CAPÍTULO 6: NUESTRAS DECISIONES

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—Cuando llegue escribiré un libro, mucha gente lo leerá y seré famosa.

La nuececita tenía un brillo increíble en su mirada. Como si al hablar estuviera viendo dicha escena.

—Haré una firma de libros. ¡Ah! Son esos eventos donde tus lectores traen sus libros que compraron y yo debo firmarlos. Interactuaré con mis fans.

Había mucha gente en su mente, pero a diferencia de mí, los de ella no eran imaginaciones fantasmales, eran reales.

—Conoceré a mi grupo musical favorito. Unos chicos encantadores, se hacen llamar Morat. Sus canciones son tan... Ya quiero volver a escucharlos.

Y yo solo quiero escucharla a ella.

—Volveré a probar el café. Me gusta dulce, pero no empalagoso. Es mi bebida favorita.

Quizás mi bebida favorita solo sea agua.

—También me gusta el jugo de fresa. ¡Debes probarlo!

Yo quiero probar el de nuez, aunque de seguro eso no existe.

Mientras el cronómetro señalaba que la hora estaba a punto de terminar, la nuececita se veía más contenta.

Nunca ví esa sonrisa cuando estaba a mi lado, si la vi sonreír pero no al grado de imaginar con anhelo el futuro.

Su mente era una gran máquina de ideas, podría decir que era lo que destacaba. Quizás fue su mente lo que hizo que sus ojos perdieran algunas funciones.

Pero ya me había acostumbrado a la nuececita así. No podría cambiarla aunque quisiera.

Me gustaba completamente.

Ella tenía muchos sueños; lo cierto es que yo tenía solo uno: verla cumpliendo sus sueños.

He gastado más vida que ella, así que quizás no seré capaz de ver sus sueños cumplidos. Pero el deseo permanece.

Esperaré desde la oscuridad aquel día, aunque es probable que aquel día no llegue para mí.

Si se vuelve famosa de seguro su nombre resonará incluso en mi mundo, cuando lo haga estoy seguro que estaré feliz.

Si, feliz.

Porque el sentimiento de felicidad es el mismo que siento cada vez que estoy a su lado, y sé que en aquel día sentiré lo mismo.

—Mañana me voy, ¿Lo decidiste?

—Me quedaré aquí. No he cambiado de opinión.

—Estuve pensando. Y creo que es de las cosas que más tiempo he pensado... Tengo muchos sueños, cosas que me gustaría hacer, probar, visitar... Pero cada vez que lo pienso me veo sola. En este tiempo he vivido contigo y considero que luego de mi partida nada será igual. ¿Sabes? Creo que mis sueños han perdido...

—Ve —interrumpí antes de que terminara de hablar.

La quería a mi lado como mía, de mi propiedad; pero más quería que ella sea de sí misma.

La sentía tan mía, que daba temor imaginarla perdiendo su libertad.

Mi sueño es verla cumplir sus sueños, no quiero ser un estorbo. Su destino, su diversión, sus metas, las cosas que ella desea.

¿Exigía mucho? No.

Muy en el fondo sabía que exigía lo que valía, lo que ella merecía y era capaz de obtener. Incluso sus exigencias eran menores a lo que cualquiera en cualquier parte del mundo estaría dispuesto a dar.

Lo malo era, que ella se estaba entregando a alguien que no podía ofrecerle nada.

Yo no puedo darle España, no puedo darle una firma de libros porque estaría encerrada en mi mundo. Morat desaparecería y el café jamás lo volvería a probar.

Aunque ella tenía mucho valor para mí, no era capaz de costear lo que me dió y enseñó.

No puedo darle nada a cambio.

Suelo herir más que sanar.

Y la nuececita necesitaba irse. Así está decidido.

En este mundo solo quedaríamos mi casa, mi pequeño campo de trigo, el Gran árbol y el mar.

EL SOLITARIO Y LA NUECECITA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora