Chester aparcó el auto en el garaje con movimientos casi mecánicos, como si su cuerpo estuviera actuando por inercia mientras su mente seguía atrapada en la tormenta de emociones que lo había acompañado durante todo el trayecto de regreso. Cuando finalmente entró a la casa, el silencio lo envolvió de inmediato, acentuando la soledad que sentía en ese momento.
Sacó su teléfono del bolsillo, dándose cuenta de que hacía mucho había dejado de vibrar. Sin revisar las notificaciones, lo apagó. Supuso que Mandy había dejado de insistir, y aunque una parte de él se sintió aliviada, otra parte no podía evitar sentir un nudo en el estómago.
Sin encender las luces, Chester se dirigió directamente a su habitación. Estaba tan nervioso que la idea de comer algo ni siquiera cruzó por su mente. Se dejó caer en la cama, sin molestarse en quitarse la ropa, y cerró los ojos con fuerza, tratando en vano de apagar los pensamientos que lo atormentaban.
El beso que había compartido con Mandy seguía ardiendo en su memoria, un recuerdo tan vívido que casi podía sentir de nuevo el aroma del labial de uva que ella solía usar. Ese beso había sido todo y nada al mismo tiempo, una chispa que lo había encendido pero que ahora amenazaba con consumirlo.
Recordar la piel canela de Mandy, la forma en que su cabello caía suavemente sobre sus hombros cuando se relajaba, las delicadas manos que siempre parecían saber exactamente qué hacer, todo eso lo hacía sentir que estaba flotando en un universo donde ella era la única estrella. La amaba en cada una de sus facetas, desde la sonrisa que iluminaba su día hasta la forma en que se frustraba o se enojaba, demostrando una pasión que él admiraba profundamente. Para Chester, Mandy no solo era su jefa, era su universo, un universo que no podía permitirse perder.
Esa era la razón por la que el miedo lo consumía. La posibilidad de que ese beso, ese impulso que no había podido controlar, pudiera alejarla de él era un pensamiento que lo destrozaba. Suspiró profundamente, sintiendo cómo su pecho se comprimía con cada respiración. Quería poder dejar de pensar, dejar de analizar, pero los pensamientos seguían atormentándolo, impidiéndole encontrar un momento de paz.
Finalmente, el cansancio venció su mente inquieta, y poco a poco, Chester se acobijó, hundiéndose en la cama. Sin darse cuenta, los pensamientos que lo habían mantenido en vilo comenzaron a desvanecerse, y poco a poco, se deslizó en el sueño, deseando que al despertar, todo fuera más claro, menos doloroso. Pero por ahora, al menos, su mente encontró un respiro en la oscuridad del sueño.
Por otro lado, Mandy estaba en una situación muy distinta. Incapaz de dormir, había vaciado la mitad de su refrigerador, comiendo a bocados grandes mientras murmuraba entre dientes. "¿Por qué no responde? Es un idiota", decía, con la boca llena, mientras su mente no dejaba de darle vueltas a lo que había pasado.
El malestar que había sentido por la mañana era ahora una preocupación lejana. Todo lo que importaba en ese momento era el beso. ¿Por qué la había besado? Mandy sabía que Chester podía ser un bromista, y la idea de que ese beso fuera solo un reto estúpido se le cruzó por la mente. Una vena empezó a pulsar en su frente al recordar a Buster, el amigo de Chester, que siempre estaba metido en esas bromas. ¿Había sido esto solo otro de sus juegos? Se sentía enojada, ansiosa, y no tenía la menor idea de cómo enfrentar lo que había pasado. No podía evitar preguntarse si había significado algo para Chester.
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[NEXUS] \ (Mandy x Chester)
أدب الهواةEs un universo alternativo. Los personajes no me pertenecen.