La madera crujía bajo cada paso, como si la casa misma suspirara en el crepúsculo que teñía el cielo de un azul profundo. A su alrededor, las voces eran solo susurros, monosílabos y balbuceos que se desvanecían en la brisa nocturna. A pesar del bullicio distante, una paz inexplicable lo envolvía, como si hubiera cruzado el umbral hacia otro mundo.El río en el muelle se balanceaba suavemente, en un ritmo que parecía sincronizado con su respiración, creando una sensación de serenidad que se sentía irreal. De pronto, unos pasos quebraron el silencio. ¿Un gato? ¿Un perro? No, aquello era mucho más grande. Se preguntó si sería un dios, un ser divino que había descendido en esa forma imponente.
Se recostó a su lado, con una familiaridad que sugería que ya se habían encontrado antes, pero algo en la mirada del otro había cambiado. Sus ojos, normalmente cálidos y dorados, ahora se oscurecían, tornándose en un abismo profundo. Con un dedo índice recorrió su cuerpo, pero la criatura no se movió, observando el muelle y luego a la criatura, una y otra vez, atrapado en ese extraño tira y afloja de emociones.
De repente, un tirón desde lo más profundo de su alma lo sacudió. Una luz lo cegó completamente; parpadeó varias veces hasta divisar a un sujeto con la piel ligeramente bronceada, cabello corto y orejas de lobo. Parpadeó varias veces hasta que se le aclaró la realidad. Sentía un poco de dolor en su cola, no sabía qué había soñado ni qué había pasado, pero sabía quién era el culpable: Wei Wuxian.
—¡WEI WUXIAN! —gritó con la voz un poco ronca por haberse despertado hace tan poco y el desconcierto de que le hubieran tirado de la cola.
—¿Qué pasó? ¿Te despertaste? —preguntó inocentemente, mientras mostraba una sonrisa pícara.
Jiang Cheng no sabía qué había pasado ese día, pero algo de lo que estaba seguro es que involucraba a Wei Ying, así que, sin pensarlo mucho, movió sus brazos lentamente. Dándose cuenta de que estaba en una camilla acostado, un poco desconcertado, buscó su teléfono antes de lanzarse a discutir con el contrario, dándose cuenta de que no estaba. Así que se adelantó a lo segundo.
El lobo estaba sentado en un taburete al lado, sonriendo. Estiró sus manos y lo rodeó como si fuera a dar un abrazo, pero en vez de rodear su cuerpo, lo agarró del cuello y aplicó bastante fuerza.
—Dámelo ahora —exigió Jiang Cheng con tono serio, refiriéndose al teléfono mientras todavía no quitaba sus manos del cuello.
—Ay, shimei, nunca pensé que tendríamos ese tipo de relación —dijo un poco ruborizándose, mirando a un costado como una estúpida doncella enamorada.
—¡Tú! —dijo antes de levantarse de la camilla y abalanzarse contra él.
—Ay, shimei, es broma. Sabes que Lan Zhan es el único que me pued-
—¡CÁLLATE! —dijo, sonrojándose y cubriéndole la boca al contrario. Permaneció un rato así, menos de 8 segundos, cuando sintió una lengua.
Quitó su mano como si se la estuviera quemando y respiró hondo, recitando una frase en su mente:
Primero respira... después mata.
El pequeño leopardo negro había atrapado la cola de lobo de Wei Wuxian, como venganza, tirándola con el triple de fuerza. Al pasar unos minutos, se tranquilizó y se recostó en la camilla.
—¿Qué pasó? ¿Te quedaste dormido? No has estado durmiendo bien —preguntó, frunciendo el ceño y moviendo sus orejas de un lado a otro. Tampoco sabía qué había pasado.
—No, no me quedé dormido, solo estaba soñando con los ojos abiertos —respondió, estirando sus piernas y levantándose de la camilla de la enfermería.
—Nos perdimos la tercera clase. Si corremos, podemos llegar a tiempo a la cuarta, aunque siempre me ha parecido una mierda esa materia —dijo con un suspiro, pasándose la mano por la cara, sus colmillos apenas asomando de puro cansancio.
—Por eso mismo es mi favorita —añadió, moviendo su cola con rapidez mientras avanzaba a grandes zancadas, saliendo de la enfermería y sacándolo corriendo.
Al llegar al salón, todavía era temprano; eran los primeros, aunque faltaban seis minutos para que la clase comenzara. Al llegar, el lobo abrió la puerta de un tirón, revelando un salón con las paredes y el piso manchados de amarillo, dorado y un color marrón oscuro.
—¡Aiya! Me hubieran invitado. Hace tiempo que no grafiteo un salón —dijo, tirándole del brazo.
—Debemos avisarle al superior... ¿Lan Xichen? Creo que se llamaba así —preguntó, mirando a su alrededor con inquietud, sus ojos escudriñando cada rincón mientras buscaba al encargado.