Tarde de chicas

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     Alessandra pasó el día corrigiendo los exámenes que sus alumnos exigirían al día siguiente. No era de esas profesoras que se pasaban varias semanas corrigiendo unos exámenes que se habían hecho en una hora de clase, y menos bajo la típica excusa de que "Tenía otras clases"; también sus alumnos tenían otras materias. Cuando terminó, se dio una larga ducha, ya que no tenía prisa. Estuvo a punto de darse un baño, pero se le habían acabado las sales. Al salir de la ducha, se puso la ropa interior, y entonces se encontró con un dilema completamente nuevo para ella.

     "Necesito tu ayuda urgentemente" le dijo por WhatsApp a Adrianna.

     "¿Qué pasa? ¿Ya te ha pedido matrimonio?" bromeó su amiga.

     "Muy graciosa. ¿Puedes venir a mi casa?".

     "En una hora estoy, cielo".

     Bloqueó el iPhone y se plantó ante su armario. No tenía ni idea de qué ponerse. Si bien no acostumbraba a preocuparse por esas cosas, lo de esa noche era algo así como una cena especial, y la madre de Alessandro iba a estar allí, y seguro que iría bien vestida. Recordó a la señora que había conocido en la cocina de su amigo. Pese a rondar los sesenta y haber tenido, al menos, un hijo, lucía una figura increíblemente esbelta. Además, era muy guapa, y unos preciosos tirabuzones grisáceos le caían sobre los hombros. No le cabía ninguna duda de que estaría muy atractiva con un vestido esta noche. Volvió a mirar a su armario, que apenas ofrecía unas pocas camisetas y pantalones. <<Es un caso de vida o muerte. Necesito su ayuda también>>. Cogió su iPhone y mantuvo presionado el botón de inicio para activar a Siri. El mensaje "Come posso aiutarti?" apareció en la pantalla. Alessandra le dijo en voz alta a quién debía llamar, y Siri marcó el número.

- Necesito tu ayuda. Tengo una cena esta noche, y no sé qué ponerme. ¿Puedes venir dentro de una hora con algo bonito que pueda valerme? -escuchó a la persona al otro lado del teléfono mientras se tumbaba en la cama- Muchas gracias, y yo a ti -colgó y dejó el teléfono sobre la almohada-.

     Pensó en Alessandro. Aún no tenía ni idea de cómo lo había conocido, pero se alegraba de haberlo hecho. Aunque sabía que terminaría como con todos, había algo en él que le hacía sentirse diferente, más segura, quizá. Puede que tuviera que ver con que él iba armado, claro, aunque no se refería a esa seguridad. Pensó en la cena de anoche, en el pésimo risotto que él había cocinado, y en su habitación. Pensó en lo que había pasado en la habitación. Miró el reloj. Tenía cincuenta y cinco minutos, y sólo necesitaba unos diez.

     Sin apartar esa habitación y lo que en ella había pasado de su mente, su mano derecha comenzó a bailar lentamente sobre su vientre, acariciándolo con la punta de los dedos. Cerró los ojos. Despacio, deslizó sus dedos por debajo de la cintura elástica de sus bragas, y empezó a masturbarse. Su mano se adaptaba al vaivén de sus caderas, y de vez en cuando quedaba brevemente atrapada cuando no podía evitar cerrar sus piernas. La mano izquierda se había colado bajo el sujetador, y masajeaba su pecho con ternura, pellizcando suavemente su pezón. Pensaba en Alessandro sobre ella, yendo y viniendo al ritmo en que su mano trazaba círculos sobre su clítoris. Imaginó al joven besando sus pechos al tiempo que tiraba suavemente de sus pezones, y se dejó llevar por la sensación que comenzaba a subir desde su entrepierna. Sin dejar de mover su mano, arqueó la espalda y dejó escapar un fuerte gemido mientras se corría, moviendo su mano más rápido.

     Despacio, retiró sus manos y las dejo reposar sobre el colchón mientras se relajaba y sus pulsaciones volvían a su ritmo normal. Miró el reloj. Había tardado diez minutos, y en cuarenta y cinco llegarían las dos personas a las que había invitado. Levantó la vista al techo. <<Me da tiempo a hacerlo otra vez>>.

     Cuando se hubo tocado dos veces más, comprobó que quedaban apenas cinco minutos para que llegaran. <<Mierda, he de hacer café>>. Se levantó de la cama a toda prisa y se puso un pijama corto de colores amarillos y verdes claros. Fue corriendo a la cocina, preparó la cafetera y la puso sobre el fuego. <<No puede ser, Alessandra, siempre estás en las mismas. Apenas puedes pensar en otra cosa>>. El timbre sonó justo cuando la cafetera comenzó a borbotear. La retiró y abrió la puerta.

- Hola, cacho guarra. Así que estás siempre ocupada, pero cuando necesitas ayuda en seguida me mandas un whatsapp, ¿eh? A ver, ¿de qué se trata?

- Hola, Adrianna. He quedado esta noche para cenar con Alessandro y su madre, y no sé qué ponerme.

- No fastidies, ¿en serio? ¿Ya te ha presentado a su madre? ¿Y tú? ¿Le has presentado a la tuya? ¿Cómo no me has contado todo esto? ¿Tu madre también va a la cena?

- Adrianna, Adrianna, por favor, calla un poco. Su madre apareció en su piso esta mañana, y no, yo no le he presentado a la mía. Aunque eso de llevarla a la cena me parece una genial idea, al menos no será incómodo sólo para mí.

- ¡Estupendo! ¡Llámala!

- No hace falta llamarla -el timbre sonó en ese mismo instante.  Alessandra abrió la puerta a una mujer cargada con varios vestidos preciosos, doblados sobre su brazo-.

- Hola, Alessandra -dijo la mujer, y entró para darle dos besos-. Ah, hola, Adrianna -la saludó también cuando la vio. Alessandra le devolvió los dos besos-.

- Hola, mamá.

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⏰ Última actualización: Jul 12, 2015 ⏰

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