2 : Me rio por no llorar

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El lunes a primera hora de la mañana recibí una llamada de un numero desconocido, la verdad no entiendo porque tenían que llamarme para venderme aspiradoras tan temprano ¿Acaso esa gente no duerme? Me pase las manos por la cara cuando me volvieron a llamar aun así colgué de de nuevo hasta que a la quinta llamada ya me empecé a desesperar.

─ ¿!Por dios acaso no sabéis que los demás humanos del mundo dormimos¡?  No quiero ninguna aspiradora

─ Bonnie, soy Christian ─ Volvi a sentir el escalofrió que había sentido hace unas horas ─ Me ha dicho Santiago que vengas al bar ya, necesitamos tu ayuda para algunas cosas

─ Mi jornada no empieza hasta las nueve Christian ─ Suspire molesta

─ Princesa no te estoy pidiendo un favor, es una orden ¿entiendes? ─ Sonó la voz grave de Santiago, me pillo tan desprevenida que di un saltito en mi cama de la impresión

─ Ya voy, dame treinta minutos, por si no te has dado cuenta no tengo coche y voy a pie a trabajar

─ Tienes un jeep aparcado enfrente de tu casa con conductor personal, no tardes

Cuando ya había colgado me levante de la cama llendo directamente a mirar por la ventana para comprobar si de verdad que había un jeep aparcado enfrente y ahí estaba el coche negro aparcado perfectamente en la acera. ¿De donde sacaran el dinero estos locos?. He de aceptar que desayune con toda la tranquilidad del mundo y también me maquille con lentitud, obviamente solía ser mucho más rápida pero me apetecía molestar un poquito al capullo de Santiago. Por eso esta vez no tarde media hora en bajar que era lo que tardaba normalmente, estuve una hora haciendo tiempo y mentiría si digo que no lo volveré a hacer.

 Después baje a la calle el jeep estaba aun esperándome, con una pequeña sonrisa triunfal me senté atrás. El coche estaba reluciente tanto dentro como por fuera, incluso el conductor me ofreció varias bebidas que había en una neverita. No pude evitar pensar a cuanta gente habrán metido en este jeep. El conductor parecía acostumbrado a que sus jefes le ordenaran recoger a chicas nuevas cada día, ni siquiera parecía un amargado para tener unos jefes tan cabrones, era bastante amable para decir verdad, tal vez solo eran cabrones conmigo. Que suerte tengo.

Al llegar los gemelos me esperaban al lado de la puerta, no tardaron en levantar la mirada cuando escucharon el ruido de mis botas, les sonreí pero ni siquiera me correspondieron como solían hacer, solamente me hicieron ambos un gesto para que los siguiese al sótano, debo de decir que no me sorprendí cuando vi en medio de la sala una silla con correas, había varias estanterías vacías y algunas cajas desperdigadas por la habitación.

─ ¿Qué se supone que es esto? ─ En el fondo una sala de tortura había sido una de las ideas que surgieron en mi mente desde el principio cuando me hablaron sobre su "negocio".

─ Arreglamos sillas ─ Dijo Josh con una sonrisa inocente (o eso parecía)

─ Parece una sala de tortura ─ Lo mire de reojo con desconfianza

─ ¿Tan malos crees que somos princesa? ─ Se escucho la voz de Santiago en la sala.

Inmediatamente mis ojos lo buscaron por la habitación pero no estaba por ningún lado, cosa que me empezó a dar irremediablemente muy mala espina, Josh también había desaparecido, solo se escuchaba la voz grave de Santiago, no podía descifrar de donde venia, porque lo escuchaba por todas partes.

─ ¿Tienes miedo princesita? ─ Sonó como un susurro aunque pude sentir su aliento acariciando mi oreja. Tuve la tentación de girarme pero alguna parte de mi supo que era mala idea.

─ Santiago me he despertado a las siete de la mañana por tus putas urgencias ¿Qué coño quieres? ─ Intente aparentar seguridad

─ Dios, te ves tan tierna haciéndote la fuerte petalito

Mi teoría del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora