VIII

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Octavia se abrió paso silenciosamente a través de los pasillos de la mansión vigilando que nadie notara a dónde se estaba dirigiendo.
No fué difícil para ella tener éxito ya que sabía muy bien como escabullirse sin ser vista. Una vez que llegó a la habitación que quería entró y cerró cuidadosamente la puerta detrás de ella.
La habitación de su padre, gracias a los mayordomos, estaba impecable, como siempre, lo que le dificultaría un poco el lograr su cometido... O tal vez no.
Gracias a las estrellas encontró lo que estaba buscando en la mesita de noche junto a la cama de su padre, lo complicado sería desbloquear el teléfono de Stolas.
Con cuidado se asomó por una de las ventanas y vió que su padre continuaba concentrado en atender su jardín.
Una sonrisa inconscientemente se dibujó en la expresión de la chica. Los últimos días Stolas y ella habían estado nutriendo con luz Lunar aquellas extrañas flores juntos, tal y como el príncipe Vassago le había dicho era todo un espectáculo verlas extraer luz; toda la planta comenzaba a brillar de un modo totalmente antinatural. El azul de los botones se volvía cada vez más intenso conforme los días pasaban, a la par con su tamaño... La princesa no tenía dudas de que cuando florecieran serían hermosas...
Sin más sacó los recuerdos de su cabeza y se dedicó a intentar desbloquear el celular.
Maldijo en cuanto se dio cuenta de que requería una contraseña escrita, entonces su plan inicial de usar el confiable “Uno, dos, tres...” se había ido a la basura.
Tuvo que pensar en una palabra que hubiese puesto su padre.
Primero intentó escribiendo “Jardin” pero falló, su segundo intento fué escribiendo el nombre de la planta favorita de Stolas pero también falló.
La joven pensó en algo mejor.
¿Que podría haber elegido su padre?
Tecleó un tercer intento y se ruborizó al ver que el móvil se desbloqueó... Nunca pensó que la clave sería su nombre.
Rápidamente entró a la aplicación de contactos y buscó un número en específico, una vez que lo encontró uso su celular para fotografiarlo y después de dejarlo todo como se lo encontró salió rápidamente de la habitación para dirigirse a la suya.
Los minutos pasaron y pasaron, y Octavia no se atrevió a realizar la llamada que se había planteado a realizar.
Las llamadas telefónicas no eran lo suyo.
Nada de lo que estaba haciendo era lo suyo...
Pero lo haría por su padre...
Si más tomó aire y con su mano temblorosa presionó el ícono de llamada y acomodó el celular en su oido.
El timbre sonó un par de veces, dándole un poco de alivio temporal a la chica, haciendole creer que el demonio al otro lado de la línea no contestaría, más su tranquilidad se acabó de golpe al sentir una leve vibración y que el timbre se detenía abruptamente.
–Hola–Escuchó aquella elegante voz que recordaba bien–¿Hola?–
–Amm–Se quedó congelada sin saber que decir.
–¿Quien habla?–
–Soy... S-soy Octavia, señor...–
–¿¡Princesa Octavia!? ¡Vaya! Que sorpresa más grande–Exclamó Vassago con genuino asombro–Digame en que puedo ayudar ¿Le sucedió algo a Stolas?–
–Oh, no. Todo está bien... Es sólo que... Quería hablar sobre algo...–
–De acuerdo ¿Sobre que quiere hablar?–
–Lo que pasa es que... Papá me habló sobre un viaje... El dijo que... Que se iría de vacaciones por un tiempo con usted.–
–Asi es, tengo una casa de campo muy bonita, es la casa en dónde pasé gran parte de mi infancia...–
–Es que... El me dijo que estaba en el Anillo de la Ira.–
–Ajá...–Dijo expectante.
–El sujeto que secuestró a mi papá es del Anillo de la Ira... Incluso se lo llevó ahí para intentar...–Suspiró.
Octavia se espantaba con tan sólo pensar en el tema.
Nadie había hecho nada para tan siquiera intentar atrapar al matón que había lastimado a su papá. Nadie sabía en dónde podría estar ¿Que tal si estaba escondido en algún rincón del Anillo de la ira esperando su oportunidad para terminar su trabajo? Que Stolas fuera al Anillo de la ira sería como entregárselo en bandeja.
Un escalofrío recorrió la espalda de la chica al imaginarlo.
–Entiendo perfectamente su preocupación, princesa... Tranquila, nada malo le sucederá a su padre, lo garantizo–Dijo con sinceridad–Mi casa está ubicada en un lugar remoto y es una propiedad privada; nadie entra ni sale sin que yo lo sepa, además cuento con un protocolo de seguridad y un feroz guardaespaldas allá.–
–Eso está bien pero... L-lo siento, no quiero sonar grosera pero-Fué interrumpida.
–¡Oh no! No está siendo grosera en absoluto, está preocupada por su padre y eso comprensible... Escucheme, princesa sé que no nos conocemos muy bien pero puedo garantizar que, a diferencia de esos demonios estirados de aquel restaurante, no me quedaré de brazos cruzados si algo llegara a amenazar la integridad de su padre. Ser un principe Goetia no es sólo una cuestión de tener una posición acomodada, también es una cuestión de poseer sabiduría y poder. Y yo le prometo que usaré todos mis poderes y habilidades para proteger a Stolas.–
–¿Es en serio?–Preguntó un poco incrédula.
–Por supuesto, Stolas es... Importante para mí.–
Octavia guardó silencio un poco sorprendida, la gente del infierno no solía sentirse así respecto a los demás a menos que estuvieran emparentados. Ella sabía que Vassago era un Goetia, más no tenía recuerdos de haber escuchado a su padre mencionarlo, también sabía que eran amigos de la infancia y que habían retomado su amistad hace poco...
Según su perspectiva personal, no era normal que un simple amigo estubiera dispuesto a tanto.
¿Estaba tramando algo? ¿Acaso planeaba usar a su Papá para sus propios fines?
Ok, eso era muy alarmista.
Vassago no había mostrado ni un indicio de ser manipulador o de tener una doble intención con Stolas. Ella misma había convivido un poco con el y notó que su educación y encanto eran genuinos.
Además desprendía un aura especial, un aura que incluso le dió a una joven introvertida como ella la confianza suficiente como para charlar con el durante un buen rato y la confianza suficiente como para realizar esa llamada en cuestión.
No tenía ni un motivo para pensar mal de el. A final de cuentas el era Demonio de la verdad.
Sin embargo, aún había un pequeño detalle que tenía a la princesa pensativa: Las Peonias infernales.
Era conciente de que su progenitor había recibido muchas flores durante su estancia en el Hospital como muestra de empatía sin embargo, esas Peonias no eran comunes en lo absoluto. La misma Octavia había visto con sus propios ojos; la belleza y rareza de aquellas flores superaban a la de cualquier especie vegetal que hubiese visto en el infierno.
Incluso fotografió la planta y la escaneó en internet para encontrar más información sobre la misma, pero acabó sin encontrar nada y, después de horas de buscar por páginas web, lo único que encontró resultaron ser unas fotografías de un libro muy antiguo, en dónde se alcanzaba a leer algo sobre unos frutos milenarios; un producto de lujo, un manjar difícil de encontrar.
No terminó de entender que tenía que ver eso con las flores pero con eso terminó de quedarle en claro que aquella planta no era cualquier cosa. Era una planta costosa y exótica, una planta que nadie estaría dispuesto a regalar así cómo así.
En ese entonces Vassago y Stolas aún no retomaban el contacto.
¿Por qué entonces le daría un regalo tan especial?
Vassago no tenía malas intenciones, eso era un hecho. Incluso acababa de decir que Stolas era importante para el.
¿Tanto significaba su padre?
¿Tanto era su interés en el?
Ella recordó lo relajado que se veía Stolas después de compartir momentos con el. Recordó también que su mismo padre había comentado que hablaban seguido por mensajería.
La joven había visto el trato gentil que el principe tenía con su padre y, por un momento, podría haber jurado ver cómo Vassago le dedicaba una mirada soñadora a Stolas.
¿Eso quería decir que el principe estaba ena–
¡No! No había manera.
–Princesa Octavia, se me acaba de ocurrir una idea–La joven Búho sacudió su cabeza para dejar de pensar–Stolas me comentó que irá a pasar un tiempo con su madre...–
–Ah, si...–
–¿Por cuánto tiempo estará allá?–
–Diez días.–
–¿Que le parece si después de esos días usted se nos une en la casa de campo? Hay muchas cosas que estoy seguro le gustarán y, aún mejor, estoy seguro de que a su padre le gustará compartir momentos con usted allá.–
Octavia se sorprendió, no se esperó nunca esa invitación.
–¿De verdad?–
–Claro. Estaré más que contento de recibirla...–La princesa guardó silencio por unos momentos–De esa forma podremos cuidar de su padre juntos.–
Octavia sonrió temblorosamente.
–Entonces... Está bien.–
–¿Cómo dice?–Bromeó.
–Dije que si...–
–¡Oh! Fantástico–El de plumaje rojo sonó feliz–Stolas estará muy feliz cuando se lo diga.–
–Sobre eso... El no sabe que lo llamé...–Dijo con apenada.
–¿En serio? ¿Entonces como consiguió mi número?–
–Ah, yo... Digamos que... Me metí en dónde no debía...–Un sonrojo adornó su cara.
–Ahh, entiendo. Es una misión secreta...–Bromeó–No se preocupe, le daremos una sorpresa.–
–Esta bien... Gracias.–
–Oh no, gracias a usted. Fué muy dulce de su parte llamarme sólo porque estaba preocupada por su padre, aún con lo incómoda que se debe sentir...–
–Caí en la desesperación, supongo.–Bromeó de vuelta, sorprendiendose de sí misma.
Vassago soltó una risita.
–Bien, fue un gusto hablar con usted, hablaremos más adelante para acordar los detalles de su viaje, hasta entonces, Princesa Octavia.–
–Adios, gracias por responder mi llamada.–
La joven Búho se dejó caer sobre su cama de golpe.
Todo eso había sido algo muy impropio de ella: llamar a un amigo de su padre, demostrar su preocupación, aceptar ir vacaciones...
Al menos la casa en cuestión estaba en un lugar remoto, lo que significaba que estaría alejada de toda civilización.
Tal vez le gustaría...
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Stolas golpeteo con sus dedos la maleta de su hija.
Ambos estaban de pie en la entrada de la mansión, esperando a que una de las limusina de Andrealphus entrara para llevarse a la chica.
El hecho de volver a ver a Stella ponía un poco nervioso al Búho, fué mucho peor en ese momento ya que tenía la seguridad de que ella había sido quien pagó para que lo mataran.
Nunca le diría eso último a Octavia... Esperaba a que no se enterara jamás y si algún día llegaba a saberlo, esperaba a que fuera mucho mayor, más fuerte y más madura.
–Estas incómodo... No tienes que esperar conmigo si no quieres.–
–¿Bromeas? No voy a verte en mucho tiempo, quiero estar contigo hasta el último segundo que pueda.–Dijo mirándola a los ojos.
La menor desvío la mirada con vergüenza.
–Perfecto, ahora yo estoy incómoda.–Bromeó.
–Ohh, que cruel eres ¿Acaso no vas a extrañarme?–Fingió estar al borde de las lágrimas.
–Tal vez si pero no hay necesidad de decirlo tan directamente.–
El juego hubiese continuado de no ser porque las elegantes rejas del jardín se abrieron y una limusina blanca entró.
Stolas suspiró y se puso derecho.
No mostraría debilidad ante ex esposa ni aún después de lo ocurrido.
La puerta de la limusina se abrió y de ahí sólo descendió una Diablilla mayordomo que los saludo educadamente.
–¿Dónde está mi mamá?–Preguntó Octavia.
–En el palacio de su alteza; El principe Andrealphus, se sentía un poco indispuesta para venir a recogerla hoy, princesa. Por ello me envió a mi.–
–Entiendo...–Respondió la chica y luego se volteó para mirar a su papá–Supongo que... Ya me voy...–Señaló con su pulgar la limusina detrás de ella.
–Ten un buen viaje, Estrellita–Se inclinó y besó la cabeza de su retoña–Recuerda escribirme cuando llegues a tu destino ¿Si?–
–L-lo haré–Respondió–Espero que tú también tengas un buen viaje, papá–
–Gracias, pequeña...–
Stolas permaneció ahí de pie, hasta que la limusina desapareció de su vista.
Entró un poco cabizbajo a la mansión.
Después de todos los últimos eventos en su vida no podía evitar sentirse aún más vacío y solo cada vez que Octavia tenía que irse con su madre.
Ese Domingo se la pasó la mayor parte del tiempo en su teléfono, navegando por sus redes sociales y páginas web ocasionales.
Intercambio un par de mensajes con Vassago quien se aseguraba de darle los buenos días y buenas noches desde que retomaron el contacto, mismo que aprovecho para confirmarle a que hora iría a recogerlo para el viaje. También habló un poco con Octavia cuando ella finalmente le notificó que había llegado al castillo de su Tio.
Cuando su celular se descargó, simplemente lo dejó en su habitación y pasó el resto de la tarde en su jardín, sólo contemplando sus plantas y pensando.
Pasar tiempo en las redes sociales talvez no había sido una muy buena idea ya que, poco antes de que el celular se descargara, terminó topandose con una publicación de Blitzø.
La publicación no era demasiado, sólo unas fotografías de implementos para soportar bajas temperaturas extremas, finalizando con una fotografía de sí mismo probandose parte de la ropa, luciendo tan encantador y sensual como siempre a ojos del principe.
Aparentemente, después de que hablaron el día en que fué a la fiesta de Verosika, Blitzø había decidido dejarlo en paz al fin; ya no le escribía mensajes narcisistas que pretendían sonar coquetos, ya no enviaba chistes de mal gusto, ni videos de Diablillos o Pecadores que sufrían grabes accidentes y acababan quedando mutilados o noqueados, (videos que perturbaban a Stolas pero hacían reir a Blitzø) y ya no fotografiaba para el sus bocetos de caballos...
Eso estaba bien ¿No?
Eso era justo lo que quería, lo que hacía falta...
¿Verdad?
Stolas no lo supo en ese entonces.
Después de su última “charla” con el sicario textualmente le había dicho que hablar sobre sentimientos le parecía patético, que no le debía nada y que sólo lo veía como a alguien con quién acostarse sin tener que dar nada a cambio...
Tal vez eso último no se lo había dicho de modo textual, pero Stolas lo había sentido así.
Luego de todas esas cosas horribles que le había dicho y de que el trato se hubiera roto, lo más saludable era cortar lazos definitivamente con Blitzø, empezando por eliminarlo de sus redes sociales y eliminar también su número de teléfono.
Sin embargo aún había algo en el interior de su cabeza que no le permitía dar el paso.
Había algo en su cabeza que le hacía sentir culpa y tristeza simplemente por pretender eliminar un jodido contacto, por pretender eliminar fotografías, por pretender eliminar meses de conversaciones...
¿Por qué algo tan cotidiano de pronto se tornaba en algo tan difícil de hacer?
El lo sabía.
Por supuesto que lo sabía.
Y era porque, a pesar de todo, en fondo de su corazón deseaba que Blitzø volviera.
Deseaba que apareciera, escabullendose otra vez por su jardín.
Quería que se disculpara, quería estar en su compañía otra vez.
Anhelaba escucharlo, verlo, sentirlo...
Y eso estaba mal.
Porque eso significaba que aún estaba dispuesto a seguir consumiendo de aquellas migajas de falso afecto que le entregaba.
Aún después de todo, era lo suficientemente patético como para-
“~Necesitas dejar de ser tan duro contigo mismo~”
Las palabras de Vassago se reprodujeron en su cabeza por alguna razón.
El principe se forzó a si mismo a relajarse, mientras observaba como poco a poco el cielo infernal empezaba a oscurecer y sin saber muy bien el porque, terminó llendo al invernadero. Llendo hacia las Peonias Infernales específicamente.
Contempló la planta por unos instantes y sonrió al ver la belleza de la misma.
Vassago le había dicho la verdad; con el cuidado adecuado se volverían las flores más hermosas que hubiera visto en el infierno.
–Lo intentaré...–Murmuró–Intentare superarme y no ser tan duro conmigo...–Tocó con delicadeza uno de los botones brillantes de la planta, casi parecía que estubiera sellando un juramento con ella... O tal vez con “el”.
Esa noche Stolas cenó sus clásicos Cereales con Alpiste y se fué a dormir temprano, sin prestarle atención al celular.
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Al día siguiente, el príncipe Búho se levantó un poco más temprano de lo usual y uso la primera parte de su mañana en terminar de cerrar ciertos negocios que aún tenía pendientes.
Una vez que terminó de trabajar, se sirvió un desayuno simple y no muy nutritivo, estaba un poco nervioso, por lo que no tenía demasiado apetito de todas maneras.
Aproximadamente al medio día se dedicó a empacar. Vassago le había sugerido que llevara prendas cómodas pero, fuera de esa recomendación, Stolas no sabía muy bien que debía llevar.
El principe del plumaje rojo le había dicho que era una casa de campo y que había un bonito jardín que de seguro le encantaría, con eso en mente empacó su sombrero y la ropa que usualmente usaba para la jardinería, empacó unas cuantas prendas cómodas, algo de maquillaje, útiles de aseo personal básicos, unos cuantos trajes formales y capas “~Uno nunca sabe cuando los necesitará~” Pensó.
En total terminó por empacar dos maletas y un bolso de mano en dónde metió su Grimorio, su billetera y su novela homoerotica que planeaba leer durante el viaje.
Cuando terminó le pidió a su mayordomo que bajara su equipaje hasta la entrada, para luego notar que aún le quedaba vastante tiempo antes de que lo recogieran, por lo que decidió darse uno de esos  largos baños de burbujas que tanto le gustaban, mientras bebía una copa de vino.
Se sintió muy relajado, hasta que tuvo problemas para decidir que debería usar.
Por alguna razón que no entendía, aún tenía la creciente necesidad de intentar causar una buena impresión en Vassago, lo que era absurdo considerando todo por lo que habían pasado juntos: ¡Vassago incluso lo había visto llorar! Pero aún así, Stolas tenía la necesidad de... Lucir lo mejor posible ante el.
Buscó y buscó en su armario, y ni una prenda lo convenció.
Todas ellas eran demasiado formales, o demaciado simples para su gusto. Quería ponerse algo que lo hiciera verse bien, lo hiciera sentirse cómodo y que fuera agradable para Vassago, algo nuevo.
Observó todas sus prendas y entonces encontró con la mirada un conjunto que no había visto en años.
Lo tomó del perchero y lo miró más de cerca: era uno de sus conjuntos favoritos de cuando era más joven.
Un traje de color negro casi en su totalidad, de no ser un pequeño Corset de color azul oscuro que quedaba escondido bajo una chaqueta negra con detalles dorados.
El atuendo estaba en perfecto estado, y no tenía aroma a ropa vieja en lo absoluto.
Casi con timidez caminó hasta un espejo y puso el traje delante de su cuerpo. Rió al ver su reflejo, habían pasado muchos años desde la última vez que lo usó.
Culpando a las pequeñas cantidades de alcohol que tenía en su torrente sanguíneo, decidió tentar a la suerte y probarselo.
Quedó muy sorprendido al notar que aún encajaba en su cuerpo perfectamente, justo como lo recordaba.
El momento más tenso lo sintió a la hora de abrochar el Corset alrededor de su cintura. Stolas estaba seguro de que su cuerpo no era el mismo, estaba seguro de que lo había hechado a perder. Sin embargo el Corset le quedó a la perfección, justo como en aquellos años.
Miró su propio reflejo y no le disgustó del todo lo que vió.
Lo pensó por unos momentos, y acabó por descartar la chaqueta quedándose solo con la camisa y el Corset. Sin más salió del gran armario y fué hasta su tocador para maquillarse un poco, usó unos tonos un poco más oscuros acordes con su atuendo y al final se perfumó.
Ya estaba listo.
Pero la duda al final lo asaltó.
¿Y si se veía ridículo?
Ese Look era uno de sus favoritos en sus días de juventud y, si bien no era un viejo, ya era un adulto y debía vestirse como tal...
¿Y si Vassago lo encontraba fuera de lugar?
¿Que tal si le disgustaba?
¿Se veía demasiado formal tal vez?
¿O era demasiado infantil?
“~Wow... Es un poco exagerado ¿No lo crees?”~
La voz de Blitzø sonó en su cabeza.
El Principe Búho se observó en el espejo otra vez y entonces dejó de estar convencido con su aspecto.
Ya no le gustó lo que vió y el Corset de pronto se sintió apretado.
Necesitaba quitarse aquel atuendo inmediatamente.
–¿Principe, Stolas? El principe Vassago ya está aquí.–
El corazón de Stolas saltó en su pecho.
Era demasiado tarde, ya no había otra opción.
–En seguida voy.–Anunció.
El Búho intentó relajarse mientras escuchaba al Diablillo alejarse de su habitación.
Cerró los ojos y suspiró.
–Ya está aquí... No puedo hacerlo esperar, tengo que bajar...–Se dijo a si mismo.
Y después de un minuto finalmente salió y bajó las escaleras aceptando su destino.
Cuando salió por la puerta principal vió a Vassago dándole la espalda, mientras daba instrucciones de como podían acomodar el equipaje.
Stolas se llevó una gran sorpresa al ver una gran camioneta todo terreno en lugar de una de las limusinas en las que la realeza acostumbraba a transportarse.
–Stolas–La voz del otro principe llamó su atención–Vaya...–Vassago lo observó con asombro.
El nombrado esperó las críticas.
–¡Te ves precioso!–Soltó con sinceridad–¿Nuevo atuendo? Es encantador, Stolas.–
–¿Eso crees?–
–Por supuesto...–Vassago se inclinó y, como de costumbre, beso una de las manos de Stolas.
El Búho se sonrojó ligeramente y aliviado finalmente sonrió.
–Muy pocos tienen la capacidad de brillar tanto usando colores tan oscuros.–
–¡Oh, vamos! Tú también te ves muy bien.–Contestó agobiado por los cumplidos
–Eres muy amable si crees eso.–Bromeó.
Sólo en ese entonces el Búho notó que el otro principe estaba usando su traje formal de siempre, el mismo traje que usaba para trabajar.
–Entonces... ¿Viajaremos en eso?–Consultó con curiosidad.
–Ajá...–Respondió–Las carreteras y terrenos del Anillo de la ira no suelen estar en buen estado, hay baches, tierra e irregularidades por todo el camino, lo mejor es tener un vehículo con ruedas resistentes para no tener inconvenientes en el camino.–
–Entiendo...–
–Las Limusinas no suelen ser muy comunes por aquellos sitios, la camioneta hará que no llamemos la atención, además nos mantendrá protegidos.–
–Ya veo, tú siempre piensas en todo...–
El Demonio de la verdad sonrió.
–Tengo un problema.–Bromeó.
–Majestad, el equipaje del principe ya está listo.–Anunció en conductor que se había bajado del vehículo para ayudar al Mayordomo a subir las maletas.
–Esplendido... Estamos listos para irnos.–Anunció lo último para Stolas.
–De acuerdo...–El Búho se volteó y observó a su mayordomo–Cuida bien de mis plantas ¿Si?–
–No se preocupe, alteza. Recordaré bien sus instrucciones y las mantendré sanas.–Se inclinó.
–Bien, entonces, ya me voy.–
–Que tenga un buen viaje, principe Stolas.–
Con eso ambos principes subieron a la camioneta y el conductor, un Hellhound de orejas caídas encendió el vehículo y así su viaje comenzó.
El Principe Búho miró por la ventana y vió como su casa poco a poco desaparecía de su vista, soltó un suspiro en cuanto sintió los nervios recorrer su cuerpo una vez más.
–¿Sucede algo?–Preguntó Vassago que iba sentado a su lado.
–Es sólo que... Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me fuí de casa por tantos días.–
–Eso... ¿Te hace sentir incómodo?–
–Por supuesto que no... Lo que sucede es que se siente como algo totalmente nuevo.–
–Probar cosas nuevas es emocionante ¿No?–
–Si, lo es...–Stolas miró directamente al otro principe y notó ojeras debajo de sus ojos, mas no fué lo único que vió:
Vassago se veía nervioso también.
–¿Tú estás bien?–
El de plumas rojas parpadeó y luego asintió.
–Estoy ansioso de regresar a mi casa de campo ¿Sabes? Cuando era un niño soñaba con llevarte ahí.–
Stolas sonrió.
–¿En serio?–
–Siempre pedia que se organizara la siguiente junta ahí. Quería mostrarte mis lugares favoritos... Incluso ya tenía un escondite perfecto para-
–Para huir de Andrealphus y Stella.–Completó el Búho y Vassago asintió.
–Ha pasado mucho tiempo... Sólo espero que la casa sea de tu agrado.–
–Si es tuya, ten por seguro que me gustará–Respondió haciendo sonreír al contrario–Supongo que viviste muchas cosas bonitas ahí.–
–Despues de que nos prohibieron vernos pasé gran parte de mi vida ahí, viví cosas buenas y malas, pero aún así es un lugar por el que siento mucho aprecio. De hecho, gran parte de las reliquias familiares están resguardadas ahí.–
–Reliquias familiares...–Murmuró Stolas pensativo.
–Estoy más que dispuesto a mostrartelas todas, si gustas.–
–Por supuesto, adoro esa clase cosas.–
–Te habrías llevado bien con mi madre, ella siempre se preocupaba de que todos esos objetos estuvieran bien preservados y se aseguraba de que todo aquel que visitara la casa se supiera la historia de al menos diez de ellos... Ahora que soy un adulto puedo entenderla, su linaje familiar es muy antiguo y numeroso, al igual que el tuyo, Stolas–El nombrado se sorprendió–Y ¿Que hay de tí? ¿Tienes reliquias familiares en tu casa?–
–Solía haberlas...–
–¿Y que pasó? ¿Tú padre se las llevó?–
–No... La mayoría se perdieron cuando era niño, poco antes de conocerte de hecho...–
–Oh, es una lastima...–
Stolas bajó la cabeza al recordarse a si mismo de pichón, corriendo detrás de Blitzø, “jugando a los piratas”, tomando todos aquellos objetos antiguos de valor y arrojandolos a un costal que más tarde “se escondió”, justo como un tesoro.
En aquel entonces era inocente y no entendió porque su papá se había enfadado tanto con el por, supuestamente, haber enterrado un tesoro. Años más tarde comprendió que Blitzø en realidad les había robado.
No culpó al Imp por eso, a final de cuentas en ese entonces, sólo era un niño y estaba más que seguro de que había hecho aquello por la influencia de algún adulto, no obstante se culpó a si mismo durante años.
–¿Acarreas malos recuerdos con ese hecho?–Preguntó Vassago sacándolo de sus pensamientos.
Stolas negó con la cabeza, pero en cuanto vió la mirada del otro principe se rindió.
–Haci es.–
–¿Tiene que ver con cierto plebeyo por casualidad?–Después de un breve momento de silencio el Búho asintió–Eso es lamentable...–La mano enguantada de Vassago le tocó un brazo con calidez–Pero recuerda el objetivo de este viaje, no pensemos más en lo que nos agobie, estamos viajando para relajarnos, olvidar y sanar ¿Está bien?–
Stolas poco a poco sonrió con aceptación.
–Esta bien...–
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En determinado momento el Hellhound, desde su cabina de conductor, cerró todos los vidrios polarizados del Vehículo y comenzó a subir un poco la velocidad del mismo.
Dicha acción descolocó a Stolas y provocó que mirara al otro príncipe buscando respuestas.
–Principe Vassago–Habló el conductor después de abrir la ventanilla ya llegamos al Anillo de la Ira, encenderé el aire acondicionado.–
–Entiendo, gracias.–
El Búho miró por la ventana y, en efecto, pudo reconocer el paisaje árido que se extendía kilómetros adelante.
A pesar de la creciente inquietud que sintió, estuvo tranquilo los primeros minutos del recorrido. La temperatura dentro de la camioneta era agradable y el interior del vehículo era lo vastante amplio como para sentirse muy cómodo en su propio espacio.
Miró a su compañero para iniciar otra conversación pero guardó silencio al verlo sin sus gafas, cabeceando en una lucha inútil contra el sueño. Sonrió con lastima, a juzgar por las ojeras y el traje formal del Goetia le era fácil deducir que había estado trabajando durante la mañana.
Negó con la cabeza y declinó por sacar su libro de su bolso de mano y reanudar su lectura en dónde la había dejado.
Los primeros treinta minutos todo estuvo bien, entonces decidió levantar la mirada por unos segundos hacia la ventana y entonces acabó viendo, por milésimas de segundos, a unos cuantos habitantes del Anillo, todos vestidos como pistoleros del viejo oeste. Su corazón dió un vuelco y se obligó a si mismo a volver a mirar afuera cuando cierta vestimenta se le hizo familiar.
Por fortuna para el, aquel demonio que había visto sólo era un habitante más que usaba un sombrero levemente parecido al de aquel... Híbrido.
Intentó tranquilizarse retomando su lectura pero, por alguna razón u otra, el aire comenzó a faltarle, miró por la ventana otra vez y distinguió a la distancia unas vías de tren deterioradas, unas vías muy parecidas a esas en dónde lo ataron con cuerdas celestiales y después comenzaron a golpearlo y apuñalarlo.
El recuerdo comenzó a reproducirse en su cabeza como si lo estuviera viviendo otra vez: las ataduras restringiendo su libertad, el filo del cuchillo abriendo su piel y desgarrando su carne, quemándola, la sangre cubriendo su ropa y plumaje, la risa burlona de aquel maldito vaquero sexy, su voz, su rostro, los sonidos de serpiente que hacía... La amenaza de ir tras su hija.
Stolas sudó frío, estaba teniendo un ataque de pánico. Sabía que estaba seguro, la camioneta estaba blindada, los vidrios polarizados, nadie sabía que el estaba ahí dentro, pero aún así, aún siendo conciente de eso no pudo evitar que el miedo se apoderara de el.
Y, cómo si el dormido Vassago supiera lo que le estaba pasando, trás una curva pronunciada terminó cediendo ante la inercia y su cabeza acabó apoyada en el hombro de Stolas.
El Búho se sobresalto un poco.
Pero dicho contacto lo llevó de regreso a la realidad.
Poco a poco su respiración se relajó junto a sus latidos y luego de un minuto ya estaba calmado otra vez.
Como pudo acomodó delicadamente la cabeza del otro principe sobre su hombro para que no estubiera muy torcido y sintiendo la respiración calida sobre su cuello acabó por relajarse totalmente otra vez.
Y así continuaron su viaje sin mayores inconvenientes.
A veces pasaban a través de alguna que otra zona poblada, sin embargo los habitantes no les prestaban ni un poco de atención y continuaban con sus actividades diarias, provocando que Stolas bajara la guardia y se volviera a sumergir en su lectura, justo en una de las partes más interesantes del libro.
Edgar, el protagonista, se encontraba con Gilbert en medio de un momento íntimo, en la oficina del primero. Después de haberse besado apasionadamente discutían entre caricias si era correcto o no continuar:
-No deberíamos hacer esto. No es correcto-"
“-Tienes toda la razón, no deberíamos, pero queremos hacerlo... Quiero hacerlo-”
“-Yo también quiero hacerlo... Pero nuestras esposas-”
“-Gilbert, no puedo resistirlo más, necesito demostrarte-”
La frase de Edgar quedó interrumpida por el otro Demonio Aviar que comenzó a acariciarlo con ímpetu.
Entre empujones los dos acaban sobre el escritorio, la ropa comienza a desaparecer, entonces uno de ellos mete una mano en el pantalón ajeno, busca a ciegas su cloaca y-
–No sabía que te gustaba leer esta clase de libros.–
El Búho cerró el libro de golpe, vastante avergonzado al ser descubierto.
–¡Vassago! ¡¿Cuánto tiempo llevas despierto?!–Cuestionó con el plumaje erizado por la pena.
–Hace unas tres páginas atrás–Responde enderezandose–No sientas pena, es más yo soy quien debería estar avergonzado ahora... Gracias por permitirme dormir sobre tu hombro.–
–N-no es nada... ¿Por qué no dijiste nada antes?–
–Estaba cómodo y disfrutando de la lectura también.–Respondió poniéndose sus gafas otra vez.
–Por Satanás...–Murmuró intentando buscar la página en dónde se había quedado.
–Pagina doscientos quince.–
El Búho obedece al de plumaje rojo y busca la página mencionada.
–Vaya.–En efecto, lo era.
–Leí ese libro un par de veces.–
–¿¡De verdad!?–Preguntó sin creerlo.
–Es el primer libro de ese tipo que leí... Es increíble lo que una buena lectura puede provocar, gracias a esos libros fué que me cuestione muchas cosas de mi mismo.–
Stolas quedó fascinado, jamás pensó que Vassago y el compartieran el gusto por la lectura erótica.
Quiso decir algo, pero entonces el Goetia de la verdad se inclinó hacia su ventana y sonrió.
–Estamos llegando.–Sueltó emocionado.
El Búho miró por la ventana y, con asombro, notó que lo árido del Anillo se había desvanecido para dar paso a un paisaje verde y acogedor.
–Ya puedes bajar la ventana, Stolas. No hay riesgos por aquí.–
Un poco dudoso el nombrado bajó el vidrio polarizado y un aroma a Naturaleza lo recibió. Dejándose llevar por la calma del momento, se atrevió a sacar la cabeza del vehículo y a lo lejos pudo notar un pequeño punto rojizo a la distancia que contrastaba a la perfección con el naranja del cielo debido al ocaso.
–Esa de ahí es mi casa.–Le dijo el príncipe con orgullo.
Stolas se vuelve a sentar como corresponde y suspira, sin poder tragarse del todo el hecho que estaba a punto de tomarse unas vacaciones.
–Estoy ansioso por poder conocerla...–

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⏰ Última actualización: Sep 20 ⏰

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Los Búhos si se enamoran dos veces. (Vassago x Stolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora