ARIA*
____________Mis pies apenas podían sostenerme mientras me adentraba en la inmensa sala de la mansión Blackthorn. Cada rincón parecía impregnado de oscuridad, como si las paredes mismas conspiraran para aplastarme. El aire era denso, sofocante, cargado con el olor de la cera de los candelabros y la madera envejecida. Cada paso que daba enviaba un eco por la sala, recordándome cuán sola estaba en este lugar.
Me detuve en el centro de la habitación, sintiendo el frío del suelo de mármol bajo mis pies descalzos y heridos. Mis dedos, temblorosos, rozaron la superficie de una mesa de caoba en el centro de la sala. Estaba pulida, pero fría, completamente desprovista de vida. Me envolvía un silencio opresivo, roto solo por el leve tic-tac de un reloj antiguo que parecía contar los segundos de mi miedo.
Me sentí atrapada, una prisionera en una jaula invisible. Intenté calmarme, respirar, pero el peso de mi situación me oprimía el pecho. Me repetí a mí misma que tenía que encontrar una salida, que no podía dejarme vencer por el terror que me invadía. "Debo salir de aquí...", me dije, pero mis palabras eran apenas un susurro en la vastedad de la sala.
De repente, un ruido suave, casi imperceptible, me sobresaltó. Giré sobre mis talones y vi a un hombre acercarse desde la penumbra. Su presencia era imponente, su andar tranquilo y seguro. Me observaba con una expresión que no pude descifrar, y un escalofrío me recorrió la espalda. Llevaba un traje impecable, y sus ojos, de un verde penetrante, parecían escrutar mi alma.
—¿Estás perdida?—Su voz era suave, casi melódica, pero cargada de una autoridad que me hizo sentir aún más vulnerable.
Lo miré con cautela, sin saber si debía responder. Todo en él me decía que no era alguien de quien fiarse, pero no tenía opción.
—No... no lo sé...—murmuré, mis palabras tropezando con el miedo que atenazaba mi garganta.
Él sonrió, un gesto que parecía más calculado que sincero.
—Permíteme presentarme. Soy Lucian. ¿Y tú eres...?
Lucian tenía una apariencia que llamaba la atención, aunque no de manera convencional. Su rostro era anguloso, con pómulos marcados y una mandíbula firme que le daban un aire de severidad. El tono de su piel era pálido, casi como el mármol, lo que acentuaba la oscuridad de su cabello, que caía en ondas ligeras hasta justo por encima de sus hombros. Sus ojos, de un verde claro y casi translúcido, eran profundos y observadores, pero siempre parecían guardar algo, como si estuvieran midiendo constantemente a quien tuviera delante.
—... me llamo Aria— respondí, intentando mantener la compostura, aunque sentía que mis piernas podían fallarme en cualquier momento.
Lucian inclinó ligeramente la cabeza, evaluando mi respuesta.
—Aria, un nombre tan delicado. ¿Cómo es que has terminado aquí, en una noche tan turbulenta?—Yo... no quería estar aquí. No quería causar problemas—dije, mi voz temblando mientras intentaba explicar lo inexplicable.
—¿Problemas?—repitió él, con una ceja ligeramente levantada. —No te preocupes, Aria. Aquí nadie te hará daño... mientras sigas bajo mi protección.
La promesa en sus palabras no me tranquilizó; más bien, me llenó de una inquietud profunda. Lucian me miraba con una intensidad que me hacía sentir desnuda, vulnerable, como si supiera mucho más de lo que decía. Quería escapar, pero cada vez sentía más que estaba atrapada en una red invisible de la que no sabía cómo salir.
La discusión en la sala se interrumpió bruscamente cuando la puerta se abrió y dos figuras entraron. Uno de ellos era un hombre de aspecto severo, acompañado por un mayordomo que mantenía la cabeza baja en señal de respeto. El hombre observó la escena en silencio por unos segundos, su expresión fría e imperturbable. Poco después, otros dos hombres entraron en la sala y se dirigieron directamente hacia mí.
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La maldición de ZEV
RomanceZev Blackthorn es un hombre oscuro; la oscuridad no solo lo rodea, sino que emana de él, palpable en cada respiración, en cada mirada. Su maldición es su esencia, su aroma... un destino frío y cruel que lo empuja inexorablemente hacia la destrucción...