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Era perfecto, simplemente perfecto.

El fin de semana de Camila fue un asco, ya que estuvo todo esos días con un humor de perros, y para mejorarlo, el lunes tendría que comenzar su castigo.

Debía limpiar los graffitis de los casilleros y los baños de las instalaciones del instituto. Perfecto, era una maravilla. ¿Qué más podía suceder?

Al llegar el lunes a la escuela, saludó a sus amigas y pensó que el día podría mejorar cuando comió un rico cupcake de vainilla, pero obviamente no iba a ser así cuando la perra de Daniela Villarreal apareció en el pasillo, tomada de la mano de su novio.

Camila prácticamente rechinó los dientes al verlos pasar.

Daniela vestía su uniforme de porrista y Francisco una camiseta sin mangas junto con un pantalón holgado. Su cabello castaño claro hacía juego con la mitad del cabello de Daniela. Para la desgracia de la pelinegra, los dos lucían bien juntos.

—Fenómeno —se burló Daniela al pasar junto a ella.

—Perra —devolvió Camila, captando la pequeña sombra asesina que había en los ojos chocolate.

Un chico de primero salía corriendo hacia una clase, pasó junto a ellos y Francisco lo hizo caer. Daniela comenzó a reírse de él, animando a los demás estudiantes del pasillo a burlarse.

El pequeño niño se hundió en sus hombros y salió corriendo, y Camila suspiró. Parecía que cada año Daniela empeoraba más.

—Cada año es más zorra —comentó Elizabeth, y Camila por un momento pensó que le había leído la mente.

Después de clases, y de haber cumplido con su asqueroso castigo, decidió ir a la biblioteca.

Pensaba que encontraría a la güera allí, pero no fue así. Se sentó en la misma mesa de siempre, observando con decepción la mesa de fondo vacía. De alguna manera, se sentía sola y terminó sin estudiar realmente, solo miraba hacia el techo.

Fue hasta las estanterías y comenzó a buscar un libro; no tenía ni idea de cuál quería encontrar, pero sería alguno que le hiciera olvidar su asqueroso día. Terminó leyendo uno de Stephen King, y prácticamente le ocupó toda la hora.

Al terminar, lo volvió a guardar y se llevó otro diferente. Fue hasta la pequeña sala de estar que tenía la biblioteca, en la cual había dos pequeños sillones de dos plazas, formando un cuadrado alrededor de una mesita.

Se recostó en uno de los sillones, intentando leer su libro de biología, y los párpados comenzaron a parecerle pesados. Antes de darse cuenta, cayó dormida.

Después de un rato, comenzó a sentir que alguien acariciaba su rostro y apartaba un mechón de cabello de su frente cuidadosamente, temiendo despertarla, provocando que Camila arrugara la nariz.

Casi de inmediato, sintió la pérdida de la cálida mano en su rostro cuando esta se alejó rápidamente. Camila comenzó a parpadear y a restregarse los ojos, intentando quitarse el sueño. Escuchó unos pasos apresurados y un golpe.

Al abrir los ojos y enfocarlos, se encontró con Daniela, quien estaba con los ojos abiertos y parecía haber tropezado sus piernas con el borde de la mesa y ahora se había caído, sentada.

Daniela la contemplaba con una mezcla de horror y miedo. Sus mejillas estaban rojas, pero muy pronto, para su gusto, recuperó la mirada que la caracterizaba.

—¿Qué tanto miras? —preguntó, levantándose y sacudiéndose la falda. Llevaba una chaqueta de cuero encima que cubría su cuerpo bajo el uniforme, y a Camila le molestó saber a quién pertenecía.

—La pregunta es, ¿qué haces tú aquí? —dijo muy a la defensiva, rascándose el cuello; había estado teniendo un lindo sueño hasta que la despertó.

—Yo iba a buscar un libro y justamente lo tienes tú. Intentaba tomarlo mientras dormías —explicó, señalando el libro de biología y el de Charles Dickens que había bajo su brazo. Camila la miró sorprendida.

—¿Tú lees libros?

—Pues claro, imbécil —dijo, rodando los ojos.

—Pensé que sería mucho para tu cerebro de plástico, ¿sabes? Porque creía que ustedes pensaban todo el día en chicos y maquillaje —dijo burlonamente, formando una sonrisa traviesa en sus labios.

Daniela la miró fijamente, pestañeando tontamente por el pequeño gesto durante unos cuantos segundos, pero después reaccionó.

—Eres muy patética si piensas eso. Incluso soy más inteligente que tú, fenómeno —espetó, mirándola con desdén.

Y mierda, aún humillándola era muy guapa.

—Lo que digas, niñita. ¿No tienes que ir a atormentar a otros chicos de primero? —le preguntó, levantándose mientras recogía sus cosas.

—Prefiero molestarte a ti, ya que tú eres mucho más patética que un simple bebé —se burló, e Isabella rió con sarcasmo.

—Vaya, ¿o sea que tienes una obsesión conmigo? —preguntó, riendo falsamente y acercándose a la güera.

Daniela retrocedió unos pasos, en guardia.

—Para nada, solo que recuerda que mi trabajo es volverte loca —dijo mostrando una sonrisa victoriosa, aunque en verdad parecía nerviosa.

Camila se arriesgó y se acercó un poco más a la animadora. Daniela tuvo que detenerse porque sus piernas chocaron contra la mesa, y si daba otro paso hacia atrás, caería.

—Eso es imposible, Villarreal —respondió fulminándola con la mirada. No podía odiar más a esa chica, era imposible.

—¿Y por qué, Ortega? —preguntó, mirándola con el mismo odio y abrazando el libro contra su pecho.

—Porque tú ya me tienes loca —susurró con el rostro a pocos centímetros del de ella. Su pecho subía y bajaba; sentía una gran irritación—. Te odio.

—Lo mismo —respondió Daniela con los ojos ardiendo, aunque por alguna razón desconocida, sus mejillas estaban levemente sonrojadas.

—Te detesto.

—Somos dos —volvió a responder la güera, y Camila, sin saber qué hacía, intentó acercarse más, pero en ese momento alguien entró a la biblioteca, haciendo que las dos chicas se separaran.

Camila observó con desagrado a Alessia entrar. La chica volteó varias veces, buscando a Daniela, y al verla le sonrió.

Su expresión cambió al ver a Camila, hizo una mueca de desprecio, y la chica de ojos avellana prefirió salir del lugar. Era el momento de una retirada. Dio la vuelta, ignorando completamente a Daniela, y salió por la puerta.

𝙍𝙄𝙑𝘼𝙇𝙀𝙎 ~ 𝘿𝘼𝙉𝙄𝙀𝙇𝘼 𝙑𝙄𝙇𝙇𝘼𝙍𝙍𝙀𝘼𝙇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora