⭒𝟷𝟸⭒

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Los días parecían ir cada vez más rápidos. Faltaba una semana para la apertura del parque de diversiones y Camila ya quería que llegara.

Últimamente, con Daniela y Paulina distraídas gracias a los entrenamientos del equipo, no les daba tiempo de fastidiarlas, y era perfecto: sus días eran más normales.

Ya llevaba una semana de tranquilidad.

Camila incluso asistía a los entrenamientos y siempre lograba ver a Daniela, sin que esta tuviera que estar burlándose de ella. Algunas veces podía jurar que la güera la observaba de reojo, pero estaba tan concentrada en vigilar que no estuviera constantemente cerca de Francisco, que no pudo estar del todo segura.

De vez en cuando, en medio de los entrenamientos, ellos se daban unos castos besos en los labios. Claro que Camila rechinaba los dientes cada vez que los veía, pero después el chico tenía que seguir con el partido, y duraban casi toda la tarde separados.

Hoy se encontraba nuevamente observándola. Había quedado un poco traumada desde la última vez que estuvo en las gradas y, por ello, procuró estar toda la hora pendiente del balón y a dónde lo lanzaban.

Después, cuando las porristas se estaban vistiendo, tuvo que ir a esperar a Hayley fuera de los vestuarios. Estaba tardando mucho.

De la nada, la puerta se abrió, mostrando a una enojada Daniela que llevaba nada más que un top negro y una falda. Su cabello estaba mojado y olía a vainilla. Camila tuvo que echarse hacia atrás, ya que la güera había lanzado la toalla contra el piso, y al parecer aún no la había visto.

— ¡Maldita teñida! —dijo en un pequeño murmullo, pero no lo suficientemente bajo como para que las chicas en el vestuario no la escucharan. Apretaba los dientes y se frotaba las manos.

En verdad, estaba increíblemente tierna. ¿Cómo era eso posible? Pronto la mirada de la güera se posó en ella, y abrió los ojos. Seguidamente frunció el ceño, ya que no se encontraba de ánimos para la pelinegra.

— ¿Qué mierda miras? —le dijo muy bruscamente.

Camila volvió a la realidad. Al ver su rostro, notó sus labios y recordó el besuqueo de Daniela con su novio. Apretó las manos y se acercó a la güera.

Daniela, un poco desorientada, se alejó unos cuantos pasos.

— ¿Qué te pasa? —acusó a Camila, prácticamente fulminándola con la mirada.

— ¿Peleaste con Hayley, cierto? —preguntó, más cerca de lo que planeaba.

Daniela volvió a retroceder y Camila avanzó un poco más.

— ¿Qué te importa si peleé con esa perra? Igual, es su culpa por no parar de ladrar —dijo, apoyándose en los casilleros a su espalda. Camila estaba muy cerca.

— Ella no es una perra, no te confundas contigo misma —respondió, acercándose aún más y acorralando a la güera contra la pared—. Más te vale que no le hayas hecho nada.

— Aww, ¿por qué? ¿Es tu novia? —preguntó con un tono adorable completamente falso, pero atravesó a Camila con los ojos. La última palabra la soltó con una amargura palpable.

Camila perdió la compostura. Por un momento parpadeó confundida y alejó su rostro de la güera.

— ¿Novia? Para nada, es una de mis mejores amigas —aclaró, y casi pudo ver cómo la mirada de Daniela se relajaba levemente. ¿Sería su imaginación?— Pero eso no quiere decir que chicas como tú la molesten, me enferman.

— ¿Enfermarte? Si yo soy una de las chicas más deseadas del colegio, te ves patética —rodó los ojos y alzó la barbilla con superioridad.

— Pues ya veo, tu querido novio lo demuestra comiéndote la boca todos los días —dijo y observó la sonrisa burlona de Daniela que le estaba provocando una seria irritabilidad—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué sonríes?

— ¿Te molesta, no? —preguntó insinuante, y Camila parpadeó.

— Qué tontería es esa.

— Por favor, si siempre nos estás mirando. Qué desagradable, ¿acaso estás enamorada de mí o algo? Esa sería la única explicación de por qué nunca me puedes quitar los ojos de encima —dijo con una mirada burlona y un tono venenoso.

Camila sintió su corazón acelerarse, pero la indignación se apoderó de cada fibra de su cuerpo. Observó a la güera con tanto odio que el rostro de Daniela se mostró ligeramente conmocionado. La intensa mirada de color avellana lograba intimidar un poco.

— ¿Enamorada? ¿Yo? ¿De ti? Ja —soltó Camila con una risita falsa y se alejó de la chica unos centímetros, observando fijamente sus ojos nuevamente—. Nunca en mi vida podría fijarme en alguien tan jodida como tú. Primero seguro besaría a tu amiga Alessia antes que a ti —sonrió mordazmente, aunque no era del todo cierto lo que decía. Tomó una posición de confianza para agregar lo siguiente:

— Además, no me gustan las bajitas —dijo eso último alejándose de ella como si tuviera una enfermedad contagiosa. Observó el rostro enojado de Daniela y sus ojos húmedos.

¿Eran lágrimas? Imposible.

— Qué suerte, ya me estaba preocupando de tener a una perdedora babeando por mí. Ya es suficiente con el resto de la escuela, fenómeno —dijo acomodándose la mochila en el hombro, aunque ahora su voz se escuchaba ahogada, y fue tanto así que su rostro cambió momentáneamente. Camila empezó a sentir un gran dolor en el pecho y, sin pensar qué hacer, intentó acercarse, pero Daniela se alejó de ella, hablando con voz rota—. Hazte un favor con tu vida: vete a otro país y simplemente desaparece.

Se dio la vuelta y se fue por el pasillo. Camila seguía inmóvil en su lugar con una punzada dolorosa en el pecho, pero esas palabras fueron muy hirientes como para hacerla quedarse en su sitio y no ir corriendo a besarla hasta quedarse sin aire en los pulmones.

Oh. Eso era nuevo.

En ese momento, al verla tan vulnerable y con los ojos húmedos, había sentido unas increíbles ganas de besarla. Qué mierda, cada vez empeoraba más.

𝙍𝙄𝙑𝘼𝙇𝙀𝙎 ~ 𝘿𝘼𝙉𝙄𝙀𝙇𝘼 𝙑𝙄𝙇𝙇𝘼𝙍𝙍𝙀𝘼𝙇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora