ropa que encontró y salió directo al supermercado más cercano. Una vez allí, se dirigió a las estanterías de alimentos y comenzó a llenar su carrito con lo primero que se le ocurrió, sin prestar atención a la cantidad.
La fila en la caja no era larga, lo que fue un pequeño alivio para Chester. Y en cuestión de minutos llegó a pagar. El cajero, un joven de aspecto sombrío y expresión seria, lo atendió con una actitud fría. Chester intentó ser amable, pero el chico solo lo miró con indiferencia. Después de registrar los alimentos, el cajero dijo en un tono monocorde: "45 dólares".
Chester, incrédulo, frunció el ceño. "¿Por qué tan caro? Esa máquina debe estar defectuosa," dijo, a medio camino entre la queja y la broma.
El chico lo miró con una mezcla de desdén y aburrimiento. "Usted es el defectuoso. ¿No ve que tomó casi toda la estantería?" respondió con voz profunda, casi fantasmal. Cuando Chester intentó resistir el tirón de la tarjeta que él trataba de arrebatarle, el cajero la tomó con ambas manos, arrancándola finalmente de su agarre.
"Vamos, amigo... Edgar," dijo Chester, mientras leía el nombre en el delantal del chico. "Debe haber algo que puedas hacer."
Edgar lanzó una mirada rápida a la fila que se formaba detrás de Chester, claramente, Edgar, molesto por la demora. Con un movimiento brusco, cobró la compra y le lanzó la bolsa y la tarjeta contra el pecho. Chester, resignado, recogió sus cosas y se dispuso a irse. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de salir, escuchó un comentario nada murmurado: "¿Ve? No era tan difícil, idiota."
Chester se giró, solo para ver a Edgar alzando el dedo medio antes de volver a su trabajo con indiferencia. Lejos de sentirse ofendido, Chester sonrió con amargura, llevándose una mano al pecho como si hubiera sido herido. La absurda situación le parecía casi cómica, un reflejo perfecto de lo bajo que había caído. Mientras salía del supermercado, no pudo evitar pensar que su vida se estaba convirtiendo en una serie de escenas ridículas, todas protagonizadas por un bufón.
Mandy, por otro lado, cerró su computadora tras registrar los datos del último cliente especial de esa mañana. Fuera del trabajo, su vida era una rutina monótona. No tenía mucho contacto con nadie más allá de su hermano Barry, y gran parte de su tiempo libre lo pasaba en su departamento, durmiendo largas horas. Esa tarde no fue la excepción. Se levantó de la cama sintiendo la garganta seca y se dirigió directamente a la cocina, donde no pudo evitar echar un vistazo al gabinete que albergaba botellas de licor que jamás había tocado. No bebía, nunca lo había hecho, pero le gustaba cómo quedaban como decoración.
De repente, su teléfono comenzó a sonar desde la habitación. No tenía ganas de responder; era probable que no fuera nada importante. Pero la curiosidad la llevó a regresar rápidamente a contestar. Arrugó la nariz en señal de desaprobación al ver que se trataba de un número desconocido, pero optó por responder de todos modos.
-"Debemos vernos"-, fue lo único que escuchó al otro lado de la línea, pero fue suficiente para saber quién era. Mandy colgó de inmediato y, sin pensarlo dos veces, bloqueó el número. No necesitaba más complicaciones en su vida.
Mientras dejaba el teléfono sobre la cama, recordó una pregunta que su hermano Barry le había hecho hace algún tiempo: "¿Lo amas?" En ese momento, Mandy se había encogido de hombros, incapaz de dar una respuesta clara. Pero ahora, sola en su departamento, la pregunta la golpeaba con más fuerza. ¿Qué era lo que sentía realmente por Chester? ¿Era solo atracción física?
Había comenzado a extrañar no solo su presencia, sino también sus raros encuentros, esos momentos en los que se sentía genuinamente cómoda. Extrañaba su sonrisa, sus pequeños gestos. Pero no debía sentir nada más allá. Se lo había prometido a sí misma, tiempo atrás.
Intentando despejar su mente, se dirigió al baño. Después de una ducha relajante, eligió un vestido informal y salió de su departamento. Quería distraerse y conocer el nuevo bar que habían abierto cerca del centro. Caminó unas cuantas calles hasta llegar al lugar, un sitio con un ambiente agradable. Gente bailaba, otras conversaban en la barra. Mandy se sentó y pidió un vaso de agua, sin sentirse lista para probar algo más fuerte.
"¿Ignoraste mis llamadas para esto?" La voz la tomó por sorpresa. Sabía de inmediato quién era. Se giró lentamente y lo vio, con un traje que resaltaba innegablemente.
"Si ignoré tus llamadas es porque no me interesa lo que tengas que decir", respondió Mandy, irritada. Él solo sonrió y se sentó a su lado.
"Es solo un compromiso por beneficio. Servirá para ambos", insistió Fang, mientras hacía un ademán al bartender para que le sirviera un whisky.
"¿Hace cuánto llegaste?" Preguntó Mandy, tratando de mantener la conversación lo más corta posible.
"Hace un par de semanas. Quise disfrutar un poco la ciudad, así que le pedí ayuda a un amigo. ¿Quién diría que te encontraría aquí?" Fang sonrió con suficiencia. Mandy rodó los ojos y, apoyando una mano bajo su barbilla, lanzó una pregunta con cierta indiferencia.
"¿Ese amigo del que hablas está aquí?" Fang soltó una carcajada y asintió. Miró hacia el otro lado del bar e hizo un gesto para que su amigo se acercara. Mandy se giró y su sorpresa fue inmediata al ver a Buster. Intentó ocultar su reacción, pero la tensión en su cuerpo fue evidente.
"Señorita Mandy, qué sorpresa verla por aquí", dijo Buster, tragando grueso al notar su presencia. Antes de que pudiera responder, una voz suave pero claramente audible rompió el momento.
"¿Mandy?" Era Chester, que se acercaba detrás de Buster, sorprendido de verla allí. Ambos se miraron, completamente perplejos. Ninguno esperaba este encuentro, y mucho menos en un lugar como ese.
Chester, tratando de mantener la compostura, susurró entre dientes a Buster: "¿Qué tipo de relación tiene ese con ella?" Buster, nervioso, no supo qué responder.
Fang, que lo había escuchado todo, soltó una risa divertida y habló: "Parece que no me he presentado adecuadamente." Se levantó ligeramente de su silla, para mirarlos a todos y luego volvió a hablar: "Soy Fang", dijo sonriendo con falsa inocencia, y miró de reojo a Mandy, quien evitaba su mirada. "Y Mandy y yo estábamos comprometidos."
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[NEXUS] \ (Mandy x Chester)
ФанфикEs un universo alternativo. Los personajes no me pertenecen.